DOM-33B

sábado, 6 de noviembre de 2021
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3 comentarios:

Paco Echevarría at: 06 noviembre, 2021 08:35 dijo...

EL FINAL (Mc 13,24-32)

Cuando falta poco para terminar el año litúrgico, la atención se dirige al fin del mundo, un tema que ha preocupado a hombres de todos los tiempos y culturas. Utilizando el lenguaje y la simbología de la apocalíptica de su tiempo, Marcos habla de un modo que -a primera vista- nos inquieta y desasosie¬ga. Del fin del mundo unos tienen una visión catastrofista. Piensan que la historia humana está llamada al fracaso y las grandes desgracias no son sino el castigo de la soberbia y el pecado de los hombres. Cuando todo se haya derrumbado, Dios intervendrá para restaurar todas las cosas y barrer del mundo a los pecadores. Es la idea presente en los milenarismos tan en boga hoy día, predicados y anunciados por algunas sectas. La verdad es que esta visión del mundo y de la historia refleja la imagen de un Dios insensible a las desdichas humanas, pues espera a que todo fracase para intervenir y así demostrar su poder y su fuerza. ¿Qué le impide actuar antes y evitar tanta desgracia y tanto sufrimiento? El Dios de los catastrofistas no tiene nada que ver con el Padre misericordio¬so del que habla Jesús. A éstos les dice que no hagan números pues nadie sabe -ni en el cielo ni en la tierra- el día y la hora, sólo el Padre.

Otros piensan de modo más optimista. Creen que el mundo y la historia caminan hacia su plenitud en un proceso creciente de desarrollo. Para éstos, Dios -como el sembrador- puso buena semilla y ahora sólo espera que la sementera madure para llenar su granero. El mundo terminará y también la historia, pero será para dar paso a una nueva creación. El Dios en el que creen no tiene ya nada que hacer, sólo esperar. Esta mentalidad es la que inspira la Nueva Era, marcada por el pensamiento oriental y la gnosis de los primeros siglos.

La verdad es que sobre el final no sabemos nada. El Apocalipsis y otros escritos bíblicos utilizan, al hablar del tema, un lenguaje simbólico que se nos escapa en gran parte. Además: no es una de las preocupaciones de un cristiano conocer cuándo o cómo será el fin del mundo. La parábola de la higuera expresa nuestra postura ante este tema. Se trata de estar atento y comprender el significado del momento presente. El mundo es un campo de batalla en el que el Reino de Dios trata de abrirse camino en medio de no poca resistencia y oposición. La tentación es desfallecer y abandonar, una vez perdida la esperanza. Las Escrituras dicen que el final -por muy grande que sea la adversidad- siempre será de Dios. Él vendrá y reunirá de los cuatro vientos a los que hayan dispersado las tormentas de la historia. Lo que el Evangelio dice sobre el fin no son, pues, palabras para la inquietud, sino para la confianza. Por mucha que sea la tribulación que nos aguarda, no debemos temer porque el Señor vendrá en nuestra ayuda. Las dos primeras posturas invitan a huir del presente: una por miedo, otra por ilusión. El cristiano sabe que su tarea -su misión- es construir aquí y ahora el Reino de Dios. El futuro está seguro porque está en sus manos.

Maite at: 09 noviembre, 2021 22:51 dijo...

Es cierto que ignoramos muchas cosas, pero en las palabras de Jesús encontramos siempre, si no certezas o conocimiento acerca de todo lo que quisiéramos saber, sí esperanza a raudales.

Sabemos que él será el triunfador de la historia, y para nosotros no es ningún desconocido. Pasamos nuestra vida escuchando su Palabra, intentando seguirle, amándole, haciendo nuestros sus sentimientos, identificándonos con él… ¿Cómo tener miedo a que venga? La carta a los Hebreos nos recuerda que Cristo ha ofrecido su vida por nosotros, y así “ha perfeccionado definitivamente a los que van siendo santificados”.

