ISAÍAS: Aquí estoy, mándame.
1CORINTIOS: Esto es lo que predicamos; esto es lo que habéis creído.
LUCAS: Dejándolo todo lo siguieron. Dios tiene necesidad de los hombres.
1CORINTIOS: Esto es lo que predicamos; esto es lo que habéis creído.
LUCAS: Dejándolo todo lo siguieron. Dios tiene necesidad de los hombres.
Descargar Evangelio del 5º Domingo Ordinario - C.
Juan García Muñoz.
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PESCADORES DE HOMBRES (Lc 5,1–11)
En la Biblia, el mar no es sólo un lugar. Para una cultura de tierra adentro como aquella, estaba cargado de misterio y peligro. Por eso no es extraño que llegaran a considerarlo símbolo del caos y de la muerte y ámbito de los poderes demoníacos. Debido a ello, está muy presente en la vida de Jesús: camina sobre sus aguas, calma la tempestad y enseña al pueblo desde una barca, es decir, sobre sus aguas. El Mesías muestra así que los infiernos -los reinos inferiores, los demonios- no tienen poder sobre él. La escena de la pesca, que Lucas nos cuenta, muestra a los discípulos cuál ha de ser en adelante su tarea junto a él: sacar el mar -del dominio del mal- a quienes están atrapados en él. Hasta la llegada de Jesús, la lucha contra el mal había sido un bregar contra lo imposible sin obtener resultados -“Hemos pasado la noche bregando” le dicen-; a partir de él -“por tu palabra”- será un prodigio que sorprenderá a todos.
Estamos ante dos estrategias frente al mal y los males del mundo. Una está representada por los que acompañan a Jesús. Son pescadores y saben que los grandes peces suben a la superficie durante la noche y que es entonces la hora de la pesca mejor. Es la estrategia de lo humano basada en el saber, la astucia y la lucha personal en busca de triunfos. La otra es la estrategia de lo divino basada en la sabiduría de Dios, que no busca el éxito, sino el bien.
Frente a los problemas del mundo caben esas mismas dos posturas. Unos creen que es cuestión de habilidad y de técnica. La ciencia -vienen a decir- es poder y el poder es un dios al que se debe servir; todo lo que pueda hacerse debe hacerse, sin más límite que los propios límites; cuando logremos dominar todos los saberes y poseamos todas las técnicas, los males del mundo desaparecerán. La otra postura es la de los que creemos que el asunto es más complejo y que la erradicación del mal -en todas sus manifestacio¬nes- no es posible dejando a Dios de lado. El objetivo no es dominar al mundo, sino salvar a la humanidad. La lógica de lo divino puede parecer menos realista, pero, a la larga, resulta más eficaz.
No es que veamos con malos ojos el progreso técnico y científico. Pero nos dan miedo quienes hacen de ello un absoluto. No es el religioso el único fanatismo posible. También hay un fanatismo científico y un fanatismo político y cultural y... La planta del fanatismo y la intolerancia -con los extremos que conlleva- puede crecer en todos los campos. Tenemos, por desgracia, demasiadas pruebas de que lo que un fanático puede hacer a sus semejantes cuando pierde la conciencia del límite y justifica cualquier cosa que contribuya a sus intereses. La única manera de evitarlo es no perder de vista que el único objetivo justo es el bien del hombre y que, por ello, las exigencias éticas deben prevalecer sobre otros intereses. No puede hacerse todo lo posible, si ello atenta contra la dignidad del ser humano.
El oficio de pescador lo va a seguir realizando Pedro pero en otra clase de pesca. Habrá también buenos y malos momentos, bonanzas y tempestades, noches estrelladas y vientos huracanados, y con ellos, las alegrías y las tristezas, pero vividos de otro modo y por diferentes razones. Jesús va a sacarle de sus faenas diarias para hacerle pescador de hombres y Pedro va a recibir una vocación análoga a su trabajo humano que Jesús va a elevar a otro nivel, asociándole a la obra de salvación.
Ya el profeta Jeremías hablaba de que el pueblo de Israel dispersado sería devuelto a su hogar y que regresarían todos los que habían sido expulsados, porque "Dios va a enviar a muchos pescadores que los pescaran"; van a reunir y congregar a todos los alejados para que regresen a la casa del pueblo de Dios. Y para ello hace falta quien los reúna y congregue: pescadores de hombres que, con sus redes, van a juntar toda clase de pescados.
Y esto vale también para nosotros, creyentes. Nosotros, "los de labios impuros" estamos para vivir la fe en el servicio: buscar, acercar, unir, juntar y para ello romper con discusiones, enfados, rivalidades y desuniones. Abrir a las personas y grupos plegados en si mismos para vivir juntos en la casa de Dios.
Buscar otros mares y usar otras artes.
Y esto es hacer Iglesia y cumplir con nuestra vocación.
Manolo Martín de Vargas.
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