CORPUS-B

lunes, 1 de junio de 2015
7 JUNIO 2015
CORPUS CHRISTI

Mc 14,12-16.22-26. Esto es mi cuerpo. Esta es mi sangre.

3 comentarios:

Paco Echevarría at: 01 junio, 2015 08:27 dijo...

CUERPO Y SANGRE (Mc 14,12-16.22-26)

Cuenta san Marcos que Jesús, al comenzar la última cena, partió el pan y entregó un trozo a cada uno de los comensales. Era el modo habitual de empezar la comida entre los judíos. Ese gesto iba acompañado de una bendición. Sin embargo, en esta ocasión, Jesús pronunció unas palabras que daban al rito un sentido nuevo: "Esto es mi cuerpo". A partir de aquel momento, este sería el rito fundamental de la comunidad cristiana. En él Jesús se entrega y hace de la entrega el signo distintivo de sus discípulos. El amor es el valor central del cristianismo y nadie ama más que el que da su vida por aquellos a los que ama. La primera necesidad del ser humano es amar y sentirse amado. La fe añade que el amor es un don. Dios te ama, no por razón de tu bondad, sino por razón de la suya. No es un padre que ama sus buenos hijos, sino un padre bueno que ama a sus hijos. Quien cree y vive esto hace del amor el núcleo de su vida y se convierte en fuente de amor para aquellos que le rodean.

Luego, pasó una copa de vino diciendo: "Esta es mi sangre que va a ser derramada por muchos". Cuenta Ex 24 que, al cerrar el pacto con Dios, Moisés, tras sacrificar unos animales, derramó la mitad de la sangre sobre el altar y la otra mitad sobre el pueblo. Al hacer eso, seguía un ritual de la época nómada con el cual se sellaban los pactos y alianzas, ya que la sangre era símbolo de la vida. Jesús, sustituye la sangre de los animales -simbolizada por el vino- por la suya propia y la antigua alianza, por una nueva. Queda así expresado un segundo aspecto de la Eucaristía: la comunión de vida. La unidad con Cristo y con los demás será, ante el mundo, el signo del amor. San Juan vinculará el mandato nuevo -Amaos como yo os he amado- con la unidad -Que sean uno...- y con la misión de sus discípulos en el mundo -...para que el mundo crea-. La contemplación de la Eucaristía debe ser una meditación sobre cómo vivimos la unidad, un valor esencial en el seno de la Iglesia y de la sociedad. Todo lo que se construye sobre el amor camina hacia la unidad. Lo que divide y enfrenta está construido sobre la soberbia.

Es así como se cierra el círculo: el amor construye la unidad y la unidad engendra la fe. Y es esto lo que nos catapulta a un futuro de plenitud porque sólo los proyectos y las obras que el amor inspira están llamados a ser eternos en la mente de Dios y en la memoria de los hombres. Lo contrario no es el odio, sino el miedo, que es el origen de los mecanismos que subyacen tras todo tipo de perversión como la soberbia, la ira, la avaricia, el odio...

En tiempos de desconcierto y desorientación es bueno y saludable recordar lo esencial, para así recuperar el verdadero fundamento. La Eucaristía, al presentarnos el amor, la comunión con Dios y con los demás y la meta hacia la que caminamos, es buena noticia no sólo para el creyente, sino también para todo hombre de buena voluntad que se pregunte sobre qué cimientos se construye la vida individual y colectiva.
Francisco Echevarría

Maite at: 01 junio, 2015 21:27 dijo...

Con motivo de la solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo, muchas custodias, con Jesús Sacramentado, recorrerán las calles y plazas de nuestros pueblos y ciudades acompañadas por los fieles, con flores y cantos. Muchos de nuestros obispos presidirán estas procesiones, que suelen ser multitudinarias y fervorosas.

Además de tantos fieles que cantan y honran al Amor de los amores, muchos alejados e increyentes, muchos inmigrantes, todos ellos hermanos nuestros, verán pasar a los cristianos, que manifiestan públicamente su fe, acompañados por sus pastores.

La Carta a los Hebreos nos recuerda que Cristo ha venido como Sumo Sacerdote de los bienes definitivos, y que su templo, más grande y perfecto que el de Jerusalén, no es de este mundo creado. Que no usa la sangre de machos cabríos, sino la suya, para liberarnos y purificarnos, para llevarnos al culto del Dios vivo.

En la hora de la Última Cena, Jesús, profundamente conmovido, dijo a los Apóstoles que entregaba su Cuerpo y su Sangre por todos, y nos dio el mandamiento nuevo de amarnos los unos a los otros como Él lo hacía.

Los cristianos que acompañamos a Jesús Sacramentado el día del Corpus estamos llamados a ser otros Cristos que se entregan por todos hasta la muerte. Que pasan haciendo el bien y dando vida. Es la única manera de que nuestras procesiones no se queden en ritos vacíos y triunfalistas, en manifestaciones que poco o nada tienen que ver con nuestra vida de cada día y que dejan fríos a quienes nos observan desde el rechazo o la ignorancia. Que vean en nosotros la imagen viva de Aquél al que honramos con toda nuestra alma.

juan antonio at: 03 junio, 2015 18:21 dijo...

Sacramento del Altar, presencia viva de Cristo, pan partido y compartido en tantas y tantas Eucaristías que a lo largo de toda nuestra vida hemos celebrado con la Comunidad de nuestra Parroquia, Diócesis o de más amplia participación.
En todas se celebra el mismo misterio que ahora celebramos de una manera especial, la entrega de Cristo hasta su fin, hasta su muerte para ser Resucitado y quedar vivo y presente entre nosotros, como siempre nos dijo, “yo estaré con vosotros hasta el fin de los tiempos”.
En esta celebración paseamos al Señor Sacramentado por nuestras calles con canticos y en medios de adornos florales, como si trajésemos el campo a los pueblos y ciudades, pues el Señor se lo merece todo.
Pero no podemos quedarnos en lo exterior, tenemos que mirar nuestro interior, cómo llevamos a ese mismo Señor en nuestras vidas, en mi vida, como lo vemos, lo veo, en los que me rodean, sobre todo en los que sufren el dolor y las necesidades de tantas desgracias como nos acosa, ¿tenemos la mirada limpia y la mano tendida?.
Al Señor lo paseamos por las calles en ricas custodias, pero también se pasea en pobres custodias de emigrantes, necesitados, desarrapados, hambrientos, sedientos de justicia, enfermos solos, encarcelados por En esta festividad adoramos y veneramos el Cuerpo y la Sangre de Cristo en el Santísimo su errores, desnudos no ya de vestido pero si de cariño, de acogida, de una palabra amable, de una mirada, de un interesarse por sus vidas y sus futuros.
Si hacemos lo uno sin lo otro, estamos mintiéndonos a nosotros mismos y a los demás.
Gracias Señor, porque a pesar de nuestras debilidades, a pesar de nuestros olvidos, sigue cada día haciéndote presente en nuestras Eucaristías para que viviéndolas nos acerquen a nuestros hermanos, nos hagamos prójimos de todos.
Con el salmista tengo que decir, ¿cómo pagaré al Señor el bien que me ha hecho?
María, Madre de todos los hombres, ayúdanos a decir AMEN