DOM-25-A

domingo, 14 de septiembre de 2014
21 SEPTIEMBRE 2014
DOMINGO 25-A

MATEO 20,1-16 Parábola de los jornaleros o parábola de los parados

3 comentarios:

Paco Echevarría at: 14 septiembre, 2014 08:30 dijo...

LOS ÚLTIMOS Y LOS PRIMEROS

Si hoy ocurriera lo que cuenta la parábola de los jornaleros, el dueño de la viña se encontraría con no pocos problemas, pues su forma de actuar -pagar el mismo salario por diferente trabajo- parece ir contra la lógica y la justicia. La parábola ya resulta un poco extraña, porque es a primera hora cuando los jornaleros acuden a la plaza demandando empleo y no al atardecer, cuando la jornada laboral está a punto de acabar. También resulta ilógico que se pague a todos lo mismo. Una vez más, en el lenguaje de Jesús, la lógica humana falla cuando se trata de comprender los asuntos de Dios.

La verdad es que no está tratando un tema relacionado con la justicia social, sino con la bondad. Frente a los fariseos, que defendían la ley del mérito -la bondad será premiada y la maldad, castigada-, Jesús ofrece la ley de la gracia -la bondad será premiada y la maldad, perdonada-. Un planteamiento semejante tenía que ser necesariamente rechazado. Pero la parábola va a más porque indica de dónde procede el enfado: de la envidia. Que Dios sea justo con los buenos no le impide ser misericordioso con los pecadores. Los rabinos tenían tasada la recompensa y habían establecido para cada obra buena su correspondiente paga divina. Jesús, mediante la parábola, suprime este modo de pensar y establece unas nuevas bases. En definitiva, sustituye la justicia por la gracia y propone un nuevo modo de afrontar los asuntos de los hombres. En la Iglesia y en el Reino de Dios, éstos se han de guiar por reglas muy distintas de las humanas o, de lo contrario, nunca saldremos del atolladero. Y de nuevo surge el escepticismo: ¿Cómo podría sostenerse una sociedad así?

La verdad es que la sociedad entiende este planteamiento como el mejor, aunque lo aplica en muy contadas ocasiones. De hecho los tribunales son tribunales de gracia y justicia porque administran una u otra según las circunstancias aconsejan. Esto nos coloca frente al problema del régimen penitenciario actual. Parece ser que la cárcel no ha de ser medio de castigo, sino de rehabilitación del delincuente. Los últimos informes dicen que la mayor parte de los internados en ellas lo son por delitos relacionados con la droga. Y ahora viene el dislate: cuando un joven -tras un programa largo y exigente- logra rehabilitarse fuera de ella ¿qué sentido tiene la cárcel? Si ya está rehabilitado, ésta sólo tiene un valor punitivo. A no ser que la sociedad sólo pretenda quitar de enmedio a los que les estorba, es decir, no busca remediar males sino evitarse problemas. El régimen de la gracia defiende el bien final del hombre y es una apuesta por la bondad radical del mismo. Habría que ver la forma de compaginar gracia y justicia y explorar caminos que, mirando el bien del individuo y de la sociedad, resuelvan los problemas en lugar de enquistarlos. El beneficio social sería grande y el personal, aún mayor.

Maite at: 15 septiembre, 2014 18:39 dijo...

Conocemos bien las hermosas palabras de Isaías:

Mis planes no son vuestros planes, vuestros caminos no son mis caminos - oráculo del Señor -. Como el cielo es más alto que la tierra, mis caminos son más altos que los vuestros; mis planes que vuestros planes.

Y nos parecen sabias, además de hermosas, y que expresan adecuadamente lo que hay en la mente y el corazón de Dios, la diferencia entre nosotros y Él.

Pero en nuestro día a día, en lo cotidiano de nuestro caminar, nos resistimos a creer que sus planes no coinciden con los nuestros, nuestra justicia con la suya. Nos hacemos a la idea de que son como los nuestros pero a lo grande, y olvidamos dejar a Dios ser Dios, que Él tiene que ser quien es.

Jesús intenta explicarnos qué es el Reino de los cielos, y acude a la figura de un propietario atípico: en vez de velar por el rendimiento de su viña y sus beneficios, se preocupa de contratar jornaleros y dar trabajo a los que encuentra a todas las horas del día. Sale a buscarlos una y otra vez. El estupor de cualquier observador llega al colmo en el momento de pagar a los jornaleros. El propietario es bueno, muy bueno, y no comete ninguna injusticia con nadie. ¿Quién puede censurarle por ello? ¿Quién puede juzgarle por ser generoso y magnánimo?

