DOM-27B

sábado, 25 de septiembre de 2021
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4 comentarios:

Paco Echevarría at: 25 septiembre, 2021 16:40 dijo...

EL MIEDO AL COMPROMISO (Mc 10,2-16)

La pregunta que formulan los fariseos a Jesús es la que muchos católicos se hacen hoy día ante el aumento de divorcios y separaciones matrimonia¬les, si bien en la actualidad el problema se plantea en un contexto social y cultural bien distinto. En la Ley de Moisés estaba previsto y consentido el divorcio (Dt 24,1-4). Pero la situación era injusta porque sólo el esposo tenía la iniciativa y los derechos. La mujer era un sujeto pasivo. Además, algunos interpretaban el texto del Dt en sentido tan amplio que bastaba que se le quemara a la mujer la comida para divorciarse de ella y dejarla en la calle -en la sociedad patriarcal a la mujer sólo se le reconocen tres funciones: satisfacer los deseos del varón, darle hijos y hacerle de criada-. Una mujer abandonada sólo podía sobrevivir si se unía a otro hombre. El divorcio evitaba que fuera acusada de adulterio ya que éste se castigaba con la lapidación.

Cuando aquellos hombres plantean a Jesús el problema, él ve inmediatamente la injusticia de la situación, contraria al designio de Dios que no creó un señor y una criada, sino dos seres humanos llamados a ser uno. En su pensamiento el gran valor de la existencia es la unidad que tiene como fundamento el amor. El matrimonio es la expresión más profunda y comprometida de la unidad entre dos seres humanos. Sólo desde aquí podemos conectar con su pensamiento.

Hoy la situación es bien distinta. La defensa de la ruptura matrimonial tiene como telón de fondo el miedo al compromiso y un concepto del amor en el que prevalece la sensación sobre la emoción. Creo que, en occidente, el problema no es tanto el divorcio cuanto la incapacidad para comprometerse. Muchos prefieren juntarse sin pasar ni por el juzgado ni por la iglesia porque -según dicen- para estar juntos no necesitan bendiciones ni aprobaciones de nadie y, si la cosa no funciona, es más fácil separarse. El problema -la pregunta- es si puede haber felicidad sin amor y amor sin compromiso.

Evitar el compromiso significa aceptar resignadamen¬te que no existe el amor auténtico -ese que encuentra la felicidad en el bien del otro y se manifiesta en la renuncia y la ternura-. Y dar eso por supuesto es claudicar ante la mediocridad y superficialidad de la cultura de la apariencia y de la provisionalidad. Sólo es feliz el que bebe de la fuente que mana en su interior -el agua de los pozos sólo quita la sed un instante-. No es la posesión de lo que está fuera, sino la expresión -la donación- de lo que hay en el interior lo que llena el corazón humano y nos hace felices. Si el matrimonio se entiende como posesión y dominio, no es extraño que tarde o temprano se deshaga -por cansancio-. Pero, si se entiende como encuentro, como plenitud de uno en el otro, la cosa dura para siempre porque perder al otro es perder algo de sí mismo.

Francisco Echevarría

Maite at: 29 septiembre, 2021 15:35 dijo...


He disfrutado mucho con la lectura del capítulo cuarto de Amoris Laetitia que Juan nos ha propuesto en la hojilla para reflexionar sobre el evangelio de este domingo. Es un capítulo precioso, completo, alentador y positivo, que no deja de girar en torno a ese bello título: la alegría del amor.

El Papa no esconde el sacrificio ni las renuncias que se esconden tras la fidelidad en un proyecto de vida común, pero muestra también toda la hermosura que hay en él, y la verdad que subyace. Es decir, se habla del verdadero amor, amor del bueno; que es el evangélico, el amor según Jesús, el que vive quien le sigue y quiere llamarse discípulo suyo.

El Papa no oculta las dificultades, porque las hay, y me han gustado mucho dos frases que muestran el corazón maternal de la Iglesia, que acoge y quiere caminar junto a aquellos que las sufren y padecen en su proyecto de vida, iniciado, un buen día, con tanta ilusión y buena voluntad muchas veces. Las frases son las que siguen.

“Sin embargo, no conviene confundir planos diferentes: no hay que arrojar sobre dos personas limitadas el tremendo peso de tener que reproducir de manera perfecta la unión que existe entre Cristo y su Iglesia, porque el matrimonio como signo implica “un proceso dinámico, que avanza gradualmente con la progresiva integración de los dones de Dios”.

“El amor matrimonial no se cuida ante todo hablando de la indisolubilidad como una obligación, o repitiendo una doctrina, sino afianzándolo gracias a un crecimiento constante bajo el impulso de la gracia”.

En este inicio de curso todos podemos matricularnos en la asignatura de la alegría del amor. Y los más aventajados pueden y deben ayudar a los más rezagados. Entre todos podemos proponernos que no haya suspensos en nuestra clase. Hemos sido creados por y para el amor, somos fruto del amor entre dos personas, y Jesús nos invita a volver al proyecto originario de Dios: un proyecto de amor e igualdad. Podemos empezar pidiendo un corazón de niño.

juan antonio at: 01 octubre, 2021 10:56 dijo...

