3º ADVIENTO-C

sábado, 4 de diciembre de 2021
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4 comentarios:

Paco Echevarría at: 05 diciembre, 2021 21:43 dijo...

¿QUÉ HACER? (Lc 3,10-18)

El pueblo que siguió a Juan Bautista no se limitó a escuchar, sino que se dejó impactar por sus palabras. De ahí que le pregunten: “¿Qué tenemos que hacer?”. Hoy padecemos de “incontinencia verbal” -como alguien ha dicho-. No hay más que asomarse a los medios para ver a indocumentados opinar y discutir, sin rubor, de todo lo divino y humano con el único propósito que aumentar la audiencia. Y no es que neguemos a nadie el derecho de opinar; sólo reclamamos el deber de reflexionar antes de hacerlo porque, no se trata de decir lo que uno piensa sino de pensar lo que uno dice. Todo esto viene a propósito de la pregunta que la gente le hizo a Juan: no le pidieron ideas sino líneas de acción. Buena lección para un mundo como el nuestro donde sobran opiniones sobre los problemas -palabras- y faltan manos que remedien esos problemas -hechos-.

Pero, del mismo modo que no vale cualquier palabra, tampoco vale cualquier obra. Juan Bautista apunta por dónde tienen que ir las cosas. Tres son las preguntas que formulan otros tantos colectivos: al pueblo le dice que sean solidarios, es decir, que cada uno ame al prójimo como a sí mismo; a los publicanos -a los funcionarios encargados de la hacienda pública- les dice que sean justos y no se aprovechen del cargo para enriquecerse a costa de los demás; y a los soldados -a los militares-, que no abusen del poder y de la fuerza para satisfacer su avaricia. Como puede verse, a ninguno le dice que cambie de profesión o de vida. Cada uno ha de responder desde la situación y profesión en que está. No se trata, por tanto, de hacer grandes actos de heroísmo, ni de llevar una vida ascética. Se trata simplemente de vivir el "ama a tu prójimo como a ti mismo".

Al oír su mensaje, la gente empezó a preguntarse si no sería Juan el mesías esperado. Con una gran humildad el Bautista aclara las cosas: él no era más que un heraldo. Su misión era preparar el terreno al que venía detrás. El suyo era un bautismo de agua -un cambio exterior, de costumbres-; el Mesías, por el contrario, bautizará con Espíritu Santo y fuego, es decir, purificará el corazón y transformará interiormente al hombre. Juan se conforma con que los hombres cambien sus costumbres; Jesús exigirá que cambien los hombres. Es porque las cosas bien hechas se hacen con las manos pero se cuecen en el corazón, pues, la bondad de las obras depende de la bondad de los sentimientos. En otras palabras: es bueno hacer grandes obras, pero es mejor hacer grandes hombres y mujeres. Lo cual sólo es posible trabajando el corazón porque las personas, como los árboles, crecen desde dentro.

Esto es lo único que divide a los hombres. Lo que los hace diferentes no es el color de la piel, la cultura, la lengua..., sino el corazón. Sólo hay dos formas de vivir: una humana y otra inhumana. La primera es la de aquellos que tienen un corazón de carne; cuando aparece la segunda es que los hombres tienen el corazón de piedra.

Francisco Echevarría.

juan antonio at: 06 diciembre, 2021 11:01 dijo...
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Juan Antonio Garrido at: 06 diciembre, 2021 23:06 dijo...

