BAUTISMO-A

sábado, 4 de enero de 2020

12 ENERO 2020
Bautismo-A

4 comentarios:

Paco Echevarría at: 04 enero, 2020 09:29 dijo...

CUANDO EL CIELO SE ABRE

El bautismo de Jesús cierra el ciclo de la Navidad, como un domingo puente entre la infancia y el ministerio del Mesías. Juan preparó la acogida del Esperado predicando la purificación del pecado, la vuelta a Dios y el cambio de costumbres. Sus seguidores eran sumergidos en las aguas del Jordán para simbolizar –mediante el lavado del cuerpo– una limpieza más profunda: la del corazón. Jesús acudió como uno más, no porque necesitara el bautismo, sino por lo que iba a ocurrir a continuación: el cielo se abrió y descendió sobre él el Espíritu, al mismo tiempo que una voz le señalaba como el Hijo amado.

Ese fue el comienzo de un período de tiempo breve –apenas tres años–, pero intenso porque cambió el curso de la historia. Jesús de Nazaret mostró a sus contemporáneos el rostro de Dios, un rostro hasta entonces imaginado –como poderoso, señor, santo y justo– y desde entonces contemplado -como padre misericordioso–. El cielo se abre y el Espíritu desciende cada vez que un hombre toma conciencia de su dignidad de hijo amado y ve, con esos mismos ojos, a cada uno de los que encuentra en su camino. Esa es la novedad –la Buena Noticia– de Jesús de Nazaret.

El problema es si hoy los hombres están abiertos a esa lluvia de gracia o, por el contrario, prefieren vivir atrapados en sus miedos y obsesiones. Es tarea de los creyentes anunciar que el Dios al que se teme no existe porque el que existe es un Dios que ama y donde hay amor no hay temor. El cielo se abre y el Espíritu baja, no para fiscalizar la vida de los hombres y sembrar el mundo de inquietud, sino para llenar de paz el corazón humano y despertar en él sentimientos de bondad.

Hace poco años que hemos cerrado un siglo lleno de contrastes y muchos miran hacia atrás con pena porque son graves los problemas que deja en herencia al siglo XXI. Por ello, hoy más que nunca, es necesario señalar el horizonte hacia el que caminamos con el dedo de la esperanza e invitar a todos a la digna tarea de construir un mundo nuevo y mejor. Ya va siendo hora de que alguien se ponga a derribar las vallas que nos dividen y enfrentan. La mano derecha tiene que comprender que necesita a la izquierda y la izquierda, a la derecha; que no son opuestas, sino complementarias y que, por ello, ambas son necesarias. Este siglo debe ser el siglo del entendimiento y la colaboración. Lo cual sólo es posible con un corazón nuevo. Necesitamos que el cielo se abra de nuevo y que baje el Espíritu sobre cada hombre para que, al descubrir la propia dignidad y la dignidad del otro, construyamos entre todos –desde las diferencias que nos complementan y enriquecen– un mundo más humano, un mundo de hermanos.

Vicente at: 08 enero, 2020 11:42 dijo...


Este Domingo celebramos el Bautismo de Jesús.

Se me ocurren varias cosas al respecto de un fragmento con tan pocas líneas:

El propio Juan se sorprende, si no se espanta, cuando el mismísimo Hijo de Dios es quien acude a bautizarse; pero la respuesta y determinación de nuestro Salvador es tan firme y lacónica como inapelable:

“Conviene que así cumplamos toda la Justicia”

El Bautismo es el primero e indispensable para poder recibir el resto de los sacramentos. Nadie puede casarse, ordenarse, comulgar, confirmarse, confesarse ni recibir la Unción, sin estar previamente bautizado.

El nombre es lo único que nos acompaña no sólo durante toda la Vida, sino hasta en la lápida y seguro que en el registro civil y en el Libro de los Ángeles siempre, siempre, siempre.

Es un sacramento indeleble: no se puede borrar: todos los demás podemos mancillarlos con el pecado; pero no hay manera alguna de arrancarse el bautismo porque te convierte nada menos que en Cristiano, en Hijo de Dios y Salvado por Jesucristo.

Hay sí, tres tipos de Bautismo: el que conocemos con el agua, el de Sangre: una persona que da su Vida por Cristo o por los demás aunque no haya sido bautizado todavía y el de deseo: quien, yendo a la pila con determinación, fallece por el camino. Los tres son totalmente válidos.

Ningún pecador, yo el primero; ni el apóstata ni el excomulgado pueden arrancarse ni les pueden arrancar el bautismo.

Peo el Garras se ha ido ocupando, como en todo lo importante, de que vayamos restando importancia a lo que la tiene. Ser Padrinos no es un juego social: se contrae la obligación sagrada de velar por la buena educación cristina del ahijado o la ahijada. Si Dios nos hizo varón y mujer, no valen esos padrinazgos que no tienen ni calificación y que el derecho civil admite como contrato social entre personas del mismo sexo o son ateos. Y el periodismo amarillista, sin conciencia y satánico: repito: satánico, pone a caldo al buen párroco que niega ese tipo de padrinazgo: sólo cumple con su obligación de sacerdote y de ser humano: un padrino y una madrina.

También puede haber compadrinos y comadrinas en causas muy singulares y con dispensas.