En las vidas de los santos contemplamos a ancianos, jóvenes y niños. A los primeros les tocó aguantar el peso y el bochorno de muchos días, menos a los segundos, y los terceros apenas unas horas. Pero el amor con que trabajaron en la viña, desde el amanecer, el mediodía o la tarde, no se mide por el tiempo. Dios tiene su propia medida.

A los trabajadores de la viña, sea cual sea nuestra hora de llamada a trabajar, nos toca disfrutar del privilegio de poder hacerlo en la viña del Señor, encontrar la alegría en ser testigos de excepción de sus planes y caminos, tan por encima de los nuestros. Experimentar, con el salmista, qué cerca de nosotros, cada día, se encuentra el propietario de la viña; alabarle y bendecirle por su clemencia y misericordia, por su cariño, justicia y bondad para con todos los suyos, porque sale una y otra vez, sin descanso, en su busca; porque paga como quiere, como quien es.

Guardemos en nuestro corazón las palabras de Pablo, que se sentía urgido por dos amores: el de Cristo y el de sus cristianos, y tengamos en cuenta que lo más importante no es juzgar ni controlar al dueño de la viña y sus trabajadores, sino llevar una vida según el Evangelio de Cristo. No hay paga mejor.

Juan Antonio at: 16 septiembre, 2014 18:21 dijo...

Esta semana la Palabra de la liturgia del domingo, nos presenta la bondad de Dios, inmensa, grandiosa y a la vez incomprensible por el hombre.
Los esquemas nuestros, como nos dice Isaías, son muy distintos a los de Dios, tan distinto como el cielo y la tierra, pero siempre está su bondad esperándonos “que el malvado abandone sus caminos y regrese a nuestro Dios que es rico en perdón”
No llegaremos a comprender esta bondad de Dios con el hombre, y por eso la historia del pueblo de Dios y la mía y la nuestra, está llena de abandono, de rechazo, de rebelarse una y otra vez (veamos la 1ª lectura de la semana pasada) y Dios no falla nunca, siempre está esperándonos desde los siglos y antes de los siglos con el perdón, con su bondad infinita.
El pasaje evangélico nos presenta la parábola de la viña, como el propietario va llamando a lo largo del día, ajustando el trabajo y la paga y llegada la tarde empieza a satisfacer el salario pactado y como en toda la historia, en la mía y en la nuestra, aparece el descontento, la rebeldía, la crítica, la protesta, nuestro derecho, nuestro yo, nuestro..... qué, si no somos nada.
No dejamos a Dios ser Dios, queremos hacerlo a nuestra medida, a nuestro modo y a nuestro capricho, no vemos la mano de Dios que nos da la tarea y la vida, nos da su vida y su asistencia, nos da a su Hijo, para que nos diga cómo es Dios Padre, nos da el Espíritu para que nos lleve hasta la verdad y la alegría completa y nostros no nos dejamos llevar por Dios y queremos manejarlo “...hemos aguantado el peso del día y el bochorno” y llega el inciso final, “los últimos serán los primeros y los primeros los últimos”.
Dios nos quiere, y Jesús lo repite más de una vez en los Evangelios, último y servidor de todos y así recordamos la última cena, cuando Jesús lava los pies a los apóstoles, ocupación de siervos, de esclavos ¿comprendéis lo que acabo de hacer.........
Que distinto son nuestros caminos, que distinta nuestra forma de actuar, de ser los unos con los otros, qué poco vivimos el Evangelio y lo digo por mi primero y en general, eso de servir, de ponerme a los pies de los demás, de ser, de hacer funciones bajas, de rebajarme, pero...... y vienen las luchas por sitios, puestos, funciones, parafernalias,......, recordemos a María, “he aquí la esclava del Señor”, tolo lo guardaba en su corazón.
Meditemos la bondad del corazón del Señor con nosotros y lo encontraremos en nuestros pecados y faltas, en ese borrón y cuenta nueva de la que tantas veces hemos partido.
Cerca está el Señor de lo que lo invocan, nos dice el salmista.
María; Madre de todos los hombres, ayúdanos a decir amen