La primera semana veíamos la venida definitiva de Jesucristo como final de la primera que esperamos, la segunda aparece Juan y su predicación en el Jordán y esta aparece los oyentes de Juan, los consejos de este y la expectación que provoca.
Es el Domingo de la alegría, de la primera a la última las lecturas nos tare la alegría, regocíjate hija de Sión, estad alegres, os lo repito estad alegres y el evangelio nos trae la alegría de la conversión de aquellos bautizados por Juan que sentían que algo tenían que hacer.
A lo largo de la hoja queda claro que la alegría no debe estar ausente ante los problemas, sufrimientos y decepciones que la vida nos traiga, pues eso sería tristeza y ésta está reñida con el estilo de vida de Jesús que en el evangelio de Juan por dos veces nos dice que estemos alegres y que nuestra alegría será completa, otra cosa es el dolor que nos acompaña en nuestra fragilidad y en ello estuvo Jesús y en ello debemos estar nosotros.
¿Qué debemos hacer? Compartir
El que tenga vestido, comida y todos compartir una vida honesta que nos haga dignos hijos de Dios, lo demás, con redundancia, está demás, sobra, pues si no te acuerdas del hermano, ¿va a estar bien que te acuerdes de Dios?, solo una conversión en lo religioso como nos dice Juan, no, este pasaje esta en relación, al menos así lo veo, con Mt. 25, “”Venid benditos de mi Padre, porque estuve hambriento, sediento, desnudo, enfermo, encarcelado, fui extranjero…..”.
Sí, que debo, qué debemos hacer y desde nuestra oración debe salir lo necesario para que todos trabajemos compartiendo una vida más honesta y lo poco o mucho que tenemos, no olvidando que no somos dueños de nuestros bienes sino administradores de los dones que Dios nos ha dado desde el esfuerzo, la lucha, la constancia de cada día en la obtención de los mismos.
Dice el refrán que en la casa del pobre siempre sobra, pues siempre se mira a Dios, Padre providente y trabajando desde las situaciones en que nos encontremos llevemos acabo la implantación del Reino, pues ese es el objetivo, hablando como hoy, de Jesús y la continuación por sus seguidores, como los camilleros del paralitico que nos relata Lc, en el evangelio de hoy que era tanta su fe que rompieron el tejado para mostrarlo a Jesús, y nosotros ¿hasta dónde llegamos o llega nuestra fe y acompañamiento?.
¡Maranatha, ven Señor Jesús!
Ven para que una vez más en nuestra vida meditemos tu estilo de vida, tus dichos y tus hechos, desde el llanto de Belén hasta el dolor amargo de la Cruz y la gloriosa Resurrección, para que cada día conformemos nuestras vidas a la tuya en una espera activa.
Santa María, Madre de Dios y Madre nuestra, Señora de la Esperanza, enséñanos a seguir a tu hijo, ¡AMEN!

Maite at: 08 diciembre, 2021 19:19 dijo...

¡Alégrate, grita de gozo, regocíjate! ¡No temas, no desfallezcas! ¡Gritad jubilosos, alegraos siempre en el Señor, nada os preocupe!, nos lanza la Palabra de este tercer domingo de Adviento. Y estos verbos forman parte de nuestro programa, nuestra forma de ser cristianos, nuestra idiosincrasia como seguidores de Jesús. No porque en nuestra vida no haya problemas, como muy bien apunta la hojilla, o porque pequemos de ingenuos y desconozcamos la realidad. No porque la enfermedad, el desánimo, el sufrimiento, el cansancio no llamen nunca a nuestra puerta, al contrario… a veces son tristes compañeros de camino. Entonces, ¿por qué dar crédito al gozo al que se nos invita?

Porque el Señor está en ti, se alegra y goza contigo. ¿Por todos tus méritos?, no, porque él es capaz de renovarte continuamente, si te dejas, con su amor. Porque tu fuerza, tu poder y tu salvación no están en ti, sino en él, que sí está en ti, y en ti es grande y hace cosas grandes.

Porque él está cerca, tan cerca que le puedes tocar, sentir, hablar… Solo tienes que descubrir dónde y cómo. Nunca quedará por él, solo por ti. Y su paz puede custodiar tu corazón y tus pensamientos por muy fuerte que ruja la tormenta fuera de ti.

¿Qué hacer para ello? Seguir las consignas de Juan el Bautista sigue siendo válido para nosotros, aunque él tuviera una idea del Mesías diferente. Pero nosotros somos los que hemos recibido un bautismo de Espíritu Santo y fuego. Él nos guía, nos modela y transforma, nos mueve, sobre todo a anunciar a Jesús a los últimos, los más pequeños, los descartados por los demás. Los encontrarás en tu propia familia, en tu vecindad y en cuanto sales a la calle, en tu lugar de trabajo. Están por doquier. Tú decides con quién compartes tu alegría y a quién se la regalas.