2º Domingo Cuaresma - C

domingo, 21 de febrero de 2010
28 Febrero 2010

Génesis: Dios hace Alianza con Abrahán.
Filipenses: Cristo nos transformará según el modelo de su cuerpo.
Lucas: Mientras oraba el aspecto de su rostro cambió.


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Juan García Muñoz.

4 comentarios:

{ Manolo Martín de Vargas } at: 21 febrero, 2010 00:43 dijo...

"ESCUCHADLE"

Domingo 2º Cuaresma-c


Se nos dijo el miércoles de ceniza: "conviértete y cree en el evangelio". Pero antes de que continúe ese proceso de maduración personal que es toda conversión, es buena la convicción de que no supone tanto una llamada al esfuerzo sino una oferta de Gracia.

Antes de que se dé este "volverse" a Dios, está la conversión -volverse- de Dios al hombre. El, desde dentro de nosotros -santuarios del Espíritu- nos desea y nos busca. "Hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en El (1Jn 14,16).

La conversión es posible porque es querida por Dios "que quiere que todos los hombres se salven" (1 Tim 2,4) y "es quien obra en nosotros el querer y el obrar" (Fil 2,13).

Y como la conversión de Dios al hombre es total así debe ser la conversión del hombre a Dios: "Quien dice que permanece en El debe vivir como vivió El" (1 Jn 2,6)

"El nos amó primero" y la respuesta a esa iniciativa de Dios es seguir su mandato: "Escuchadle". Juan Pablo II nos lo decía: "La conversión a Dios consiste en descubrir su misericordia".

Descubrirla en este largo proceso ya que "prosigo mi carrera hasta alcanzar a Cristo Jesús, quien ya me dio alcance" (Fil 3,16)

Manolo Martín de Vargas

{ Francisco Echevarría } at: 21 febrero, 2010 00:44 dijo...

TRANSFIGURADO (Lc 9,28b-36)


Terminada la etapa de Galilea, Jesús emprende el viaje a Jerusalén para completar allí su obra. Lo acontecido sobre el monte -que luego la tradición identificará con el Tabor- señala el paso de una a otra etapa. El relato está lleno de sugerencias y apunta hacia los acontecimientos que tendrán lugar en la ciudad santa. El monte evoca otros montes importantes de la antigüedad como el Moria -donde Dios se revela a Abrahán- o el Sinaí -donde se reveló a Moisés-, pero con una diferencia cargada de significado: aquí es Jesús quien se revela, no quien recibe la revelación. Los testigos representan los tres tipos de comunidades existentes en la Iglesia primitiva: las de Palestina -Santiago-, las de la diáspora -Pedro- y las joánicas. La transfiguración del rostro y las vestiduras recuerda la transfiguración de Moisés tras contemplar a Dios. Moisés y Elías representan el Antiguo Testamento. La voz es la misma que se oyó en el bautismo, sólo que ahora añade: ¡Escuchadle!

Todos estos elementos configuran un relato cuyo significado es evidente: cuando va a iniciar el camino hacia Jerusalén, donde tendrá lugar su muerte y resurrección, Jesús muestra su identidad oculta. El que había sido presentado en el bautismo como Mesías -Hijo de Dios, poderoso-, ahora es presentado como Maestro, como aquel a quien hay que escuchar y seguir en el camino hacia la cruz y hacia la vida. Él es la revelación plena y definitiva de Dios. Las Escrituras, la Iglesia y el Padre lo atestiguan. La transfiguración marca el comienzo del período del discipulado. El evangelio de Lucas, a partir de este momento está dedicado a mostrar a los seguidores de Jesús cómo se es discípulo.

