7º Domingo Ordinario - A

viernes, 11 de febrero de 2011
20 Febrero 2011

Levítico: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.
1 Corintios: Todo es vuestro, vosotros de Cristo, y Cristo de Dios.
Mateo: Amad a vuestros enemigos.

Descargar 7º Domingo Ordinario - A.

Juan García Muñoz.

1 comentarios:

Maite at: 14 febrero, 2011 18:24 dijo...

Jesús, ¿sabe de verdad qué nos pide? No se trata ya del prójimo, sino de ese que nos fastidia, que nos amarga la existencia, que nos hace daño. Que se porta mal con nosotros y no nos quiere.

Pero ¿acaso encontraríamos la felicidad practicando a diario el "ojo por ojo y diente por diente", haciendo frente al que nos agravia (con lo fácil que es agraviarnos), al que nos abofetea o quiere pleitear con nosotros, a todo el que nos pide lo que no queremos dar? ¿Qué acabaríamos siendo si aborrecemos, perseguimos y calumniamos tanto como hacen con nosotros y mejorando la marca? ¿Podríamos ir con la cabeza bien alta llamándonos hijos de Dios? ¿Creemos, o no, que somos templos del Espíritu que habita en nosotros?

La sabiduría de este mundo, esa que nos empuja a sobresalir, a pasar por encima de los demás, a medrar a costa de ellos, a oprimir a los más débiles y vulnerables, a odiar y aborrecer al enemigo, a vengar de mil maneras sutiles todo agravio y ofensa, real o imaginaria, esa es necedad ante Dios.

Todo es nuestro y nosotros de Cristo. ¿Merece la pena perderlo por vivir en el rencor y en el resentimiento?

No hace falta, para seguir a Jesús y guardar su palabra, lanzarnos a la desesperada a salvar una terrible carrera de obstáculos que nos supera por todas partes. Se puede vivir, cada día, la realidad de ese Padre, el mío, que hace salir su sol sobre mí también cuando soy mala, y me manda la lluvia aunque sea injusta. Que me ama no solo cuando yo lo hago. Que perdona todas mis culpas y cura todas mis enfermedades purulentas. Rescata mi vida de las fosas en que me meto y me colma de su gracia y ternura hasta desbordar mi pobre vaso. A mí, que tantas veces me porto con Él como su enemiga... Pero Él no me trata como merezco, ni me paga según mis culpas. Aleja de mí mis delitos en vez de pasármelos por la cara. Y se muestra conmigo compasivo y misericordioso. Y solo quiere que sea su hija.