DOM-26-B

domingo, 20 de septiembre de 2015
27 SEPTIEMBRE 2015
DOMINGO 26-B

Mc 9,38-43.45.47-48. El que no está contra nosotros está a favor nuestro.

2 comentarios:

Paco Echevarría at: 20 septiembre, 2015 08:31 dijo...

NO ES DE LOS NUESTROS (Mc 9,37-47)

La psicología de grupos dice que uno de los factores de cohesión interna es marcar diferencias con otros grupos, sobre todo con los afines. La reacción de los discípulos ante alguien que libera a los hombres en nombre de Jesús, sin ser uno de su grupo, es indicativa de este fenómeno. Lo que esta postura esconde es la pretensión de apropiarse de Jesús y hacer de su figura, de su mensaje o de su obra un patrimonio grupal. Él sale al frente y afirma que tiene otros muchos seguidores a los que no se debe entorpecer su tarea en favor de los hombres.

La cosa se complica cuando se trata de la Iglesia o la comunidad cristiana de un lugar. Es cierto que la unidad sólo se puede construir a partir de la diversidad, es decir, que sólo se puede unir lo diferente y que -según las enseñanzas de Pablo- el pluralismo de dones y tareas es una manifestación del Espíritu. El problema surge cuando alguien -sea persona o grupo- absolutiza lo que le es propio y desautoriza todo lo demás. Cuando esto ocurre, se está atacando uno de los rasgos de la Iglesia, aquel que engendra la fe en los extraños: la unidad. Es bueno reconocer lo que nos diferencia, pero no es menos bueno valorar lo que nos iguala y une.

El verdadero enemigo no es el otro o los otros, sino el escándalo -seducir al débil para que se entregue al mal-. Ése es el verdadero enemigo al que hay que temer y contra el que hay que luchar. Si una persona tiene buen corazón y sus obras son buenas -aunque parezcan insignificantes, como dar un vaso de agua-, ¿qué importa lo que piensen los hombres? El cristiano sabe que, cuando llegue la hora de la verdad, muchos se sorprenderán al ser recompensados porque ayudaron al juez del mundo sin saberlo.

Y este enemigo no es ajeno a cada uno. Es tan propio como la mano, el pie o el ojo. La verdadera lucha del creyente -y de cada ser humano- no es contra los demás, sino contra sí mismo. La maldad es una semilla que alguien, en algún momento de la existencia, sembró en nuestro corazón. La mejor tarea es arrancarla para que la semilla de la bondad -que nació con nosotros- brote, se desarrolle y madure. Dios -que es amor- nos ha creado a su imagen, pero la serpiente nos ha mordido y su veneno amenaza con destruirnos. El antídoto es el perdón. Pero éste sólo es posible cuando uno está dispuesto a la renuncia del amor propio y del orgullo. Y eso duele porque está muy dentro de nosotros. Pero así es la cosa. Quien no se adentre por este camino de vida, se sumergirá en el abismo donde la destrucción es completa -el fuego no se apaga- y la putrefacción, total -el gusano no muere-. Se trata por tanto de ser uno mismo, unido a los demás y luchando contra el enemigo interior que pretende convertirnos en apóstoles de nuestra propia maldad.

Francisco Echevarría

Anónimo at: 22 septiembre, 2015 18:06 dijo...

Hablaba el otro día con una buena amiga, maestra jubilada, y me contaba de sus años de catequista de Confirmación en una parroquia. Recordaba el buen rollo entre las catequistas, las reuniones al comienzo de curso... y me dijo que todo aquello acabó, el grupo añorado y su labor de catequista, cuando llegó un párroco nuevo, miembro de un grupo eclesial, que, sin dar explicaciones, prescindió de todas ellas para llevar a la parroquia catequistas pertenecientes a dicho grupo. Mi amiga cuenta el hecho, sin juzgar nada ni a nadie. Pero a mí me dio mucha pena y qué pensar. Creo que hubiera sido mejor aprovechar todas las fuerzas vivas de la parroquia sin excluir a nadie. Claro que hablo desde lejos de los hechos y desde fuera.

El caso es que al leer el Evangelio de este domingo he recordado la conversación con mi amiga, y sé por experiencia que posturas como la de Juan, en este episodio de Marcos, se siguen dando entre nosotros. Somos capaces de lanzarnos a la yugular de alguien que hace milagros en nombre de Jesús si no es "de los nuestros", sin mirar el valor y la riqueza, el beneficio, de lo que lleva a cabo.

Creo que son actitudes como estas las que más escandalizan a los pequeños que nos contemplan. ¿No estarán aquí las manos, los pies y los ojos que hay que cortar y sacar? "Los nuestros" son todos: grandes y pequeños, pobres y ricos, buenos y malos; y nosotros somos de todos, para servir y amar. Como Jesús.

El bueno de Juan olvidó el conocido pasaje del libro de los Números que tan bien narra la forma de actuar del Espíritu, que lo hace cuando y como quiere, y la grandeza de corazón y miras de Moisés.

Somos de Jesús y caminamos en pos de Él, por eso nuestro anhelo es que ¡ojalá todo el pueblo del Señor fuera profeta y recibiera el Espíritu del Señor!