En este largo proceso, Pedro representa la tentación. Primero propone instalarse en la situación y olvidar Jerusalén, más tarde invitará al Maestro a no entrar en la ciudad y, en el último momento, pondrá sobre la mesa las espadas. Son las tres tentaciones que asaltan al discípulo de Jesús a la hora del seguimiento: ignorar la dimensión sufriente de la vida valorando sólo lo grato de la religión; huir de la dificultad y el compromiso; y recurrir a métodos no evangélicos en la defensa de la fe. Cuando el sentimiento religioso aflora como respuesta a la contemplación de lo maravilloso, el corazón se llena de entusiasmo y aparece la euforia del neófito que suele conducir al fanatismo. Es la ceguera producida por un exceso de luz. En ese caso, es necesario cerrar los ojos y abrir los oídos a la voz susurrante que invita a seguir al Maestro con la cruz cada día. La verdadera transfiguración es la que muestra a Dios con rostro humano. La tentación es disimular lo humano con trazos de divinidad. A los apóstoles se les muestra quién es realmente Jesús para que no sean remisos a la hora de seguirle hasta la cruz.

Pero hay otro aspecto en el asunto que no se debe olvidar y es que la transfiguración sólo es la inversión de la encarnación. No se puede contemplar la grandeza de la divinidad en el Tabor si, primero, no se ha contemplado la pequeñez de la humanidad en Belén. Quien no reconoce a Dios en lo pequeño, tampoco lo encontrará en lo grande.

Francisco Echevarría

Maite at: 22 febrero, 2010 22:59 dijo...

Oigo en mi corazón: buscad mi rostro; tu rostro buscaré, Señor, no me escondas tu rostro...
Hoy me llamas a subir al monte contigo, y a bajar de él. Hoy todo se convierte en anhelo de contemplarte, resplandeciente, como contempla la esposa al esposo del Cantar de los Cantares: el lirio de los valles... el más hermoso entre los hijos de los hombres... para resplandecer ella misma con tu hermosura, y que tu imagen se imprima en ella para ser una contigo. Hoy, dentro de mí, todo clama por subir al monte y encontrarme con tus ojos, con tus labios y tus manos...
Y hoy también me recuerdas, y me apremias, con que hay que bajar. Porque vivo aún en el "ya, pero todavía no". Porque para resucitar contigo hay que pasar contigo por la cruz.
No me dejes, Señor, al bajar... ven conmigo a lo monótono, a lo pequeño y sin relieve... Y que el recuerdo de lo que viví contigo en la cima del monte me empuje al servicio, al compromiso, a la entrega de mi vida, que se vaya destilando gota a gota por tu Iglesia y por todos los hombres y mujeres, mis hermanos. Que no deje de resonar en mi corazón la voz del Padre que te llama su Hijo, y me apremia a escucharte todos los días de mi vida. Y así "¡qué hermoso es estar aquí!", en lo alto del monte o en la ladera.
Visible o no para mí, el resplandor de tu gloria siempre estará ahí.
Por eso, como los ángeles te aclaman en el cielo así en la tierra te aclamo yo sin cesar: Santo, Santo, Santo...

Flora León at: 25 febrero, 2010 11:23 dijo...

"Abrán creyó al Señor y se le contó en su haber ."


Y el Señor hizo alianza con él , pasando, a través de imágenes , por en medio de los animales descuartizados . El Señor solo se comprometiò... Abrán respondió creyendo en Él y esta fe le justificó, dice S. Pablo.


"Él transformará su condición humilde según el modelo de su condición gloriosa"

Y esta condición gloriosa se nos muestra en la Transfiguración.

Señor Jesús: Concédeme creer en Ti en medio de mis constantes infidelidades, y mi propia incoherencia e impotencia. Creer en Ti en la oscuridad, el desconcierto, en las desgracias....

Creer en Tí ahora, en medio de la terrible tragedia de Haití ...creer en nombre de todos los que sufren, creer por ellos y para de ellos. Creer que ningún cabello de nuestra cabeza cae sin que Tú lo permitas....

No lo entendemos Jesús, pero quisiéramos darte la prueba de nuestro amor creyendo en Tí ahí.............. y en todo lo que tu puedas permitir en nuestra existencia.

Tampoco entendemos que del pecado más grande del hombre - crucificar al Hijo de Dios - nos haya venido la salvación...

Y para iluminar nuestra fe , hoy antes de tu Pasión te nos muestras transfigurado.

Creemos Señor que todo el dolor del mundo ha sido asumido por Tí y ha de ser un día transfigurado..

¡GLORIA A TÍ SEÑOR JESÚS.!