4º CUARESMA-A

sábado, 14 de marzo de 2020

22 MARZO 2020
4º CUARESMA-A


3 comentarios:

Paco Echevarría at: 14 marzo, 2020 09:57 dijo...

DE CIEGOS Y CEGUERAS (Jn 9,1-41)

El relato del ciego de nacimiento nos ofrece la oportunidad de reflexionar, una vez más, sobre las cegueras que padecemos los humanos. La primera es la de los discípulos de Jesús: ven la realidad a través de prejuicios, la interpretan a partir de presupuestos equivocados. Al ver la desgracia ajena, se preguntan qué pecado la ha ocasionado. Es como si el sufrimiento y el infortunio fuera siempre un castigo. Dado que Dios es justo, la responsabilidad tiene que ser necesariamente humana. Jesús rechaza ese planteamiento y viene a decir que no se puede salvar el honor de Dios a costa del honor del hombre. La desgracia es consecuencia de la limitación humana y, si se mira con ojos de fe, puede verse en él una ocasión de misericordia.

Luego está la ceguera del ciego: está atrapado en sus propias tinieblas interiores. Es la ceguera de la víctima y consiste en que se le impone algún tipo de mal o de maldad y se le impide ver la realidad con objetividad. En estos casos es necesaria una ayuda adecuada que arranque la venda de los ojos, cosa que no es posible sin comprometerse, sin mancharse los dedos de barro.

La tercera ceguera es la de los fariseos. Es la más terrible porque quien la padece no es consciente de ella. Son videntes ciegos que niegan la realidad cuando las cosas no se adecuan a su mentalidad o a sus intereses. Si se encuentran con el milagro, buscarán un diablo al que atribuírselo con tal de no revisar sus planteamientos. Y es que la ceguera de la mente es muy difícil de reconocer y de curar. Y lo que es peor: para justificarse ante sí mismos pretenden imponerla a los demás. Es la postura del fanático que siempre trasluce una radical inseguridad. Los hombres verdaderamente convencidos proponen su pensamiento, mientras que los que dudan de sus propias convicciones tratan de imponerlo. Por eso es tan descorazonadora la figura de un hombre insultando, despreciando o atacando a quien piensa, siente o vive de otra manera.

La cuarta ceguera es la de los familiares. No quieren complicaciones y, por eso, ante la evidencia evitan tomar postura. Es la ceguera que brota del miedo e impide el compromiso. Para estos ciegos vale más la propia seguridad y los propios intereses que la verdad por muy clara que ésta sea. Prefieren vivir instalados en su mediocridad ignorando que sólo la verdad libera del miedo.

Frente a estas cuatro cegueras está la luz que viene de lo alto y disipa las tinieblas que bloquean al hombre. Como el agua de la samaritana, esa luz se instala en el interior y da brillo a todo el ser. No pierdo la esperanza de que pronto amanezca un mundo libre de cegueras, con hombres de mente abierta, tolerante y respetuosa, donde las diferencias sean riqueza y no peligro y la diversidad, el único modo de ver la realidad completa.

juan antonio at: 16 marzo, 2020 19:30 dijo...

Una vez más el Señor viene a nuestro encuentro, no lo llama nadie ni nadie le pide nada, es la discusión de los discípulos quien hace surgir el milagro.
Dejamos para otra ocasión la discusión sobre quien pecó, pues en otra ocasión también Jesús se pronuncia sobre el tema.
Como la semana pasada, y en camino ascendente, Jesús nos busca, esta semana empieza con un milagro, o como le gusta a Juan, con un signo, cuyo beneficiario no sabe del benefactor más que el nombre, Jesús, y éste una vez realizado, desaparece en la multitud y empieza ese rosario de incomprensiones, empezando por el mismo ciego quien lo califica de hombre, profeta, procede de Dios, Señor (como nos dice la Hoja) pero no llega al encuentro, a conocer a Jesús hasta que éste lo busca porque le hacen daño con la expulsión de la sinagoga y se abre dándole su identidad, el Hijo del Hombre, ““lo estás viendo, el que está hablando contigo””.
Nuestra reflexión tiene que ser, cómo me busca Jesús en mi vida, como se hace presente para que yo lo reciba, lo acepte, lo adore y alabe, dándole gracias por quitarme tantas cegueras de mi vida, ¡tantas!: esta tiene que ser nuestra oración esta semana.
La pasada fue el agua viva, el manantial que nos inunda de gracia, esta es la luz que nos ilumina en el camino de nuestro ir al Padre: vivimos inmersos en tantas oscuridades que no nos damos cuenta de la presencia de Dios en nuestras vidas, a través de nuestros hermanos y sobre todo los más necesitados, en ellos nos está diciendo “soy yo, el que está hablando contigo” sobre mi enfermedad, sobre mi soledad, sobre el abandono de mi familia, el que te pide una ayuda para comer hoy, el que no tiene donde dormir, el que no sabe mañana donde se va a levantar……… ¿no te das cuenta?, ese “”soy yo”” el que te ha curado.
Y nosotros tenemos que hacernos el encontradizo con todos ellos y darnos en la medida que nos sea posible, pero nunca, nunca, quedarnos impasibles, nunca pasar de largo, que sea ……lo que sea, pero tengo, tenemos que darnos.
Estamos pasando tiempos muy difíciles, nos quedamos en casa, pero desde nuestra habitación o en familia, podemos dirigirnos a nuestro Padre Dios, a Jesucristo, rostro del Padre y con la fuerza del Espíritu en una oración de hijos, sencilla, de niños que somos todos, aunque los años nos puedan y con el ejemplo de María, bajo cuyo amparo nos acogemos en nuestras necesidades, pidamos les por esta pandemia, que todos sigamos las normas, que los enfermos sanen y los familiares desconsolados, sean acogidos, Virgen Santa y Bendita, AMEN.

Maite at: 19 marzo, 2020 22:47 dijo...

“Decidíos a creer que Alguien sabe mejor que vosotros qué es lo que os cura y lo que puede hacer luminosa vuestra vida”. Preciosas las palabras que Dolores Aleixandre pone en boca del ciego de nacimiento y que Juan nos ofrece en el contexto de la hojilla.

Retratan mucho de lo que vivimos estos días difíciles. Aparentemente nos cerca la oscuridad de esta crisis sanitaria, con su crueldad y su incertidumbre. Y sin embargo recibimos mensajes inusitados de nuestros gobernantes y demás autoridades para afrontarla. En vez de bombardear con la conveniencia del aborto y la eutanasia, de empujarnos a un consumo brutal e inhumano, a un individualismo exacerbado, se nos habla de la responsabilidad y solidaridad para con nuestros mayores y personas más vulnerables. Del valor del sacrificio por los demás, de la entrega…

De repente somos una ciudadanía volcada en protegernos unos a otros, en cuidarnos, en animarnos y sostenernos. Aún falta mucho, pero estos días ya están sacando lo mejor de nosotros en muchos casos. Esto sí se parece o evoca la fraternidad del Reino de Dios. Sumergidos en las tinieblas de estos días parecemos, más que nunca, hijos de la luz.