3ºDOM-C

sábado, 19 de enero de 2019

27 ENERO 2019
3ºDOM-C

3 comentarios:

Paco Echevarría at: 19 enero, 2019 11:41 dijo...


LA BUENA NOTICIA (Lc 1,1-4; 4,14-21)

El prólogo de Lucas recoge la intención de este evangelista al escribir sobre Jesús: quiere que Teófilo -posiblemente una forma de referirse a la comunidad cristiana más que a un individuo- conozca la solidez de la enseñanza que ha recibido. Lucas es un historiador y un catequista. Escribe tras comprobar los hechos personalmente y lo hace de un modo sistemático: rigor en la investigación, orden en la exposición y celo apostólico en la intención, tres exigencias de un buen transmisor que cobran gran actualidad en estos tiempos en que proliferan los maestros de todo, expertos en nada. Sorprende presenciar en el entretenimiento de moda -las tertulias y debates- la falta de rigor, el “cacao mental” y la acidez de muchos de los participan¬tes. Vivimos en una cultura que confunde la libertad de expresión con la expresión del pensamiento -aunque éste sea débil- y la verdad, con su difusión. Olvidamos que el sabio -a diferencia del necio- habla poco y piensa mucho. Porque ciertamente es un derecho decir lo que se piensa, pero se olvida que le va parejo el deber de pensar lo que se dice.

La segunda parte del evangelio narra lo ocurrido en la sinagoga de Nazaret. Jesús se aplica la profecía de Isaías 61,1-2, pero lo hace silenciando un elemento importante. El profeta había anunciado que la llegada del Mesías sería “un año de gracia” para el pueblo y “un día de desquite” para sus enemigos. Gracia y bendición para Israel, castigo y venganza para sus opresores. Es el juicio de Dios. Jesús, al silenciar lo segundo, predica la gracia y la paz para todos. Por eso sus paisanos se levantan contra él. La obra del Mesías es una obra de reconciliación. No se trata de convertir en víctimas a los opresores y a los oprimidos, en verdugos. El Reino -el mundo nuevo-, no puede construirse sobre la venganza y el sufrimiento, sino sobre el perdón. Por eso, en otro lugar, hablará del amor a los enemigos y del perdón sin límites. Es la única manera de romper el círculo de la muerte -injusticia, sufrimiento, venganza, injusticia- para abrirse al océano de la vida.

En esta dinámica toda la profecía tiene sentido. El ungido -el Mesías- ha venido para anunciar a los pobres que se han acabado las estructuras injustas que les tienen atrapados en la pobreza; a devolver la dignidad de la libertad a los que han sido privados de ella; a iluminar a los que viven en la confusión; a destruir lo que impide la felicidad del ser humano y, sobre todo, a comunicar a los pecadores que han sido perdonados por el Padre de la misericordia. La era del Mesías no es tiempo de castigo, sino de bon¬dad.


En estos tiempos de violencia, agresividad y secesionismos, es necesario fomentar mecanismos de reconciliación y de acercamiento entre los hombres. ¡Ojalá que, seamos capaces de ver nuestras diferencias como algo que, lejos de enfrentarnos, nos complementa! Sería como encender la fragua en la que fundir las espadas y las lanzas para construir, con ellas, arados del progreso y de la paz.

Francisco Echevarría

juan antonio at: 20 enero, 2019 07:31 dijo...

