PENTECOSTES

domingo, 8 de mayo de 2016
15 MAYO 2016

ASCENSION

4 comentarios:

Paco Echevarría at: 08 mayo, 2016 12:19 dijo...

UNIR LO DIFERENTE (Jn 20,19-23)

Asistimos hoy en el mundo a un fenómeno que, sin ser nuevo en la historia, siempre provoca convulsiones e inquietudes. Me refiero al fenómeno de la emigración que hoy va desde los países del tercer mundo hacia los del primer mundo. Los hombres dejan su casa –su cultura, su lengua, su ambiente...– y se aventuran en una casa extraña buscando una vida mejor. Vienen a nuestro mundo y, en muchos casos, suscitan no poca desconfianza y miedo. Y, sin embargo, el intercambio que necesariamente conlleva el movimiento de los pueblos es una oportunidad de enriquecimiento mutuo que a todos nos puede beneficiar. Para los creyentes, la fiesta de Pentecostés es una oportunidad de reflexión y clarificación de esta experiencia cada día más cercana.

Dice la Biblia que la desunión de los hombres y la falta de entendimiento entre ellos tiene su origen en el orgullo. Babel es el símbolo de la ridícula y absurda pretensión de escalar el mundo de los dieses para ser uno de ellos. Hay en ello un rechazo de la propia condición y –ya se sabe–, cuando el ser humano rechaza lo que es, termina rechazando a los que no son como él quiere ser. El pretexto puede ser múltiple: la propia cultura, el propio idioma, la propia visión política, la propia religión, la propia raza... Cuando se absolutiza un elemento, aparece la discriminación, el racismo, la intolerancia, la división, las luchas y las rivalidades.

Frente a Babel, Pentecostés representa la convergencia de lo diferente en un respeto profundo a la identidad de cada uno. No dice el texto sagrado que todos hablaran una sola lengua –sería uniformidad y masificación, la tentación de todos los absolutismos–, sino que cada uno oía el mensaje en su propia lengua. Conservan las propias características, pero poseen un ideal común. El Espíritu es el que hace posible el milagro. El Espíritu reúne lo que la soberbia separa.

Viene todo esto a decirnos que no hay que temer las diferencias o la diversidad ni ver con recelo el pluralismo en cualquiera de los sectores de la vida y de la sociedad. La unidad no puede hacerse sobre la base de sacrificar las diferencias porque eso significa destruir identidades. La unidad tiene que se juntar lo diferente para construir una grandeza que beneficie a todos.

En el orden político y en el orden eclesial será el Espíritu el que haga posible el prodigio de la unidad. Pienso ahora en nacionalistas y antinacionalistas, en progresistas y en tradicionalistas, en derechas e izquierdas... Sólo se construirá un mundo nuevo cuando unos y otros comprendan que se necesitan mutuamente y que el verdadero enemigo es el odio y la ira porque son ellos los que nos destruyen. Quien piensa distinto, siente distinto o vide distinto no es mi enemigo, sino mi complemento. En el coro de la vida podemos interpretar distintas voces, pero una misma canción. En ello está la belleza de la música y de la vida.

PACO ECHEVARRIA.

Anónimo at: 10 mayo, 2016 21:35 dijo...

Oh, llama de amor viva,
que tiernamente hieres
de mi alma en el más profundo centro,
pues ya no eres esquiva,
acaba ya si quieres,
rompe la tela de este dulce encuentro.

Cuán manso y amoroso
recuerdas en mi seno,
donde secretamente solo moras,
y en tu aspirar sabroso,
de bien y gloria lleno,
cuán delicadamente me enamoras.

Así empieza y acaba San Juan de la Cruz su poesía al Espíritu Santo, cuya fiesta celebramos.

Es verdad, no podemos ponerle rostro ni cuerpo, como a Jesús, y no nos basta la imagen evangélica de la paloma para tratar con él, dirigirnos a él, consolarnos con él. Sin embargo vivimos en el tiempo del Espíritu y es fácilmente reconocible por sus obras, sus efectos, su impronta y su sello. La hermosa secuencia de Pentecostés se hace eco de todo ello y le reconoce como padre amoroso del pobre, don en sus dones espléndido, luz que penetra las almas, fuente del mayor consuelo, gozo que enjuga las lágrimas y reconforta en los duelos, dulce huésped del alma, descanso del esfuerzo, tregua en el duro trabajo, brisa en las horas de fuego, divina luz. Y le pide:

Riega la tierra en sequía,
sana el corazón enfermo,
lava las manchas,
infunde calor de vida en el hielo,
doma el espíritu indómito,
guía al que tuerce el sendero.

El Espíritu está presente en toda la Palabra de Dios, la impregna toda y toda ella habla de él. En la Eucaristía de hoy los Hechos de los Apóstoles le describen en forma de lenguas, como llamaradas, que se repartían, posándose encima de cada uno de los discípulos que oraban juntos. En la diversidad hace posible la unidad, el entendimiento y la comprensión, y empuja a hablar a todos de las maravillas de Dios.

Es el aliento creador de Dios que llena de vida toda la tierra. Él da testimonio en nosotros de que Jesús es el Señor. Y siendo como es, múltiple y diverso en sus dones, ninguno de ellos es para provecho personal de quien los recibe, todos son para el bien común.

Jesús, al exhalar su aliento sobre los discípulos, lleva a cabo la nueva creación. El hombre y la mujer nuevos son los que se dejan guiar por el Espíritu.

