2º DOM-CUARESMA

lunes, 15 de febrero de 2016
21 FEBRERO 2016

2ºCUARESMA-C

4 comentarios:

Paco Echevarría at: 15 febrero, 2016 08:27 dijo...

TRANSFIGURADO (Lc 9,28b-36)

Terminada la etapa de Galilea, Jesús emprende el viaje a Jerusalén para completar allí su obra. Lo acontecido sobre el monte -que luego la tradición identificará con el Tabor- señala el paso de una a otra etapa. El relato está lleno de sugerencias y apunta hacia los acontecimientos que tendrán lugar en la ciudad santa. El monte evoca otros montes importantes de la antigüedad como el Moria -donde Dios se revela a Abrahán- o el Sinaí -donde se reveló a Moisés-, pero con una diferencia cargada de significado: aquí es Jesús quien se revela, no quien recibe la revelación. Los testigos representan los tres tipos de comunidades existentes en la Iglesia primitiva: las de Palestina -Santiago-, las de la diáspora -Pedro- y las joánicas. La transfiguración del rostro y las vestiduras recuerda la transfiguración de Moisés tras contemplar a Dios. Moisés y Elías representan el Antiguo Testamento. La voz es la misma que se oyó en el bautismo, sólo que ahora añade: ¡Escuchadle!

Todos estos elementos configuran un relato cuyo significado es evidente: cuando va a iniciar el camino hacia Jerusalén, donde tendrá lugar su muerte y resurrección, Jesús muestra su identidad oculta. El que había sido presentado en el bautismo como Mesías -Hijo de Dios, poderoso-, ahora es presentado como Maestro, como aquel a quien hay que escuchar y seguir en el camino hacia la cruz y hacia la vida. Él es la revelación plena y definitiva de Dios. Las Escrituras, la Iglesia y el Padre lo atestiguan. La transfiguración marca el comienzo del período del discipulado. El evangelio de Lucas, a partir de este momento está dedicado a mostrar a los seguidores de Jesús cómo se es discípulo.

En este largo proceso, Pedro representa la tentación. Primero propone instalarse en la situación y olvidar Jerusalén, más tarde invitará al Maestro a no entrar en la ciudad y, en el último momento, pondrá sobre la mesa las espadas. Son las tres tentaciones que asaltan al discípulo de Jesús a la hora del seguimiento: ignorar la dimensión sufriente de la vida valorando sólo lo grato de la religión; huir de la dificultad y el compromiso; y recurrir a métodos no evangélicos en la defensa de la fe. Cuando el sentimiento religioso aflora como respuesta a la contemplación de lo maravilloso, el corazón se llena de entusiasmo y aparece la euforia del neófito que suele conducir al fanatismo. Es la ceguera producida por un exceso de luz. En ese caso, es necesario cerrar los ojos y abrir los oídos a la voz susurrante que invita a seguir al Maestro con la cruz cada día. La verdadera transfiguración es la que muestra a Dios con rostro humano. La tentación es disimular lo humano con trazos de divinidad. A los apóstoles se les muestra quién es realmente Jesús para que no sean remisos a la hora de seguirle hasta la cruz.

Pero hay otro aspecto en el asunto que no se debe olvidar y es que la transfiguración sólo es la inversión de la encarnación. No se puede contemplar la grandeza de la divinidad en el Tabor si, primero, no se ha contemplado la pequeñez de la humanidad en Belén. Quien no reconoce a Dios en lo pequeño, tampoco lo encontrará en lo grande.

Francisco Echevarría

Maite at: 16 febrero, 2016 21:05 dijo...

Abrán, mirando al cielo tachonado de estrellas, creyó al Señor y se le contó en su haber, nos dice el libro del Génesis. Nosotros, contemplando la hermosura del rostro de Jesús transfigurado, vemos en su condición gloriosa, como explica Pablo a los Filipenses, en qué parará la nuestra tan humilde. Recordamos, mirándole, que somos ciudadanos del cielo.

Durante este tiempo cuaresmal podemos emprender con Jesús el camino a lo alto de la montaña para orar. Allí se pueden contemplar su rostro y sus vestidos brillar y experimentar qué hermoso es estar así. Allí se oye la voz del Padre que nos apremia a escuchar al Hijo palabras de verdad y vida.