Sabemos que “el cielo y la tierra pasarán”, y lo más importante no es saber cuándo, sino que sus palabras “no pasarán”. También nos exhorta a aprender a discernir los signos de los tiempos así como hacemos con los de la naturaleza para dar la bienvenida a las estaciones. Es decir, a permanecer despiertos y atentos a lo que pasa a nuestro alrededor, pues es tarea nuestra adelantar la llegada del Reino.

El profeta Daniel ya tenía claro el destino de los mejores de entre nosotros: “Los sabios brillarán como el fulgor del firmamento, y los que enseñaron a muchos la justicia, como las estrellas, por toda la eternidad”. ¿Y no hemos experimentado más de una vez cómo esas personas maravillosas, sencillas o intelectualmente privilegiadas, que iluminaron nuestro camino en la vida, se han convertido para nosotros o para toda la humanidad, en verdaderas luminarias por los siglos de los siglos?

Hagamos nuestro el canto del salmista como la oración del que no sabe, no conoce del todo, no acierta a imaginar cuál va a ser el final; pero encuentra su esperanza y la alegría de su corazón en la confianza sin fisuras en el Señor: aquel en quien se refugia, a quien ha tomado por herencia en la vida, en cuyas manos ha puesto su suerte para siempre. Y por eso se sabe llamado a una vida sin fin, colmada de alegría a su lado.

juan antonio at: 10 noviembre, 2021 20:33 dijo...

Estanos en el final del tiempo ordinario y termina como empieza el Adviento siguiente, con una narración de los tiempos finales, quizás recordándonos que desde siempre tendremos la puerta estrecha para llegar a la Vida.
Hoy tenemos unos tiempos realmente confusos y convulsos, guerras, pandemia con picos arriba o abajo, enfermedades endémicas, la hambruna en gran parte del mundo, droga y el crimen organizado que le acompaña, migración en todas partes buscando una situación mejor que no llega, la explotación del pobre que se mantiene en esa situación por ser menos que nada, los maltratos a las mujeres, las mutilaciones, la violaciones de menores por parte de todos y sobre todo por quienes debían de protegerlos con su ejemplo y palabra, el horror de los fenómenos naturales y cada cual pondría añadir más y más, sin olvidar la clase política que gobierna el mundo, donde todo vale, donde lo que menos importa son las personas e impera la corrupción, reuniéndose en este caos el mal del hombre y de la naturaleza maltratada.
Este es el fin?
No lo sabemos, Jesús nos profetiza su venida final y nos da su consuelo, siempre me tendréis en mi palabra, porque “”pasarán el cielo y la tierra, pero mis palabras no pasarán”” y el Apocalipsis nos dice que hay un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra han pasado, ha llegado la hora de dejar los viejos tiempos, las viejas formas de vida y conformarnos al Reino de Dios.
Este es el mensaje que nos llega, a mi entender, desde ambos libros – el Evangelio de Marcos y el Apocalipsis – Jesús nos ha dado el Reino del Padre, Jesús nos dice, construye mi Reino y no temas porque contigo estaré, hecho palabra para que tú la hagas Vida de muchos, para que tú la encarne en tu vida y tu testimonio lleguen a muchos, mi Palabra, Vida y encuentro de hermanos, de la humanidad.
No demos por leído un texto del Evangelio porque ya nos suena, sino que meditemos el texto con verdadera minuciosidad, meditando, lugar, personas, dichos, hechos, qué me dice, qué digo, que contemplo y a que me comprometo, en definitiva la lectio divina, porque la Palabra me hace presente a Dios, como nos dice el salmista, nos alegra el corazón, las entrañas y me da serenidad, es nuestro refugio en las revueltas aguas de la sociedad en la que nos ha tocado vivir.
Santa María, Madre de Dios y Madre nuestra, ayúdanos, como hoy nos dice el libro de la Sabiduría, a ansiad y anhelad la Palabra de tu Hijo, AMEN