El programa de Jesús
El evangelista Lucas nos propone en el capítulo cuarto de su Evangelio, el programa de Jesús y ello con el impulso del Espíritu Santo, que no sólo se hace presente hoy, lo fue en el día de su bautismo, en el desierto y lo será a lo largo de esa pequeña vida pública de Jesús.
Como buen judío va a la sinagoga de su pueblo en día de sábado y hace la lectura del pasaje de Isaías que se proclama en esta semana y nos dice que “hoy se cumple esta escritura que acabáis de oír”
Y enrollando el libro se lo devolvió al ayudante de la sinagoga.
El programa de Jesús, profetizado en Isaías, va dirigido a cuatro grupos de personas, los pobres, los cautivos, los ciegos y los oprimidos: podíamos decir que son la lacra de la sociedad de aquel tiempo y de éstos, pues como bien profetizó en aquella comida en casa de Simón, los pobres los tendréis siempre con vosotros, ¡como nos conocía!
Pero que hemos hecho nosotros después de devolver el libro?, hemos actuado como Jesús, si él es el Cristo, el Ungido y nosotros que nos hacemos llamar “cristianos”, ungidos también en nuestro bautismo, ¿por qué no hacemos las acciones y gestos de Jesús? ¿por qué nos hemos entretenidos con pecado para acá y pecado para allá, que hemos llegado a medir hasta los vestidos que nos poníamos y quizás no hayamos salido de ahí?
Hay que preguntarse, me pregunto, si seguimos, sigo los gestos de Jesús, si para mí son importantes los excluidos, los marginados, los desfavorecidos, los sufrientes, si estos descartados son mi prioridad o me preocupa más otras cuestiones más burocráticas o los privilegios perdidos y que tenemos que rescatar, los bienes de aquí o de allá, o qué lugar me corresponde porque soy esto o lo otro, al fin y al cabo nimiedades que son prioritarias o las hago prioritarias o las hacemos prioritarias.
Dejémonos ya de cuestiones cultuales y entremos en una vida en Cristo hasta tal punto que sea Él quien viva en mí y me haga vivir en mis hermanos, lo demás que sea del Cesar si le corresponde y yo, nosotros, de Dios en una comunidad de hermanos, viva y testimonio permanente de su Resurrección, viviendo un Evangelio que está VIVO en nuestro tiempo y siempre, pues, si no recuerdo bien, escuché que Dios no era de ayer ni de mañana, sino de HOY, de un presente eterno.
Recemos con el salmista, “Que te agraden las palabras de mi boca y llegue a tu presencia el meditar de mi corazón”
Santa María, Madre de Dios y Madre nuestra enséñanos a decir AMEN

Maite at: 22 enero, 2019 18:43 dijo...

Cuando no sepas cómo evangelizar o dar testimonio de tu fe en tu ambiente, cuando no tengas claro cómo dar razón de tu esperanza a quien lo necesita, recuerda que no eres tú el protagonista, sino el Espíritu que vive en ti y te mueve, si tú le dejas.

Su misión es identificarte con Jesús y que los demás vean y experimenten a Jesús en ti. Si el Espíritu te mueve, te empuja y te guía serás misionero y apóstol, testigo del Reino, hasta sin pretenderlo. Con tu vida harás tuyo el programa de vida de Jesús: el mismo que él descubrió en Isaías y encontrarás, en los pobres más cercanos, los destinatarios de la buena noticia que salta en tu corazón pugnando por salir de ahí. Al mirarte, los que andan privados de libertad, oprimidos por tantas cosas que los encarcelan desde dentro y desde fuera de sí, encontrarán el camino a la libertad que los haga crecer y vivir en plenitud. Serás una luz en el camino de tantos sin ella que la confunden con destellos, fogonazos y fuegos artificiales que solo ciegan más. Y todos encontrarán en ti comprensión con su barro y misericordia como la que el Padre te regala a ti todos los días.

Si te dejas llevar por el Espíritu tus palabras, como las de Jesús, llevarán espíritu y vida, luz y calor, dicha y gozo. Y no tendrán cabida en ti la queja, la protesta, el juicio ni la condena ante las fragilidades, la debilidad, las limitaciones ni los errores ajenos. Nunca pondrás triste a nadie. Verás en todos hermanos a quienes cuidar, con los que trabajar por el Reino y por los que dar la vida, a quienes servir.

Como a Jesús no te resultará fácil. Si el Espíritu lleva las riendas de tu vida no las llevarás tú, y te conducirá por caminos nuevos, fronteras y periferias, por los márgenes y orillas. Te descolocará, te descentrará y te desprogramará. Tendrás que negarte a ti mismo, a ti misma, y cargar con la cruz, entregar la vida. Merecerá la pena.