En el evangelio de esta semana podemos decir que nos presenta dos partes, una la pregunta capciosa de los fariseos y otra las actitudes para estar en el Reino de Dios.
Respecto de la primera, este pasaje ha de completarse con el correspondiente de Mateo, pues en Mateo parece ser donde se formula la pregunta intencionada y me explico: el divorcio, el repudio estaba autorizado en la Ley, Deuteronomio 24,1-3, pero con una causa y ellos quieren un divorcio por cualquier motivo, he ahí la cuestión que plantean a Jesús.
Jesús por un lado nos enseña dos cosas, una que hay que ir a las fuentes, qué nos dice la escritura sobre el matrimonio en los orígenes y en los orígenes nos dice que la mujer y el hombre, en igualdad de condiciones, forman una nueva comunidad basada en el amor mutuo porque así lo quiso Dios, el hombre/mujer abandonará a sus padres y serán los dos una sola carne, lo más intimo de lo intimo, yo no soy yo ni ella es ella, SOMOS UNA SOLA CARNE, entrega total absoluta.
Este es el origen de todo, de todo lo que luego los hombres hemos ido desmoronando en multitud de uniones a las que llamamos matrimonio pero que no encajan dentro de lo que Dios quiso para el hombre y la mujer, lo hemos desvirtuado todo, en aras de una libertad que se desborda en libertinaje, pues esto es la libertad que no tiene unas reglas en su desarrollo.
Dentro de esta cuestión, Jesús plantea una igualdad de derechos para la mujer y el hombre, pues según los judíos era el varón el que despedía, repudiaba y Jesús nos dice que si uno u otra repudia a la pareja y se casa, comete adulterio, ya no es solo el varón, sino también la mujer y aquí podríamos hablar mucho del valor de la mujer para Jesús el cual no rechazó ni a las más pecadoras, ni a las extranjeras, se dejó querer, perdonó, aconsejó, dialogó, y fueron las que estuvieron hasta la última hora y las primeras que llegaron el primer día de la semana al sepulcro, defendió a la mujer de toda humillación y marginación, releamos los textos evangélicos que hablan de ellas, veremos que Jesús llevó la contraria, aún en esta cuestión, a la sociedad de su tiempo.
Cuestión ésta que con el devenir de los tiempos la Iglesia se encargó de desvirtuar e iniciar una marginación mayor de la que tenían en la sociedad judía y que dura hasta nuestros días, donde tímidamente se está iniciando una relevancia de la mujer en los asuntos de Iglesia, pero tímidamente y para ello se crean comisiones y más comisiones para estudiar una libertad e igualdad que Dios nos dio desde el principio de los tiempos y parece más bien que estamos emendado la plana a Dios y aún más en pleno siglo XXI y no lleguemos tarde a todo como siempre, no sigamos con una Iglesia machista, donde el varón es el que debe de ocupar esto o lo otro y la mujer, pues ya veremos, no y no, es hora de que las mujeres haga sonar los clarines, diciendo “”aquí estamos, Señor para hacer tu voluntad””.
La última parte nos trae quienes entraremos en el Reino de Dios, los que seamos como “niño” y qué es lo que caracteriza al niño, su inocencia, su limpieza, su vida transparente, sin tapujo, abierto al amor y amando, sin nada, pobre y, entonces, mal considerado, yo diría como Jesús del que nos dice S. Pablo en la carta a los Filipenses (2,611) que se hizo uno de tantos, ahí tenemos la norma, el camino y qué trabajo nos cuesta pues desde siempre hemos querido ser el primero, el más importante y “”entre vosotros no será así””, pues que no lo sea y entendamos lo que es servir, como dice Nati Mistral en su poema, SERVISTE HOY?, A QUIEN?.
Santa María Madre de Dios y Madre nuestra ayúdanos a considerarnos hermanos en la igualdad y limpios y transparentes como niño para estar en el Reino de Dios, ¡AMEN!

juan antonio at: 03 octubre, 2021 10:54 dijo...

P.D.
Las prisas son mala compañía de casi todo y en mi reflexión olvidé el papel de la mujer en las primeras comunidades, como nos narra los Hechos de los Apóstoles y las Cartas de Pablo, de la intervención de las mujeres en la evangelización y así podemos citar a la Diaconisa Febe de Cencreas, Junia, María, Trifena, Trifosa, Perside, Julia, Priscila, Evodia, Sintique….. y aquellas que puedo olvidar pero que están en los hechos y a lo largo de las Cartas de los apóstoles.
Vayamos a las fuentes, al Nuevo Testamento y veamos cuál era el papel de las mujeres en la formación de aquellas primeras comunidades y miremos con generosidad y libertad cuál debe ser el papel de la mujer hoy, dejemos de hablar y actuemos, todo está ahí y si para los hombres no hablamos, ¿por qué para las mujeres si?