6º PASCUA-B

domingo, 29 de abril de 2018

6 MAYO 2018        
6º PASCUA-B

3 comentarios:

Paco Echevarría at: 29 abril, 2018 08:56 dijo...

EL AMOR MÁS GRANDE (Jn 15,9-17)

En cierta ocasión, le preguntaron a Jesús cuál era el principal mandamiento de la ley judaica y él respondió diciendo que eran dos: el amor a Dios sobre todas las cosas y el amor al prójimo como a uno mismo. Lo que viene a significar que no hay que hacer un ídolo de nada -¡las idolatrías siempre generan sufrimiento e injusticias!- y que el otro es un valor indiscutible. La respuesta que dio estaba en linea con la pregunta que le hicieron y, evidentemente, mantenía un cierto paralelismo entre la vida religiosa, cuyo objeto es Dios, y la vida social, que tiene como objeto al otro, si bien la respuesta empieza a apuntar que el planteamiento es insuficiente. Este dualismo, propio de estadios muy elementales de la religión, empezó a superarse cuando -según narra el Éxodo- se promulgó el Decálogo. Los profetas de Israel trataron de desarrollar esta doctrina, pero, en tiempos de Jesús, ambas dimensiones prácticamente estaban separadas. El fariseísmo fue un movimiento político-religioso cuyo núcleo era precisamente ése.

Pero, llegado el momento definitivo, en el discurso del adiós, Jesús quiso dejar las cosas bien claras y, posiblemente para evitar interpretaciones sesgadas o interesadas, dijo a sus discípulos que sólo tenían que cumplir un precepto totalmente nuevo: el de amarse unos a otros con el amor más grande, el que está dispuesto a dar la vida por el amado. Él así lo había hecho y su voluntad era que ellos hicieran lo mismo. Lo sorprendente de este mandamiento no es lo manda, sino lo que silencia. Porque no dice nada del amor a Dios con todo el corazón, tal como mandaba la ley. Y no cabe pensar que Jesús estuviera predicando la filantropía propia de un agnóstico.

¿Qué hay detrás de todo esto? Creo que sólo podemos entender su postura si escuchamos lo que dice sobre el juicio de las naciones: llegado el momento de la verdad, seremos juzgados según el amor al prójimo. “Tuve hambre y me diste de comer, estuve enfermo y me cuidaste, fui forastero y me acogiste...”. Y la razón es bien simple: una vez establecido el principio de la encarnación -Dios se reviste de humanidad-, sólo se puede amar a Dios en su forma humana, es decir, amando al prójimo; y sólo se le puede amar con todo el corazón, dando la vida por los demás.

En dos mil años de historia, el cristianismo ha tenido momentos de gloria y de miseria. Nadie lo puede negar. Pero los valores fundamentales, los principios doctrinales, poseen un carácter definitivo y cumbre. En el fondo, el cristianismo es un humanismo radical y profundo, si por humanismo entendemos la defensa de lo humano como un valor absoluto. El fundamento del mismo no es el acuerdo entre los hombres o la voluntad de los poderosos, sino Dios mismo, que es origen y meta. Vivimos un relativismo asfixiante en muchos órdenes de la vida -todo es “según”-. Pero esto no nos hace más libres ni afortunados. Sólo nos deja más indefensos y más expuestos. ¿Es posible que el ser humano vuelva a recuperar su centro dejando de lado su fundamento, es decir, a Dios? Personalmente, creo que no.

FRANCISCO ECHEVARRÍA

Maite at: 01 mayo, 2018 17:48 dijo...

¿Se nos conoce hoy a los cristianos como aquellos que viven en el amor, que lo han experimentado de tal modo que las relaciones entre ellos y con los demás están marcadas por él? ¿Es el amor lo que da el tono, la clave y la armonía, la calidad y textura, a todo lo que hacemos?

Somos los amados por Jesús, el que ha experimentado el amor del Padre. Somos los que él ha elegido como amigos, por los que ha entregado su vid, los que estamos destinados a dar frutos duraderos de amor.

No todos poseemos los mismos dones y cualidades, las mismas capacidades, pero ¿hay alguien que no pueda vivir en el amor, experimentar el que otro siente por él: un amor de amistad que elige, llama, invita, que toma la iniciativa y lleva la delantera?

San Juan nos advierte que el que no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es Amor. Y explica en qué consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y nos envió a su Hijo.

¿Piensas que el amor es una carrera de obstáculos en la que tienes que demostrar algo? Déjate amar, ábrete al amor, acoge el amor del que más ama, de quien no sabe ni puede sino amar. Solo desde ahí despegarás y volarás en alas del amor y podrás llamar amigos a los demás y entregar tu vida por ellos. Solo así permanecerás en el amor de Jesús y darás todo el fruto que él espera de ti. Y te llenarás de una alegría que nada ni nadie te podrá quitar.

juan antonio at: 01 mayo, 2018 19:18 dijo...

AMOR, AMOR, AMOR
Pedro nos dice que Dios no hace distinciones, nos acepta si practicamos la justicia, es decir la santidad, que no es otra cosa que vaciarnos de nosotros y llenarnos de Dios, que es Amor; el Salmo nos canta la salvación de Dios revelada a la humanidad (puro amor); S. Juan en su 1ª carta y en el Evangelio, en una y otro, trata como tema el amor.
Qué amor, como amarnos, cual es el amor que Dios nos pide a Él y a los hermanos.
El amor a Dios no es más que ponerlo a Él por delante de todo lo que hagamos o pensemos en esta tierra y en el tiempo que Dios nos dé, “amar a Dios sobre toda las cosas”, tener el santo temor de Dios, que no es el Dios de los truenos y los castigos, es la brisa que nos llena de suavidad las duras vicisitudes de nuestra vida y siguiendo ese amor vivir en la pura entrega.
Y amor a nuestros hermanos y no de boquilla sino con obras como nos decía la semana pasada, S. Juan, hoy tenemos que volver a nuestros origines, el de aquellas primeras comunidades que llegaban hasta tal extremo en el seguimiento del Maestro que hacían exclamar a los no creyentes, “mirad cómo se aman”, como nos dice Tertuliano en sus escritos, dando con ese amor el testimonio que Jesús pidió al darnos ese UNICO MANDAMIENTO, que tantas veces olvidamos y que si de verdad llenara nuestra vida, no habría quien se resistiera, porque lo único que nos conquista es el amor y por amor llegamos, como Jesús, hasta el final de nuestra vida.
Amemos de corazón a todos, empezando por los cercanos y llegando a los desconocidos, ama aunque no te amen y si te aman, serás doblemente feliz..
¡Alégrate María,! Y rezando con el salmista, alegrémonos “Porque los confines de la tierra han contemplado la victoria de nuestro Dios”, la Resurrección de Jesús el Hijo de Dios, AMEN