DOM-5ºPASCUA-B

lunes, 27 de abril de 2015
3 MAYO 2015
5º DOMINGO PASCUA-B

JUAN 15,1-8  LA VID VERDADERA

3 comentarios:

Paco Echevarría at: 27 abril, 2015 08:13 dijo...

ENTRE LA FIDELIDAD Y EL COMPROMISO (Jn 15,1-8)

La metáfora de la vid y los sarmientos sirve a Jesús, en su último discurso, para reflexionar sobre un aspecto fundamental en la historia del cristianismo: el del difícil equilibrio entre la fidelidad al pasado y la respuesta comprometida en el presente. A sus seguidores había dicho, en el sermón del monte, que habían de ser sal de la tierra y luz del mundo, indicando así que su tarea necesariamente tendría que ver, en cada momento histórico, con la realidad del mundo en el que vivieran. Se trata de vivir en el mundo sin ajustarse a él porque, en ese caso, ni se es sal ni se es luz. Por otra parte, esta importante misión sólo puede ser llevada a cabo desde una profunda fidelidad al origen, de ahí la metáfora de la vid -¡Sin mí no podéis hacer nada!-.

Este delicado equilibrio se rompe cuando los creyentes, en un deseo profundo de fidelidad, se inclinan tanto al pasado que vuelven las espaldas al presente; o cuando, en un deseo ardiente de compromiso con el presente, olvidan el pasado. En el primer caso, se potencia la seguridad doctrinal y moral, la actividad interna de la institución, el alejamiento del mundo, el desentendimiento de las realidades temporales... En el segundo caso, aparece la obsesión revisionista, el relativismo, las actividades de presencia en el mundo, al inmersión en la realidad, la sobrevaloración de lo temporal...

Un planteamiento semejante ignora algo profundamente marcado en la naturaleza humana: su carácter polar. Acostumbrados a funcionar con una visión dualista, vemos la realidad en clave de opuestos: blanco-negro, derechas-izquierdas, nosotros-vosotros... sin darnos cuenta de que, en realidad, sólo se trata de dos polos que se necesitan mutuamente. Es la situación concreta la que nos sitúa unas veces más cerca de un polo y, otras, más cerca del otro. Esto, que vale para el individuo y la vida, vale también para el cristianismo: hay momentos en los que es necesario intensificar la fidelidad para que la luz no se apague y la sal no se vuelva insípida; y hay momentos en los que hay que intensificar el compromiso para que la luz siga iluminado y la sal, sazonando.

En el mundo actual es frecuente que determinadas instancias políticas o culturales pidan a la Iglesia algo que no puede hacer: unos quieren reducirla al ámbito de la conciencia y de la sacristía negando de este modo la misión en el mundo que el fundador le asignó; otros la quieren asumiendo los planteamientos morales, sociales y culturales de cada época, olvidando la necesidad de ser fiel a su identidad. A la Iglesia hay que pedirle simplemente que sea lo que es -lo cual no es poco en este tiempo de sequía de identidad que padecemos en tantos ámbitos de la vida-, es decir, que sea fiel a su fundador y a los valores que él vivió y predicó y que, en consonancia con los mismos, luche por construir un mundo más humano y fraterno, lo que Jesús llamó el Reino de Dios. Cualquier otra cosa es intentar descarriarla o, al menos, meterla en vía muerta.

Francisco Echevarría

Maite at: 28 abril, 2015 17:11 dijo...

Entre Jesús y nosotros se establece una relación vital, íntima y estrecha, constante y permanente, llamada a dar fruto. Nuestro compromiso es permanecer en Él y hacer de ello la mayor prioridad de nuestra vida.

El fruto abundante nace de nuestro vínculo con Jesús, no de nuestras cualidades o capacidades, ni de nuestros méritos o conquistas, sino de la calidad de nuestra unión con Él.

El que permanece en Jesús es uno solo con Él, en unión de sentimientos y voluntades; por eso ama de verdad y con obras, vive confiado en Dios, guarda sus mandamientos y hace lo que le agrada. Pide lo que desea y se realiza, porque sus deseos están escritos en el corazón y la mente de Dios. Recibe de Jesús la savia que le da vida, el aliento y la fuerza que le regeneran y le ayudan a soportar los rigores del tiempo, así como las caricias del sol y la brisa que estimulan su crecimiento.

Permanecer en Jesús cambia la vida de Pablo que pasa de ser perseguidor a evangelizador que pone en juego su vida.

Permanecer en Jesús es permanecer en el amor, y dar frutos de justicia y liberación, misericordia y paz.

juan antonio at: 28 abril, 2015 18:52 dijo...

El Evangelio de este Domingo, nos trae la alegoría de la vid, como bien nos dice el autor de la Hoja.
De este pasaje evangélico podíamos sacar muchas reflexiones, sobre Jesús, el Padre, nosotros, ser o no sarmiento que den frutos, pero hay una frase de Jesús, “”sin mí no podéis hacer nada” que ya viene del Antiguo Testamento y del principio del Nuevo, en el Evangelio de Lucas, que los maestros de las Escrituras me corrijan, aunque con otra redacción, “lo que es imposible para el hombre, es posible para Dios, que encontramos en dos pasajes iguales, la concepción de Isaac y la de Jesús.
Nunca nos daremos cuenta de que esta sencilla frase es el meollo que encierra en sí, toda nuestra vida de cristiano, porque si no nos llenamos de Dios, si no estamos con Dios, si Dios no es nuestra vida, si nuestra fe, nuestra confianza, nuestro abandono, nuestro tirarnos a los brazos de Dios no es real, ni tendríamos amor a Él ni a nuestros hermanos, ni tendríamos ese estilo de vida que Jesús quiere para sus discípulos, el amor, que está desgranado a lo largo de los Evangelios para que comprendiéramos lo que nos quiere decir.
Pues siempre queremos signos, señales, argumentos, y que nos confirmen las realidades, como en el Evangelio de hoy Martes, que los judíos piden que Jesús les diga si es o no el Mesías y Jesús les dice ahí tenéis mis obras y sin embargo no me creéis.
Necesitamos la conexión constante, necesitamos crecer recibiendo la sabia, la gracia de Jesús, en el amor del Padre y en la comunión del Espíritu Santo, como S. Pablo nos dice al final de la segunda carta a los corintios.
Sin Él no podemos hacer nada, somos sus instrumentos, sus pies para acercarnos a los demás, sus manos para socorrer al decaído, su voz para alentar a los desconsolados por los avatares de la vida, sus ojos para mirar a todos con misericordia, en una palabra, instrumentos suyos en la construcción del Reino, dando y dándonos, porque si no me doy, no he dado nada.
El Señor estará con nosotros, lo prometió y lo cumple y como dice el salmista “”me hará vivir para Él””.
María, Madre de Dios y nuestra, ¡alégrate¡ ¡Aleluya! porque Cristo, tu Hijo vive y nosotros vivimos por Él.