Allí encontramos, en el rostro del Señor, la luz y la salvación, la certeza de gozar un día de la dicha del Señor en el país de la vida que no se acaba, el ánimo para caminar hacia ella y la esperanza que no defrauda.

No es tiempo todavía de plantar nuestra tienda en lo alto de la montaña. Todavía no... hace falta bajar y emprender el camino de la cruz donde nos aguardan los afanes de cada día, donde dar la vida y sembrar la buena noticia de la misericordia de Dios. No vamos solos, nos acompaña el Señor, y llevamos en el corazón nuestro Tabor.

juan antonio at: 18 febrero, 2016 19:07 dijo...

Esta semana el Evangelio nos trae la transfiguración del Señor, que la tradición sitúa en el Monte Tabor, y cuya fiesta se celebra el día seis de Agosto.
Allá sube Jesús con tres de sus discípulos, que podemos decir los íntimos, ya que fueron testigos de otros signos de Jesús como la resurrección de la hija de Jairo o la oración de Jesús en el Huerto de los Olivos en la noche del prendimiento.
Una vez en la cumbre acaece el hecho de la transfiguración, resplandeciendo el rostro y las vestiduras de Jesús y el dialogo que entabla con Moisés y Elías, sobre su partida y las palabras del Padre desde la nube ”este es mi Hijo, el escogido, escuchadlo” .

La semana pasada el Evangelio no narraba la estancia de Jesús en el desierto, lugar de encuentro con Dios y esta semana es la escucha de la Palabra, el Verbo hecho carne por nosotros.

Este es el mensaje, escuchar a Jesús, pues el relato expresa con claridad ante nosotros que Jesús es el Hijo de Dios y que deben olvidarse las enseñanzas legislativas, (Moisés) e incluso las proféticas (Elías), que vemos que no se transfiguran y atender las enseñanzas de Jesús, esto es, ha pasado todo aquello que lo anunciaba, porque Jesús ya está entre nosotros, en la Eucaristía, en su Palabra y en nuestros hermanos y ahí es donde tenemos que participar compartiendo el Pan de Vida, nutriéndonos con las enseñanzas del Evangelio y haciéndolas vida con nuestros hermanos.

Escuchar, leer, meditar, reflexionar la Palabra de Dios, nos hará vivir la vida de Jesús, conformando la nuestra al Evangelio, dejando que nos comprometa y nos exija, nos interpele ante las vicisitudes de este mundo, para que lo transformemos, con valentía, como nos dice el salmista, “El Señor es mi luz y mi salvación, a quien temeré?.

Maria, Madre de Misericordia, ayúdanos a escuchar y hacer vida la Palabra de tu Hijo, tu que fuiste la primera, en todo, en escuchar y llevarla a tu vida. AMEN



Manuel Martín de Vargas at: 19 febrero, 2016 21:47 dijo...

"ESCUCHADLE"

Domingo 2º Cuaresma-c

Se nos dijo el miércoles de ceniza: "conviértete y cree en el evangelio". Pero antes de que continúe ese proceso de maduración personal que es toda conversión, es buena la convicción de que no supone tanto una llamada al esfuerzo sino una oferta de Gracia.
Antes de que se dé este "volverse" a Dios, está la conversión -volverse- de Dios al hombre. El, desde dentro de nosotros -santuarios del Espíritu- nos desea y nos busca. "Hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en El (1Jn 14,16).
La conversión es posible porque es querida por Dios "que quiere que todos los hombres se salven" (1 Tim 2,4) y "es quien obra en nosotros el querer y el obrar" (Fil 2,13).
Y como la conversión de Dios al hombre es total así debe ser la conversión del hombre a Dios: "Quien dice que permanece en El debe vivir como vivió El" (1 Jn 2,6)
"El nos amó primero" y la respuesta a esa iniciativa de Dios es seguir su mandato: "Escuchadle". Juan Pablo II nos lo decía: "La conversión a Dios consiste en descubrir su misericordia".
Descubrirla en este largo proceso ya que "prosigo mi carrera hasta alcanzar a Cristo Jesús, quien ya me dio alcance" (Fil 3,16)

Manolo Martín de Vargas