PENTECOSTÉS-C

sábado, 1 de junio de 2019

9 JUNIO 2019
PENTECOSTÉS-C

5 comentarios:

Paco Echevarría at: 01 junio, 2019 09:18 dijo...

UNIR LO DIFERENTE (Jn 20,19-23)

Asistimos hoy en el mundo a un fenómeno que, sin ser nuevo en la historia, siempre provoca convulsiones e inquietudes. Me refiero al fenómeno de la emigración que hoy va desde los países del tercer mundo hacia los del primer mundo. Los hombres dejan su casa –su cultura, su lengua, su ambiente...– y se aventuran en una casa extraña buscando una vida mejor. Vienen a nuestro mundo y, en muchos casos, suscitan no poca desconfianza y miedo. Y, sin embargo, el intercambio que necesariamente conlleva el movimiento de los pueblos es una oportunidad de enriquecimiento mutuo que a todos nos puede beneficiar. Para los creyentes, la fiesta de Pentecostés es una oportunidad de reflexión y clarificación de esta experiencia cada día más cercana.

Dice la Biblia que la desunión de los hombres y la falta de entendimiento entre ellos tiene su origen en el orgullo. Babel es el símbolo de la ridícula y absurda pretensión de escalar el mundo de los dieses para ser uno de ellos. Hay en ello un rechazo de la propia condición y –ya se sabe–, cuando el ser humano rechaza lo que es, termina rechazando a los que no son como él quiere ser. El pretexto puede ser múltiple: la propia cultura, el propio idioma, la propia visión política, la propia religión, la propia raza... Cuando se absolutiza un elemento, aparece la discriminación, el racismo, la intolerancia, la división, las luchas y las rivalidades.

Frente a Babel, Pentecostés representa la convergencia de lo diferente en un respeto profundo a la identidad de cada uno. No dice el texto sagrado que todos hablaran una sola lengua –sería uniformidad y masificación, la tentación de todos los absolutismos–, sino que cada uno oía el mensaje en su propia lengua. Conservan las propias características, pero poseen un ideal común. El Espíritu es el que hace posible el milagro. El Espíritu reúne lo que la soberbia separa.

Viene todo esto a decirnos que no hay que temer las diferencias o la diversidad ni ver con recelo el pluralismo en cualquiera de los sectores de la vida y de la sociedad. La unidad no puede hacerse sobre la base de sacrificar las diferencias porque eso significa destruir identidades. La unidad tiene que se juntar lo diferente para construir una grandeza que beneficie a todos.

En el orden político y en el orden eclesial será el Espíritu el que haga posible el prodigio de la unidad. Pienso ahora en nacionalistas y antinacionalistas, en progresistas y en tradicionalistas, en derechas e izquierdas... Sólo se construirá un mundo nuevo cuando unos y otros comprendan que se necesitan mutuamente y que el verdadero enemigo es el odio y la ira porque son ellos los que nos destruyen. Quien piensa distinto, siente distinto o vide distinto no es mi enemigo, sino mi complemento. En el coro de la vida podemos interpretar distintas voces, pero una misma canción. En ello está la belleza de la música y de la vida.

PACO ECHEVARRIA.

juan antonio at: 03 junio, 2019 18:12 dijo...

VIDA NUEVA PARA SIEMPRE
Del pasaje evangélico de hoy, pequeño, pero lleno de vida, (aunque todo él es Vida) tenemos que reflexionar en primer lugar, como están los “discípulos” cuando se presenta Jesús: están encerrados por miedo, cosa que nos puede ocurrir a todos nosotros, encerrarnos en nuestras miedos o mejor dicho en nuestras seguridades, yo cumplo con, yo hago esto, yo doy, yo y siempre yo: tenemos miedo, quizás hayamos hecho de la religión lo que tanto se dice por quienes no creen, que ante los miedos nos refugiamos en un Ser Superior, y tenemos que demostrar con nuestras vidas que si tenemos a Dios es porque “libremente” aceptamos, ya adulto, el don de la fe que se nos dio en el Bautismo.
Y viene Jesús y se pone ”en medio” de ellos y de nosotros, su presencia es viva y actual, en medio de nosotros, no es fantasma, es la presencia viva y real de Jesús Sacramentado, pero también está en su Palabra, ¡cuánto Palabra hemos proclamado estos días sobre ello!, está en medio de los que nos reunimos en su nombre, está en los hermanos más débiles, otra cosa es que lo queramos ver, sentir, vivirlo en nosotros.
Les desea la paz, por dos veces, y ya sobre ello reflexionamos la semana pasada, la Paz de Dios, es la que nos viene de mirarlo a Él, de confiarnos a Él, de sabernos en sus manos, esa es la Paz de Dios, no como la da el mundo, donde todo es llenarnos cosas que no son de Dios y en nuestro caminar tenemos que vaciarnos de esas cosas que se nos ha adherido o hemos ido cogiendo.
“Como mi Padre me envió, así también os envío yo”, no podemos encerrarnos, no podemos estar “parados mirando al cielo”, tenemos una misión que cumplir, cada uno, como en la parábola de los talentos, según nuestra capacidad, pero es tarea a cumplir, es misión de llevar a todos el Reino, Reinado de Dios, en definitiva el AMOR de Dios que Jesús nos trajo con su Encarnación
“Sopló sobre ellos y les dijo recibid el Espíritu Santo”, y les dio nueva vida, se renueva la creación como en el principio cuando Dios exhaló su espíritu sobre el hombre, así ahora pero en renovación de aquella primera vez, ahora es la plenitud de la vida en Dios, con plenos poderes de hacer de los hombres dignos hijos de Dios, quitando todo aquello que enturbie la plena relación de Padre a hijos, llenos del Espíritu que se nos da con el Bautismo en sus dones y con sus frutos que recibimos en perfección de nuestras vidas.
Ya hemos cumplido el ciclo, ya Jesús cumplió lo que prometió, ya tenemos que caminar cogido de la mano del Señor, en el nombre del Padre que nos creó por amor, del Hijo que nos trajo el rosto del Padre y del Espíritu que lo renueva todo y nos hace vivir la vida de Dios, si queremos, pues ese es otro regalo que Dios hizo a la humanidad, la libertad, la libertad de los hijos de Dios y ahí tenemos el campo de nuestra vida para hacer con ella testimonio de Dios porque vivimos conforme a su Palabra o ……
Santa María, Madre de Dios y Madre nuestra, Tú que supiste dar ese sí a Dios desde tu pequeñez, haznos así a nosotros para que sepamos decir siempre sí a Dios en nuestro día a día, AMEN