No perdamos la ocasión de cultivar, si no lo hemos hecho ya, la amistad con el Espíritu Santo, el trato confiado con él. La suya es la mejor compañía, la más fiel y leal. Y es maestro en hacer, de quienes se dejan, otros Cristos.

juan antonio at: 11 mayo, 2016 08:11 dijo...

Hoy es el día del gran desconocido, como respondieron los de Efeso a Pablo cuando éste le preguntó que si habían recibido el espíritu Santo y aquellos le contestaron que ni siquiera habían oído hablar de Él.
Para contestarnos deberíamos meditar la secuencia del día de Pentecostés, donde nos da a conocer su acción en las almas, “Ven, dulce huésped del alma, descanso de nuestro esfuerzo, tregua en el duro trabajo, brisa en las horas de fuego, gozo que enjuga las lágrimas y reconforta en los duelos”.
Y así podíamos seguir, y empezar, porque toda ella es un canto al Dios Espíritu Santo, y su vivir y sentir con nosotros.
Ya S. Pablo decía que somos templos del Espíritu Santo y parece que vivimos de espaldas a Él, sin saber quién es, pues rezamos al Padre, al Hijo y al Espíritu, cuando nos santiguamos y poco más.
Tenemos que tener la presencia viva del Espíritu Santo que nos hará llegar a la verdad completa, a nuestra alegría total, a nuestra plenitud en la vida con Dios.
Hoy es el día en que los Apóstoles, que estaban en oración con María (Hechos 1,14) es cuando se sienten enviados y se lanzan a la predicación llenos del Espíritu y así tendremos que sentirnos y renovarnos para salir fuera de nosotros y de nuestros rezos, necesarios sí, pero también tenemos que hablar, dar testimonio, no quedarnos callados en las múltiples ocasiones que nos piden nuestra palabra, nuestra razón de creyentes.
Que con el Espíritu Santo, esposo de María Virgen, como rezamos al final del Rosario, Hija de Dios Padre, Madre de Dios Hijo y esposa de Dios Espiritu Santo, recibamos la plenitud de nuestra vida para darla a los demás.
María Esposa de Dios Espiritu Santo, ruega por nosotros. AMEN


{ José Mora Galiana } at: 11 mayo, 2016 15:51 dijo...

¿HACIA UN NUEVO PENTECOSTÉS?

En unos momentos de tristeza, por la pérdida de un gran maestro (Antonio Vergara Abajo), pero con la alegría de haberse logrado la acogida del pequeño Osman en España, me atrevo a deducir de la lectura de las hojillas de Pentecostés una reflexión que me gustaría compartir primero con Antonia y también con cuantas personas emprenden o van por el camino hacia el Rocío pero, además con los lectores y escuchas de la Palabra que da vida.

Se nos dice, una y otra vez, que son muchas las barreras que separan a los hombres: pobreza, incomprensión, riqueza, orgullo, raza, lengua, prejuicios, nacionalidad..., y que las barreras provienen del corazón. Ahora bien, a veces, uno siente que las barreras vienen de la propia condición humana, de nuestra genética, de nuestra biología, de nuestra agresividad innata no encauzada por la educación que se convierte en tendencia a la violencia y a la destrucción de lo más humano que es el amor y la conciencia.

Nuestra lucha por la vida termina, de hecho, sembrando muerte, y nuestros esfuerzos por encontrar felicidad acaban, a veces, en egoísmo amargo e insatisfecho… y eso no puede ser.
Nuestro «progreso» no nos conduce hacia una vida más digna, noble y gozosa. No acabamos de conseguir una vida armónica y una familia gozosa, no conseguimos nunca un «pueblo unido» sino un pueblo constantemente vencido por divisiones, rupturas y enfrentamientos.
Debemos entendernos aunque hablemos lenguajes diferentes. Si la Ley interior del Amor no nos habita, no sabremos encauzar positivamente nuestros sentimientos y seguiremos la escalada de la violencia absurda y sin salida, en lo local o familiar, y en lo global o mundial.
Necesitamos creer en un horizonte nuevo, desde la memoria y con esperanza de transformación. Necesitamos del aliento de la fe dinámica, abierta, dialogante, comprensiva y efectiva en el compromiso social.
Necesitamos meditar y orar, sentir el calor y la fuerza del espíritu y de la autoconciencia para que nuestro compromiso humano y cultural, social o político, no sea de pura apariencia, formal o contradictorio entre el saber y el hacer, entre la palabrería y la verdad de la realidad.
Debemos mantener un esfuerzo de conversión, de cambio del corazón; debemos transformarnos para transformar. Sin ese impulso interior, sin una exigencia ética, personal y social, toda renovación termina en anarquía, involución, cansancio o desilusión.
Nuestro mundo es sombrío. No es utopía imaginarlo mejor y más humano. La nueva exigencia, la Buena Nueva es un futuro más fraterno, limpio y solidario. Aprendamos a pensar lo todavía no pensado y a construir lo todavía no realizado.
Nuestra opción de vida se basa en la vida, la tuya y la mía, la de todos, la vida más humana, la vida en plenitud, la vida de la Comunidad Humana.

En verdad, se nos dice en Pentecostés que el Espíritu hace saltar por los aires las separaciones y las divisiones. Hay un mundo nuevo que comienza. Con él, los hombres y mujeres ya no serán ni son rivales, sino hermanos y hermanas llamados a vivir juntos en el respeto y la comprensión mutua, bajo la increíble fuerza del amor que todo lo puede. Frente a un contexto o sentimiento de tristeza, Pentecostés es alegría, es vida, es ser más, más todavía, pero más humanos.


José Mora Galiana,
Mayo de 2016 (ver http://www.desarrolloliberador.blogspot.com)