Admiro a los buenos sacerdotes. Soy muy devoto del Santo Cura de Ars, Patrón de los párrocos y termino con una anécdota veraz, estudiada y contrastada en su Proceso de Canonización.

Vino otro párroco de un pueblo vecino a preguntarle: Padre: Vd. es pobre, hay muchos otros oradores mejores que Vd. ( dicho con todo el respeto) las gentes de aquí son incultas y llena cada domingo la Iglesia, que tiene goteras y los fieles se mojan cuando llueve o nieva viniendo, andando durante horas, por caminos embarrados. ¿Cómo lo hace?

La respuesta fue: ¿Cuántas horas pasa Vd. arrodillado ante el Sagrario rezando por sus feligreses y recorre ese mismo camino, el día y a la hora que toque, para llevarles la comunión o sólo acompañarles si están enfermos o van a ser padres… aunque sea una chica que lleva casi nueve meses venir a Misa porque siente tanto desprecio como vergüenza en el pueblo … y está sola en su granja?

Ahora cuenta los que van a Misa y mira los padrinos de los niños que no van.

Vicente Barreras,

Maite at: 08 enero, 2020 14:33 dijo...

Merece la pena leer y meditar la hojilla y la explicación que da del Bautismo de Jesús, profunda e inspiradora. Merece la pena reflexionar sobre nuestro propio bautismo y sus consecuencias en nuestra vida.

Porque todo bautizado, como Jesús, es un elegido en quien el Padre se complace, al que lleva de la mano para hacer de él alianza y luz de los pueblos, para dar vista, libertad, vida a todos. Y todo ello con el estilo de Jesús, según el Padre: con suavidad y humanidad, sin imposiciones ni presiones, sin alardes de poder; pero con perseverancia y constancia, con firmeza y resiliencia. Alguien que pregona con su vida, sus palabras y obras, como Jesús, que el Señor bendice a su pueblo con la paz.

El bautizado, como Jesús, ha sido ungido con la fuerza del Espíritu que mueve y empuja a hacer el bien, a curar.

Como bautizado también tú estás llamado a abrir los cielos para todos. A dar testimonio del amor del Padre que busca incansable a sus hijos para hacer de ellos la morada de su Espíritu. Estás llamado a una vida nueva, a ser recreado por medio de tu entrega, hasta el último aliento, al servicio de los demás. A ser Jesús.

juan antonio at: 09 enero, 2020 20:07 dijo...

Con el Bautismo de Jesús, tendríamos que celebrar nuestro bautismo, pues si Él no lo necesitaba, más que para darse a conocer por el Padre y el Espíritu en el inicio de su vida pública, nosotros lo necesitamos para ser eso, hijos de Dios y miembros de su Iglesia.
Deberíamos preguntarnos muchas veces qué es para nosotros el Bautismo, saber qué día nos bautizaron, los padrinos, qué pasó ese día en el hogar familiar, pues si no exteriormente, interiormente, era el día más grande para nosotros.
Éramos pequeños y ni pedimos ni manifestamos nuestras creencias, ni renunciamos a nada, nuestra familia lo celebraría.
Pero si recuerdo que en la Primera Comunión, en un acto, entonces, vespertino, sí dábamos ese paso adelante ya con un poco de más conciencia, con la vela encendida en la mano pedimos y contestamos a aquellas preguntas que en su día otros hicieron por nosotros.
Ahora cabríamos preguntarnos que es el Bautismo, y con el actual catecismo, tenemos que decir que es el Sacramento de la fe, casi como nos enseñaron con el catecismo de Ripalda (1616) al preguntarnos qué quiere decir cristiano y respondía, hombre de Cristo, cuya fe profesó en el Bautismo.
La fe, se nos dio en el Bautismo como don y como nos decía Benedicto XVI (Porta Fidei), a la vez es un acto humano, pues por él aceptamos a Jesucristo, muerto, resucitado y subido al cielo: es un encuentro con Cristo al que hemos ido poco a poco, al ir caminando paso a paso en la fe conforme a nuestra edad.
Pero ahora, al reflexionar sobre el Bautismo, ya adulto, tenemos que dejar ver nuestra identidad de cristiano con el testimonio que demos de Cristo, con nuestra palabra y nuestros hechos, qué tenemos de Evangelio en nuestra vida, pues el Evangelio es los dichos y gestos de Jesús y como creyentes no nos podemos quedar en meras manifestaciones vacías de todo lo que implica ser cristiano, llamados como decíamos la semana pasada a ser hijos de Dios y en esta lo ratificamos, al hablar del Bautismo: tenemos que ser reflejo de la vida de Jesús en el mundo y no nos engañemos a nosotros mismos, tengamos la valentía de seguir a Cristo, o de irnos como el joven rico, pues rico se puede ser de muchas maneras aunque no tengamos un duro.
Que escuchemos la voz del Padre y veamos la presencia del Espíritu en nuestra vida, en nuestro caminar con Jesús, “”mi hijo, el amado, mi predilecto” y lo fue siendo fiel hasta el fin, cosa que debemos pedir constantemente, fidelidad a nuestra vocación y misión, pues como ya he dicho otras veces, “Señor, qué quieres hoy de mí, qué me pides” y aquí estoy para hacer tu voluntad.
Santa María, Madre de Dios y Madre nuestra, enséñanos a pedir luz en nuestro discernimiento, para cumplir día a día nuestra vocación y misión, AMEN