Vicente at: 04 junio, 2019 18:35 dijo...

Pentecostés

La mejor definición que yo conozco de cultura dice así: “Cultura es lo que nos queda cuando olvidamos lo que habíamos aprendido”

Las dos mejores definiciones que yo conozco del concepto belleza dicen así: “Bello es aquello que visto, agrada” y “La belleza es aquello cuya contemplación produce un placer puro y desinteresado”

Hay conceptos que por su elevada abstracción intelectual y espiritual sólo pueden definirse desde la mística o la fe y, claro, no todo el mundo los puede entender.

La Santísima Trinidad es un Dogma de Fe que ni San Agustín logró descifrar; pero El Espíritu Santo, a quien, personalmente profeso una gran devoción y le llamo amigo, a diferencia de las otras dos Personas, Padre e Hijo, no tiene representación iconográfica salvo una paloma que, al final, no dice nada.

Son muchas las cosas que sabemos que están en nuestro día a día y no sólo no las vemos, sino que no las podemos definir: la emoción que provoca el llanto de un niño, la primera vez que acunas un bebé, la amistad sincera y, en planos más elevados: la Divina Providencia que sin saber ni cómo ni por qué nos saca de un apuro.

El Espíritu Santo es la Tercera Persona de la Santísima Trinidad y solamente establecer jerarquía y ponerle el último ya es un error; pero de alguna forma tiene que organizarse nuestra inteligencia para entender algo: al menos un orden: primero, segundo, tercero… etc.

Pocas personas saben que es obligatorio, al rezar el Credo, agachar la cabeza como señal de respeto en el punto que dice: “… fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo”

Jesús nos habla muchas veces de Él: es nuestro Abogado, el Paráclito etc. Pero la palabreja Paráclito no es de uso corriente, con lo que la claridad es escasita.

Yo creo que Pentecostés, palabra que también ayuda poco al procomún, es la gran fiesta, la entrega completa de la Santísima Trinidad a la torpe condición humana tras la Resurrección de Jesús. Gracias Él, el sacerdote, lo dice el Evangelio de este domingo, puede perdonar o retener los pecados: lo más sublime que Dios puede hacer con nosotros: darnos su perdón.

No tenemos inteligencia suficiente ni abstracción como para llegar a esa altura; tenemos que recurrir a algo que tampoco tiene definición precisa: al Amor y también, a la Fe. No hay más.

Por eso quiero convertir esta comunicación en una oración:

Espíritu Santo, gracias por amarnos y por cuidar de todos y de cada uno de nosotros. Te quiero Amigo mío, mi mejor amigo. Te pido por favor que sigas, por la eternidad, cuidando de estos torpes egoístas, cuando no desalmados, que fueron hechos a Imagen y Semejanza De Dios y redimidos por la Sangre de Jesucristo. Amén.

Maite at: 04 junio, 2019 18:37 dijo...

Celebremos la fiesta del Espíritu, que nos habita e impulsa, nos fortalece e ilumina y nos sana. Esta llama de amor viva que graba a fuego en nosotros a Jesús resucitado, su enseñanza y sentimientos, sus anhelos y pasiones. Brisa suave o viento impetuoso, fiel amigo y compañero, abogado y consolador.

Dichosos nosotros que vivimos el tiempo del Espíritu, fuerza y ternura de Dios, su aliento e inspiración, que dibuja la unidad en la hermosura de la diversidad, canta en nosotros las maravillas de Dios y cincela en nuestras almas la capacidad de renunciar a nosotros mismos en pro del bien común.

El Espíritu no borra con su soplo nuestras dificultades pero alumbra lo mejor que poseemos para sacar bien del mal, amor del resentimiento, perdón del agravio, hermanos de los enemigos.

Donde la paz vence al miedo y la comunión al individualismo, allí está el Espíritu. Cuando ves en el pobre y el pequeño el dedo de Dios, es la obra del Espíritu en ti. Cuando amas sin motivo ni razones hasta dar la vida, cuando entregas todo de ti, poco o mucho, y sirves hasta el desgaste a los demás, es la obra del Espíritu en ti.

¿Verdad que merece la pena vivir así, con él y desde él?

Anónimo at: 05 junio, 2019 10:08 dijo...

Gracias Maite, por tu comentario-oración