DOM-29A

sábado, 10 de octubre de 2020
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3 comentarios:

Paco Echevarría at: 10 octubre, 2020 16:18 dijo...

DIOS Y EL CESAR

Se discutía en tiempos de Jesús si era o no lícito pagar el tributo romano. Los saduceos -más pragmáticos y realistas- sostenían que había que pagarlo para evitar problemas mayores; los fariseos -y con ellos la mayoría de la gente- se negaban a ello porque era un signo del sometimiento a Roma. De hecho hubo no pocas revueltas por este motivo. La pregunta que le plantean a Jesús es inflamable y de hondo calado político: si decía que sí, se enfrentaba al pueblo; si decía que no, se le podía denunciar ante las autoridades romanas. En cualquier caso perdía influencia y poder ante las masas.

Pero, si inteligente fue la pregunta, más inteligente fue al respuesta. La moneda en circulación era romana y ello, de por sí, significaba el dominio de Roma sobre Israel. Era absurdo discutir un asunto menor -el pago de los impuestos- cuando el mayor -la dominación romana- se imponía como un hecho incontrovertible. Pero no era ese el verdadero problema del Judaísmo. Jesús aprovechó la pregunta para plantearlo abiertamente: Dad al Cesar lo que es del Cesar y a Dios lo que es de Dios significa que hay que poner a los hombres en su sitio y a Dios en el lugar que le corresponde. Ellos preguntaban por los derechos de las autoridades y Jesús respondió que siempre han de estar por debajo de los derechos de Dios. No hay dos poderes paralelos e independientes entre sí. Sólo hay una autoridad: la de Dios; la que disfrutan los hombres es siempre limitada y está sometida a un poder superior.

Tal vez alguno interprete que esto es negar la autonomía del orden temporal, pero no es así. Evidentemente, las instituciones temporales -políticas, económicas, culturales, etc- no están sometidas a la Iglesia como institución. Pero es falso que el poder sea absoluto y absolutamente independiente. Pensar así conduce al absolutismo. Cuando las circunstancias de la vida -o los votos- entregan el poder a un hombre -o a un grupo-, éste debe tener presente en todo momento que el suyo es un poder limitado. Si es creyente, pensará que, por encima de él esta Dios; si no lo es, deberá pensar que sobre él están el bien común y la justicia. Olvidar esto conduce primero a prácticas totalitarias -para eliminar al adversario y consolidar la posición alcanzada- y luego a la corrupción como medio para lograr beneficios personales o de grupo.

Cuando el Cesar se cree Dios y exige la sumisión absoluta y el derecho por encima de todo derecho, la Iglesia -y cada creyente- ha defender contra viento y marea la soberanía de Dios como garantía última del bien común. Para los creyentes la única razón que justifica el poder humano es la defensa de los débiles. No hay mejor razón para explicar que, siendo todos los hombres iguales, unos estén situados por encima de otros. Por eso, para Jesús, la autoridad es servicio y no dominio.

juan antonio at: 16 octubre, 2020 11:07 dijo...


La carta de Pablo a los Tesalonicenses, nos dice
“”Ante Dios, nuestro Padre, recordamos sin cesar
--la actividad de vuestra fe
--el esfuerzo de vuestro amor y
--el aguante de vuestra esperanza en Jesucristo, nuestro Señor.””

Este recuerdo de Pablo de los tesalonicense es todo un programa de espiritualidad para todo seguidor de Jesús, pues nos está hablando de una fe activa, es decir llena de obras y de obras en orden a los hermanos, como recuerda también el apóstol Santiago, una fe con obras, y con ello veamos la no contradicción de uno y otro apóstol respecto de la fe, la sola fe y la fe con obras: Pablo nos habla de nuestra salvación por la fe pero nos habla de una fe activa, no pasiva ni vacía.
Respecto del amor nos habla del esfuerzo que hemos de poner en él, y como decía una santa actual, amor hasta derramar sangre: el amor siempre nos costará porque exige de nosotros una renuncia a nosotros mismos en favor del que nos hacemos prójimo, disponiendo de nuestro afecto, acompañamiento, atención, tiempo y por supuesto nuestro patrimonio, mucho o poco, pero siempre nos daremos y daremos, restituyendo no solo lo que perdió el necesitado por nuestra defectuosa acción, sino la falta de dignidad que conlleva la pobreza.
Que esperamos, esperamos la venida de Nuestro Señor, de la que no sabemos ni día ni hora, y ese aguante, en mi entender, es nuestro estar en vela, para alcanzar la plenitud del Reino de Dios empezado en este mundo, no lo olvidemos, ni hagamos el Reino de Dios como cosa futura y que no me implica en esta vida, está muy claro en Mateo 25, “venid bendito porque tuve hambre….”, ese el Reino de Dios, como para Dios, según Isaías (56,6), el ayuno era romper las cadenas…..

Que programa, para encarnarlo y conformar nuestra vida al estilo de Jesús, ideal y aspiración de todo cristiano, lo demás es baratija, piadosa, no lo niego, pero baratija: hay que ir a lo esencial: el Reino de Dios, el Amor de Dios, hecho vida para todos, de los, repito, nos hacemos prójimo, pero desde YA.

El Evangelio nos trae la pregunta trampa y la salida de Jesús, todo es de Dios, pues aún lo del Cesar, y hoy día más, es suyo y es de los hermanos. Y me explico, a Dios le tenemos que dar nuestro corazón y vida, de todas formas en nuestras obras a los demás, pues si no qué demostramos con decir que amamos a Dios?: obras son amores y no buenas razones: por ello si amamos a Dios y a los hermanos, el tributo, debe, no sé si siempre lo es, aquello que termina en las acciones del bien común, y si en esto, en pagar impuestos, somos tramposos, estamos quitando a Dios en los hermanos, el bienestar de todos y sobre todo de los más débiles. Seamos conscientes de lo que damos a Dios, pues todo es de Dios, porque todo llega a Dios en nuestros hermanos.

Santa María, Madre de Dios y Madre nuestra, enséñanos a decir ¡AMEN!

Maite at: 16 octubre, 2020 17:35 dijo...

La respuesta de Jesús a la pregunta capciosa de fariseos y herodianos nos recuerda que estamos obligados a cumplir con nuestras obligaciones como ciudadanos e hijos de Dios. Y ello sin divisiones. A Dios se le da lo suyo cuando se busca el bien común.

Una buena manera de hacerlo es seguir la recomendación de Pablo que la hojilla pone de relieve: como hijos del Padre y elegidos por él se nos pide la actividad de la fe, es decir las obras de Jesús a favor de toda persona; el esfuerzo de nuestro amor, ese semejante al suyo que implica dar la vida por todos; y la firmeza de la esperanza en Jesús, pase lo que pase.

Dios tiene autoridad incuestionable para hacer de un rey pagano instrumento de su salvación para todos. Sus asuntos son los nuestros y los nuestros los suyos.

El salmista no tiene problema en reconocer quién es Dios en su vida y en la historia, y canta y alaba, cuenta y anuncia a todos los pueblos sus maravillas, le reconoce como rey de reyes y digno de toda alabanza.

Frente a falsas dicotomías y divisiones Jesús nos invita con claridad a la unidad de vida. No somos creyentes y ciudadanos responsables, sino ciudadanos creyentes que viven y expresan su fe, su esperanza y su amor al servicio de todos, para que venga a nosotros su Reino de amor y de paz.