DOM-06-A

domingo, 5 de febrero de 2017
12 FEBRERO 2017

DOM-06-A

3 comentarios:

Paco Echevarría at: 05 febrero, 2017 16:30 dijo...

LA LEY Y EL ESPÍRITU (Mt 5, 17-37)

Tras presentar de modo programático la nueva justicia en las bienaventuranzas y explicarles a los discípulos que están destinados a ser luz en medio del mundo con sus buenas obras, Jesús pasa a exponer los rasgos de esa nueva justicia. Había un debate en la iglesia primitiva: si la ley antigua –la propuesta por medio de Moisés– seguía teniendo valor o, por el contrario, el cristiano no estaba sometido a ella. Algunos pensaban lo primero y trataron de imponer su opinión a los que venían del paganismo. Pablo y otros pensaban lo segundo y defendieron la libertad frente a la ley mosaica. El asunto se resolvió en la asamblea de Jerusalén. El evangelio de Mateo, escrito para los cristianos procedentes del judaísmo, se mantiene en una postura intermedia. Viene a decir que las exigencias morales del Antiguo Testamento son válidas, pero insuficientes. Sólo el nuevo modo de ser justo es completo y definitivo.

La primera parte del sermón de la montaña es una cuidada exposición de las exigencias morales que han de guiar al buen discípulo. No ha de ajustarse éste a lo que manda la ley. Si su corazón es morada del Espíritu, irá más allá. La ley, por ejemplo, prohíbe matar. El cristiano ha de saber vivir una relación basada en el amor y la fraternidad que evita, no sólo la muerte, sino también todo lo que ofenda la dignidad del otro o le haga desdichado. Quien se limita a no hacer daño es un hombre bueno, pero no es un buen discípulo de Jesús.

En realidad el asunto es más importante de lo que a primera vista puede parecer porque lo que se debate es el origen de la vida moral. Unos –como hacían los fariseos en tiempos de Jesús– defienden que la fuente de la moral es la ley. El hombre encuentra al nacer dos caminos: el del bien y el del mal. El primero es el camino estrecho de la justicia; el segundo es la senda ancha de la maldad. La ley tan sólo es un indicador en las encrucijadas que señala el camino mejor. El hombre –creado libre– decide y, por eso, la responsabilidad es toda suya. Otros –como Pablo– piensan que la ley deja al hombre solo ante esa gran decisión y, dado que es débil, corre el riesgo de equivocarse. Necesita una fuerza interior que le guíe y le sostenga en la lucha. Esa fuerza es el Espíritu. Pero, cuando el Espíritu está presente, ya no cuenta la ley, porque el Espíritu es la luz que guía las decisiones del hombre.

Aunque el debate viene de antiguo, muchos no se han enterado todavía. Son los cristianos que examinan su vida y modelan su conciencia a la luz del Decálogo. Y no es que esté mal hacerlo. Pero es insuficiente. Si el vivir cristiano está regido por los preceptos entregados a Moisés en el Sinaí, ¿qué necesidad había de Cristo? Si los mandamientos son suficientes, ¿para qué queremos el Evangelio? Parecen leer las palabras de Jesús oyendo sólo “sabéis que se dijo” e ignorando “pero yo os digo”.
No es éste un debate estrictamente moral o religioso. También en el ámbito social está presente. Si los ciudadanos se quedan en el estricto cumplimiento de las leyes, la sociedad nunca irá a más aunque mantendrá el orden establecido, que no es poco. Pero sólo avanzará, si los ciudadanos comprenden que, más allá de las leyes, existe un mundo de valores que las sobrepasan.

juan antonio at: 07 febrero, 2017 18:53 dijo...

La confianza en Dios
Esta semana la Palabra de Dios nos vuelve a llamar “”dichoso si caminamos con vida intachable en la voluntad del Señor, dichoso el que guardando sus preceptos lo busca de todo corazón”, nos proclama el salmo
Jesús nos dice en el Evangelio que no viene a quitar nada de la ley, sino al contrario a darle pleno cumplimiento, pero nos pide un esfuerzo: se dijo, pero yo os digo,….habéis oído, pero yo os digo, este es el esfuerzo que nos pide para caminar con vida intachable, no solo en lo exterior que el judío llevaba a rajatabla, sino vida interior que nos acerque a Dios cumpliendo su voluntad que tenemos que ir descubriendo cada uno en un discernimiento, serio, personal y de una vez por todas, lanzarnos a los brazos de ese Dios Padre que nos espera, con un abandono total, como nos dice la oración del P. Foucauld.
“Enséñame a cumplir tu voluntad y a guardarla de todo corazón” reza el salmista y pido con temor y temblor en el corazón que sea capaz de discernir cada día los que Dios me pide y me ayude a realizarlo que todo mi amor vaya en lo poco que haga, por pequeño que sea, que todo mi amor vaya en una sonrisa que los demás vean y merecen, que deje mi cara avinagrada y ofrezca lo mejor de mí, aunque me cueste, que en esto, creo, está esa voluntad de Dios que quizás no vea, que no entienda y menos aún comprenda.
Dios es el Dios de lo pequeño, de lo débil, de lo pobre y así iremos un poco más allá como titula el autor de la Hoja el contexto de la misma en texto de J.A. Pagola; un poco cada día, no más, no es cuestión de tomar Granada en una hora, pero sí que ese poco se vea, como decía el profeta Isaías la semana pasada “.,.entonces, brotará tu luz…”
S. Pablo nos dice que hablamos una sabiduría que no es de este mundo…. sino que enseñamos una sabiduría divina, misteriosa, escondida, predestinada por Dios antes de los siglos para nuestra gloría, y que es el gran regalo de Dios, la fe, hacernos hijos suyos y su cercanía, si nos quitamos las escamas de los ojos para vivirla en lo poco.
María, Madre de Dios y Madre mía, te ruego que no nos cansemos, como te rezaba San Manuel González. AMEN

Maite at: 07 febrero, 2017 19:15 dijo...

Jesús dice que no ha venido a abolir la ley o los profetas sino a dar plenitud. No se trata de abolir la ley sino de cumplirla hasta las últimas consecuencias. Y es que hay, lo sabemos, muchas formas de matar, de poner ofrendas sobre el altar, de cometer adulterio, de jurar en falso; muchas formas de cumplir la ley y pecar contra la voluntad de Dios. Jesús no solo exige el cumplimiento de la ley sino mucho más, porque la ley del Reino abarca la intención del corazón y lo examina hasta sus últimos pliegues y recovecos, por medio del Espíritu que, nos dice Pablo, todo lo penetra.

Buscar la voluntad de Dios y cumplirla está en la nuestra: "Si quieres..." apunta el libro del Eclesiástico y explica que cada uno de nosotros escoge entre el fuego y el agua, la muerte y la vida, y nuestras opciones, que están bajo la mirada atenta del Padre, tienen consecuencias.

El salmista ora desde la humildad profunda que nace del conocimiento de su verdad y su realidad, y afirma que es dichoso el que camina en la voluntad del Señor. Reconoce su propia debilidad a pesar de sus buenos deseos e intenciones: "Ojalá esté firme mi camino para cumplir tus consignas" Suplica la asistencia de Dios: "Haz bien a tu siervo... ábreme los ojos... Muéstrame el camino... enséñame a cumplir tu voluntad y a guardarla"

Este cumplimiento exigente de la ley del Reino hace de los discípulos de Jesús luz y sal en medio del mundo: nos hace dichosos y bienaventurados.