Domingo de Ramos - C

lunes, 22 de marzo de 2010
28 Marzo 2010

Isaias: Mi Señor me ha dado una lengua de iniciado, para saber decir al abatido una palabra de aliento.
Filipenses: Cristo, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios.
Lucas: PASION DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO.


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Juan García Muñoz.

4 comentarios:

Maite at: 25 marzo, 2010 11:35 dijo...

Señor Jesús, que deseaste enormemente comer la comida pascual con tus discípulos antes de padecer, enséñame a sentarme a la mesa con mis hermanos, los de todos los días, y a entregarme a ellos partiéndome y repartiéndome, sirviéndolos y amándolos, como Tú.
También al mentiroso y traidor.

Perdóname, porque incluso en tus horas más amargas mis pensamientos y deseos vuelan muy lejos de Ti, deseando ser tenida como la primera; olvidando que Tú te despojaste de tu condición divina para someterte a una muerte de cruz, y que la vida que tanto anhelo sólo se encuentra siguiéndote a Ti, camino de la cruz.

Ten compasión de mí, como de Pedro, de mis bravuconadas y faroles de novela, por pretender seguir tus pasos al Calvario contando sólo con mis fuerzas y mi débil amor por Ti, que no soporta la prueba y acaba en negación. Dame las lágrimas de contrición que laven mi pecado y me devuelvan el valor de cargar con mi cruz hasta el final.

Enséñame, Señor, a orar, en la hora de angustia y soledad; a no dejar de apurar mi cáliz hasta el final y a aceptar, por encima de todo, que se haga tu voluntad.

¿Cómo lo hiciste, Señor? Dejarte besar por el "amigo" que te iba a entregar, que ya te había vendido... Es verdad que la violencia que hay en mi corazón sólo engendra violencia al exterior. Haz mi corazón manso y humilde como el tuyo.

Jesús, Hijo de Dios, condenado injustamente y vejado; Jesús, Camino, Verdad y Vida, despreciado e insultado; Jesús, Luz del mundo, negado y traicionado... pero ¿ a qué lo llamo yo injusticia, humillación, desprecio y traición? Perdóname, Señor.

Jesús, pasado de mano en mano, acusado falsamente, canjeado por un criminal, condenado por una chusma comprada, por la cobardía de la autoridad, ¿pero en qué se parece esto a lo que hace chirriar mi amor propio tantas veces? ¿Qué me duele y me hiere? Y yo, ¿de qué me quejo? Perdóname, Señor.

Oh Cruz fiel, cruz bendita y gloriosa, trono del Altísimo, Cruz que te alzas de la muerte y levantas nuestra Vida y Salvación, de ti pende, entre el cielo y la tierra, mi Amor.

Jesús, Señor ¿qué sería de mí si recibiera el justo pago de todo lo que hago?
Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino.

"Te lo aseguro: hoy estarás conmigo en el paraíso".

Francisco Echevarría at: 26 marzo, 2010 21:10 dijo...

SOBRE UN ASNO

Una de las veces que subió a Jerusalén, Jesús entró en la ciudad montando un asno mientras era aclamado por la gente que enarbolaba ramas de olivo. No fue un gesto casual, fruto de la improvisación, sino perfectamente calculado, como lo prueba el hecho de que, previamente, mandara a sus discípulos a buscar el animal. La razón está en la profecía de Zacarías que había dicho: “¡Alégrate, Jerusalén! Mira a tu rey que llega justo, victorioso y humilde, sobre un burro... Destruirá los carros, los caballos y los arcos de la guerra y dictará la paz a las naciones”. El caballo era el animal de la guerra, el asno era el animal de la paz. Quien entra así en Jerusalén es el rey de la paz. El pueblo entendió el signo y por eso lo acompaño con ramas de olivo, también símbolo de paz.

