DOMINGO ADVIENTO 2-C

miércoles, 28 de noviembre de 2012

9 DICIEMBRE 2012                                                                       
2º DOM. ADVIENTO-C

LUCAS 3,1-6. Todos verán la salvación de Dios.

3 comentarios:

Paco Echevarría at: 28 noviembre, 2012 18:44 dijo...

MIRANDO AL CIELO (Lc 3,1-6)

El evangelista san Lucas comienza su relato sobre la vida adulta de Jesús poniendo fecha a lo que va a narrar para indicar así que el misterio de la salvación tiene lugar en el tiempo, en la historia, en el acontecer del mundo. Es ésta una de las convicciones más comprometidas del cristianismo, pues, si la salvación tiene lugar en la historia y en la vida de los hombres, ningún creyente puede situarse de espaldas a la misma. La realidad diaria nos interpela y nos exige una respuesta en consonancia con la fe que profesamos. Si los creyentes damos la espalda al mundo, nos quedamos sin Dios, porque Dios ha venido al mundo para encontrarse con nosotros.

Tras esta referencia histórica, Lucas presenta a Juan bautista como un profeta -"La palabra de Dios fue dirigida a Juan"-. Hacía siglos que no había profetas -los escribas y fariseos habían ocupado su lugar- y se echaba de menos una palabra iluminadora. El mensaje del último y, en palabras de Jesús, el más grande de los profetas, estaba en la línea de la tradición más estricta: predicó un bautismo de conversión para alcanzar el perdón de los pecados. El de Juan no es un bautismo de salvación -por el que renacemos a una vida nueva: como hijos de Dios-, sino de conversión y de purificación -que restaura al hombre en la justicia-. Juan pertenece todavía al Antiguo Testamento. Invita a los hombres a volver el corazón a Dios, es decir, a reconocer su realidad y su voluntad y a abandonar la vida de pecado. Tal vez a alguno le suene a trasnochada esta invitación, pero de una cosa estamos convencidos los creyentes: muchos de los males de este mundo tendrían buen remedio si los hombres, en lugar de encerrarnos en nuestras angustias y temores, en nuestras violencias y egoísmos, abriéramos el corazón al Dios de la Verdad, la Justicia, el Amor y la Paz. Y esto vale para todos porque el pecado, antes que un problema moral es un problema ético, es decir, antes que un problema religioso es un problema humano. Algunos, desde el agnosticismo reinante, niegan el pecado so pretexto de que es un concepto religioso. ¡Ojalá que, negando el pecado, lográramos erradicar la maldad!

La predicación de Juan es completada con una cita de Isaías que describe el retorno de los exiliados. La cabalgata de la salvación recorre el mundo para que todos los hombres gocen de ella. Pero es necesario preparar un camino recto y llano. Rebajar los montes de la soberbia y el egoísmo, rellenar los baches de la injusticia y del desamor y enderezar las curvas de la mentira. El mensaje de Lucas se reduce a una cosa: el mundo tiene arreglo, aún es posible ser feliz, los problemas se pueden resolver. Pero es necesario que los hombres, de una vez por todas, cambiamos el corazón. Acaba de empezar un siglo y, al mirar a la tierra, lo que vemos no nos acaba de gustar porque, lo que más sobresale es la violencia en todos los órdenes. ¿No ha llegado la hora de enderezarse y mirar al cielo sin miedos ni complejos? Dios no es una amenaza para el hombre -eso nos dijeron y muchos lo creyeron-. El peligro son los dioses. No es el Edén, sino Babel lo que enfrenta a los hombres.

Maite at: 02 diciembre, 2012 21:39 dijo...

Lucas nos enseña cuando, donde y a quién se revela Dios. Lo hace en momentos concretos y puntuales de la historia de los pueblos y las personas. No cuando es previsible o ellas lo esperan: cuando Él quiere, pero en un marco y lugar determinados. Lo hace a Juan, por medio de su palabra, en el desierto, en el momento de la historia de Israel querido por Él.

Juan había sido llamado por Dios desde el seno materno, cuando al oír su madre la voz de María saltó de alegría en su vientre. Pero hubo de esperar un tiempo a que Dios le manifestara qué quería de él. Aquella llamada le empujó a esperar en el desierto, en soledad y silencio, atento y despierto, dispuesto y abierto a lo que Dios le pidiera. Con el corazón en vela...

Y un día vino la palabra de Dios sobre Juan. Le tocó y le quemó, le lanzó a velas desplegadas a recorrer toda la comarca del Jordán, y el que en la soledad callaba ahora predicaba a todo el que escuchara. Hablaba de que llegaba la salvación de Dios y clamaba por preparar caminos y allanar senderos, elevar lo hundido y abajar cerros, enderezar e igualar lo torcido.

Para eso pedía un bautismo de conversión, un cambio de vida, renunciar al pecado y acoger a Dios.

Juan es, según Jesús, el mayor de los nacidos de mujer, pero el más pequeño, en el Reino de los cielos, es mayor que él. Los de los caminos y senderos allanados en su interior, los de corazón sin cimas de orgullo ni valles de oscuridad, los de intenciones rectas, sin torcer. Los que caminan en clave y por senderos de conversión constante en pos de Jesús.

J.A. at: 07 diciembre, 2012 20:41 dijo...

En un momento historico, determinado "....fue dirigida la Palabra de Dios a Juan, hijo de Zacarías, en el desierto"
La Palabra de Dios tambien se nos dirige a todos, pero mientras que Juan se lanzó a predicar el bautismo de conversión, nosotros nos quedamos como cristales mojados por la lluvia, es decir igual, salvo en el momento efimero en que el aguas nos cae.
No asumimos nada, la dejamos correr, la dejamos pasar y sólo en el instante en que la oimos nos alegra el corazón y valoramos el acierto o desacierto del medio por el que nos llega la Palabra.
La Palabra de Dios tiene que volver, como dice las Escrituras, tras empapar la tierra, tras empapar nuestro corazón para que nos interpele y nos comprometa en la acción en esta sociedad de problemas y con nuestra ación, rellenar valler, alisar montes y encauzar caminos, solucionando esos problemas que angustian a las personas de hoy, lo contrario es quedarnos como el cristal.
Levantemos los animos, dejemos los llantos y aflicciones y vivamos una gozosa y activa espera de nuestro Señor y gritemos con el salmista, ¡El Señor ha estado grande con nosotros y estamos alegres!porque hemos hecho lo que teniamos que hacer.