22º Domingo Ordinario - C

sábado, 21 de agosto de 2010
29 Agosto 2010

Sirácida: Hazte pequeño y alcanzarás el favor de Dios.
Hebreos: Os habéis acercado al monte Sión, ciudad del Dios vivo.
Lucas: El que se enaltece será humillado; y el que se humilla será enaltecido.


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Juan García Muñoz.

2 comentarios:

{ Paco Echevarria } at: 21 agosto, 2010 18:18 dijo...

EL PRIMER PUESTO (Lc 14,7-14)


Eran sus adversarios desde el punto de vista religioso, pero como lo cortés no quita lo valiente, Jesús comía con los fariseos, como lo hacía con los pecadores y gente de mal vivir, por aquello de que las diferencias en los planteamientos no restan importancia a la educación y los buenos modales. Pero no era hombre de perder el tiempo en cumplidos y, por eso, aprovecha para decir lo que piensa sobre eso de buscar los primeros puestos en la sociedad.

A muchos les ocurre como a los fariseos: que van por la vida con su importancia colgada de la cara y no consienten que nada ni nadie venga a rebajar lo que consideran signos de reconocimiento. Creen ingenuamente que una mejor posición social redunda en mayor dignidad y grandeza. Y puede que así sea en asuntos del mundo, pero no a los ojos del profeta de Nazaret que lo considera un gran error y grave engaño. Por eso da consejos de prudencia y sentido común: “No corras demasiado –viene a decir– buscando honores, que puedes terminar haciendo el ridículo. Ve despacio y lograrás ocupar el sitio que te corresponde”. En otro lugar, otro personaje –su madre– viene a decir lo mismo: Dios derriba a los grandes y exalta a los sencillos.

Eso de buscar la gloria de este mundo es asunto de todos los días y muchos parecen vivir para eso. Son esclavos de la imagen que se han creado y se pasan la vida alimentándola y retocándola para que no se deteriore. Se han identificado de tal manera con esa imagen que terminan siendo personajes, pero no personas. Son como esos actores cuyo arte les permite interpretar cualquier papel. Pero eso –que está muy bien en el teatro– es una forma de engañarse a sí mismo en la vida y, a la larga, cuando el telón baja, sólo deja vacío e insatisfacción. Más vale ser persona que ser importante. Lo otro son añadiduras.

Se debe esto a que todo lo humano termina envejeciendo y los grandes hombres, como los pequeños, terminan olvidados. Todo pasa, incluso la apariencia. Sólo Dios permanece para siempre. Por eso Jesús insistía tanto en que había que buscar antes que nada el reino de Dios y su justicia. Y a Pablo le traía sin cuidado la gloria que dan los hombres. Según él, la única gloria que merece la pena es la que viene de Dios porque ésa sí es eterna.

Las últimas palabras de Jesús vienen a completar su pensamiento: “Cuando hagas el bien, hazlo generosamente”, es decir, sin buscar reciprocidad ni agradecimientos. Esto también es gloria vana que no lleva a nada. Haz el bien a quienes realmente lo necesiten, aunque no puedan compensar tu generosidad. Esa es la verdadera gloria del corazón humano. Todo se reduce a una cosa: si buscas la verdadera grandeza, sé humilde y generoso. No corras tras la fama ni anheles la gratitud, si quieres vivir en paz. Una y otra son como la huella de un pie en la arena.

PACO ECHEVARRÍA

Maite at: 25 agosto, 2010 15:57 dijo...

Jesús, enséñame a escoger contigo
el último lugar,
aquél que nadie me disputará,
el mejor para servir a los demás,
y el menos indicado para poder brillar.

Contigo tengo mucho que ofrecer
a los demás:
un banquete de sonrisas, de acogida
y atención,
compartiendo mi comida y abriendo
mi corazón,
sin malgastar mi energía
buscando el sitio mejor.

Si te sientas a mi lado,
aunque sea en un rincón,
a todos invitaremos,
lo haremos entre los dos,
pero serán los primeros
los que no pueden pagar:
los pobres y los pequeños
que nadie quiere invitar.

Pues no dan prestigio a la mesa,
ni categoría al lugar,
y a nadie le importaría
si los quisieran echar,
pero allí donde están ellos
es también donde Tú estás,
y en el lugar que Tú ocupas
está la felicidad.