Contemplar a Jesús entrando así en Jerusalén, en estos momentos en que el caballo rojo de la guerra cabalga por el desierto dejando una estela de muerte y destrucción, resulta sobrecogedor porque despierta en uno sentimientos contrapuestos de nostalgia y esperanza: nostalgia porque el deseo de paz, siempre presente entre los hombres, nunca se ha visto plenamente cumplido; y esperanza porque, a pesar de todo, no renunciamos a la utopía de un mundo justo y fraterno.

Pero hasta en esto podemos engañarnos y llamar paz a cualquier cosa para conformarnos y acallar nuestra insatisfacción, olvidando que la paz no es sólo ausencia de guerra, sino que es, sobre todo, plenitud de dicha. El árbol de la paz tiene muchas ramas y todas son necesarias: la paz es sentirse seguro sin miedos ni temores; es vivir la concordia de una vida fraterna basada en la confianza mutua; es la suma de todos los bienes que otorga la justicia; es la unión de las voluntades y de los esfuerzos para construir un mundo más humano en el que nadie sobre, en el que todos quepan y se sientan respetados.

Pero la auténtica paz es frágil como la arcilla y los golpes de la soberbia o el egoísmo la rompen, primero en el interior de las personas, luego en la relaciones interpersonales; de ahí salta a la convivencia en el seno de los pueblos y termina cortando los lazos que unen a las naciones. La violencia es como una sombra que va invadiendo el espacio humano y dejando tras de sí un reguero de muerte, destrucción, sufrimiento y tristeza. A medida que avanza, arrincona la paz.

Sólo cabe esperar que todos los hombres de buena voluntad, sin distinción de credo, raza, lengua, cultura o nacionalidad entonen el canto de la paz y que su voz suene tan fuerte que ahogue el ruido de la guerra y los gritos de los violentos. Que el Príncipe de la Paz bendiga a la humanidad y, como dice el profeta Isaías, derive hacia ella la paz como un río, como un torrente en crecida que inunde el valle de la muerte y lo convierta en el valle de la vida.

FRANCISCO ECHEVARRÍA

Flora León at: 28 marzo, 2010 10:51 dijo...

Señor Jesús: Ante el misterio inmenso de tu Pasión, Muerte y Resurrección que se despliega ante nosotros en estos días,¿Qué decir, qué “comentar? Concédenos Señor, acoger, esta tu Palabra que eres Tú… escuchar, creer, espera y amar en nombre de todos los hombres de la tierra…de todos lo s que, por esa tu Pasión hemos sido salvados.

“¡ Caiga esa tu Sangre divina sobre nosotros y sobre nuestros hijos!”

Muchos, muchísimos son nuestros pecados, personales y colectivos Señor…. Y además estamos ciegos, ciegos voluntarios que no queremos ver y que pretendemos eliminar el sentido del pecado de nuestros corazones y de nuestra sociedad….

Pero una sola gota de tu Sangre Divina, Señor, es capaz de redimir mil mundos .

SALVA SEÑOR A TODOS LOS HOBRES DE LA TIERRA.

Flora León at: 28 marzo, 2010 10:52 dijo...

Señor Jesús: Ante el misterio inmenso de tu Pasión, Muerte y Resurrección que se despliega ante nosotros en estos días,¿Qué decir, qué “comentar? Concédenos Señor, acoger, esta tu Palabra que eres Tú… escuchar, creer, espera y amar en nombre de todos los hombres de la tierra…de todos lo s que, por esa tu Pasión hemos sido salvados.

“¡ Caiga esa tu Sangre divina sobre nosotros y sobre nuestros hijos!”

Muchos, muchísimos son nuestros pecados, personales y colectivos Señor…. Y además estamos ciegos, ciegos voluntarios que no queremos ver y que pretendemos eliminar el sentido del pecado de nuestros corazones y de nuestra sociedad….

Pero una sola gota de tu Sangre Divina, Señor, es capaz de redimir mil mundos .

SALVA SEÑOR A TODOS LOS HOBRES DE LA TIERRA.