DOMINGO 33-B

sábado, 10 de noviembre de 2012

18 NOVIEMBRE 2012
DOMINGO 33-B
MARCOS 13,24-32: Reunirá a sus elegidos de los cuatro vientos.

3 comentarios:

Paco Echevarría at: 10 noviembre, 2012 19:05 dijo...

EL FINAL (Mc 13,24-32)
Cuando falta poco para terminar el año litúrgico, la atención se dirige al fin del mundo, un tema que ha preocupado a hombres de todos los tiempos y culturas. Utilizando el lenguaje y la simbología de la apocalíptica de su tiempo, Marcos habla de un modo que -a primera vista- nos inquieta y desasosie¬ga. Del fin del mundo unos tienen una visión catastrofista. Piensan que la historia humana está llamada al fracaso y las grandes desgracias no son sino el castigo de la soberbia y el pecado de los hombres. Cuando todo se haya derrumbado, Dios intervendrá para restaurar todas las cosas y barrer del mundo a los pecadores. Es la idea presente en los milenarismos tan en boga hoy día, predicados y anunciados por algunas sectas. La verdad es que esta visión del mundo y de la historia refleja la imagen de un Dios insensible a las desdichas humanas, pues espera a que todo fracase para intervenir y así demostrar su poder y su fuerza. ¿Qué le impide actuar antes y evitar tanta desgracia y tanto sufrimiento? El Dios de los catastrofistas no tiene nada que ver con el Padre misericordio¬so del que habla Jesús. A éstos les dice que no hagan números pues nadie sabe -ni en el cielo ni en la tierra- el día y la hora, sólo el Padre.

Otros piensan de modo más optimista. Creen que el mundo y la historia caminan hacia su plenitud en un proceso creciente de desarrollo. Para éstos, Dios -como el sembrador- puso buena semilla y ahora sólo espera que la sementera madure para llenar su granero. El mundo terminará y también la historia, pero será para dar paso a una nueva creación. El Dios en el que creen no tiene ya nada que hacer, sólo esperar. Esta mentalidad es la que inspira la Nueva Era, marcada por el pensamiento oriental y la gnosis de los primeros siglos.

La verdad es que sobre el final no sabemos nada. El Apocalipsis y otros escritos bíblicos utilizan, al hablar del tema, un lenguaje simbólico que se nos escapa en gran parte. Además: no es una de las preocupaciones de un cristiano conocer cuándo o cómo será el fin del mundo. La parábola de la higuera expresa nuestra postura ante este tema. Se trata de estar atento y comprender el significado del momento presente. El mundo es un campo de batalla en el que el Reino de Dios trata de abrirse camino en medio de no poca resistencia y oposición. La tentación es desfallecer y abandonar, una vez perdida la esperanza. Las Escrituras dicen que el final -por muy grande que sea la adversidad- siempre será de Dios. Él vendrá y reunirá de los cuatro vientos a los que hayan dispersado las tormentas de la historia. Lo que el Evangelio dice sobre el fin no son, pues, palabras para la inquietud, sino para la confianza. Por mucha que sea la tribulación que nos aguarda, no debemos temer porque el Señor vendrá en nuestra ayuda. Las dos primeras posturas invitan a huir del presente: una por miedo, otra por ilusión. El cristiano sabe que su tarea -su misión- es construir aquí y ahora el Reino de Dios. El futuro está seguro porque está en sus manos.

Maite at: 12 noviembre, 2012 21:23 dijo...

Mirando más allá de las imágenes apocalípticas a que no estamos acostumbrados, se despliega ante nosotros un horizonte de esperanza, de encuentro, de plenitud y de vida sin fin. Vida de verdad.

Un día esta historia, tal como la conocemos, llegará a su fin, y vendrá de nuevo el Señor de ella y de todos, a buscar a sus elegidos, que son tantos que se encuentran diseminados de horizonte a horizonte. Por todas partes.

A nosotros no nos corresponde saber ni preguntar por días y horas exactas. Lo nuestro es cultivar un corazón enamorado que anhela el gozo de la visión de Aquel a quien ama. En persona, sin velos ni imágenes, sin mensajeros ni mensajes. Atento y abierto a los brotes de primavera que anuncian una vida nueva, al perfume que delata y señala la presencia.

El cielo y la tierra pasarán. Por eso hay que vivir como administradores responsables, como novios que esperan a la novia, como amigos que anhelan la llegada del Esposo, pero sin inquietud, porque este estadio no es el definitivo. No es la vida a la que estamos llamados. Es solo la antesala.

Cuando el cansancio aprieta y duele la incertidumbre, cuando la oscuridad se cierne sobre el alma y la duda amenaza con envenenarla, podemos clamar con el salmista: protégeme, Dios mío, que me refugio en Ti. Podemos afianzar nuestra confianza: mi suerte está en tu mano. Podemos avivar el ansia del encuentro: tengo siempre presente al Señor, con Él a mi derecha no vacilaré. Y encender la ilusión: me enseñarás el sendero de la vida, me saciarás de gozo en tu presencia, de alegría perpetua a tu derecha.

J.A. at: 21 noviembre, 2012 10:04 dijo...

Llego tarde a la cita, es cierto, pero aqui estamos.
Las lecturas de esta semana son apocalipticas, pero dentro de una esperanza, nos dice Jesús que ni el día ni la hora se sabe, pero sí cuando será, no el fin sino el encuentro definitivo de Jesús con el hombre, ....cuando veis la higuera...., así cuando sucedan esos signos, sabremos que Él está cerca.

Cercanía que nunca ha dejado de ser una realidad, cercanía que la siente aquel que lo busca y es así de cierto, si lo buscamos en lo que hacemos, lo encontraremos en lo que acontece.

Al principio del Evangelio de Juan, Jesús le dices a los discipoulos del Bautista que le seguían "¿qué buscais?" y le contestaron ¿Maestro donde vives?

Esta pregunta deberia de ser nuestra constante en la vida, al igual que el cuerpo humano tiene sus constantes vitales, nuestra alma debe tener la suya y ésta, entiendo yo, es la busqueda de Dios en el día a día de nuestra existencia y hay un lugar seguro donde encontrarlo, secillamente porque Él nos lo dijo, en los demás, en los proximos, en los necesitados, en los excluidos, en los pobres de Dios y lo encontraremos si nosotros nos hacemos pobres también, pobres en todo (cada cual se despoje de lo que le sobre), en una palabra si nos vaciamos para que Dios llene nuestro corazón.

El panorama puede parecer oscuro en la simple lectura de la Palabra de Dios, pero es gozosa en la esperanza que nos llegará a todos en ese día sin fin que Jesús nos da.