DOM-03C

sábado, 15 de enero de 2022
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3 comentarios:

Paco Echevarría at: 15 enero, 2022 09:07 dijo...


LA BUENA NOTICIA (Lc 1,1-4; 4,14-21)

El prólogo de Lucas recoge la intención de este evangelista al escribir sobre Jesús: quiere que Teófilo -posiblemente una forma de referirse a la comunidad cristiana más que a un individuo- conozca la solidez de la enseñanza que ha recibido. Lucas es un historiador y un catequista. Escribe tras comprobar los hechos personalmente y lo hace de un modo sistemático: rigor en la investigación, orden en la exposición y celo apostólico en la intención, tres exigencias de un buen transmisor que cobran gran actualidad en estos tiempos en que proliferan los maestros de todo, expertos en nada. Sorprende presenciar en el entretenimiento de moda -las tertulias y debates- la falta de rigor, el “cacao mental” y la acidez de muchos de los participan¬tes. Vivimos en una cultura que confunde la libertad de expresión con la expresión del pensamiento -aunque éste sea débil- y la verdad, con su difusión. Olvidamos que el sabio -a diferencia del necio- habla poco y piensa mucho. Porque ciertamente es un derecho decir lo que se piensa, pero se olvida que le va parejo el deber de pensar lo que se dice.

La segunda parte del evangelio narra lo ocurrido en la sinagoga de Nazaret. Jesús se aplica la profecía de Isaías 61,1-2, pero lo hace silenciando un elemento importante. El profeta había anunciado que la llegada del Mesías sería “un año de gracia” para el pueblo y “un día de desquite” para sus enemigos. Gracia y bendición para Israel, castigo y venganza para sus opresores. Es el juicio de Dios. Jesús, al silenciar lo segundo, predica la gracia y la paz para todos. Por eso sus paisanos se levantan contra él. La obra del Mesías es una obra de reconciliación. No se trata de convertir en víctimas a los opresores y a los oprimidos, en verdugos. El Reino -el mundo nuevo-, no puede construirse sobre la venganza y el sufrimiento, sino sobre el perdón. Por eso, en otro lugar, hablará del amor a los enemigos y del perdón sin límites. Es la única manera de romper el círculo de la muerte -injusticia, sufrimiento, venganza, injusticia- para abrirse al océano de la vida.

En esta dinámica toda la profecía tiene sentido. El ungido -el Mesías- ha venido para anunciar a los pobres que se han acabado las estructuras injustas que les tienen atrapados en la pobreza; a devolver la dignidad de la libertad a los que han sido privados de ella; a iluminar a los que viven en la confusión; a destruir lo que impide la felicidad del ser humano y, sobre todo, a comunicar a los pecadores que han sido perdonados por el Padre de la misericordia. La era del Mesías no es tiempo de castigo, sino de bon¬dad.


En estos tiempos de violencia, agresividad y secesionismos, es necesario fomentar mecanismos de reconciliación y de acercamiento entre los hombres. ¡Ojalá que, seamos capaces de ver nuestras diferencias como algo que, lejos de enfrentarnos, nos complementa! Sería como encender la fragua en la que fundir las espadas y las lanzas para construir, con ellas, arados del progreso y de la paz.

Francisco Echevarría

juan antonio at: 17 enero, 2022 20:24 dijo...

La semana pasada, según S. Juan, no había llegado la hora de Jesús, en esta, leyendo a S. Lucas, “”Hoy se cumple….”.
De estas tres semanas que llevamos después de la Epifanía, el hilo conductor de la Palabra de Dios, es el Espíritu Santo, pues éste se manifiesta en el Bautismo, derrama sus dones y hoy “”El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido…””, es el Espíritu de Dios el que actúa en la obra de la salvación y es el que sigue actuando en mí, en todos, en la comunidad, en la Iglesia, en todos aquellos que creemos que Jesucristo es el Señor, que “pasó haciendo el bien….,porque Dios estaba con Él´” y Dios, hoy y siempre, está con todos los que siguen su camino.
Salvando la introducción, Lucas nos expone la tarea de Jesús por Galilea donde “”volvió con la fuerza del Espíritu””, su fama de predicador y sanador le precede y en su pueblo, Nazaret, entra en la sinagoga el sábado y hace la lectura del libro de Isaías:
El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido.
Me ha enviado para anunciar el Evangelio a los pobres,
para anunciar a los cautivos la libertad y a los ciegos la vista.
Para dar libertad a los oprimidos,
para anunciar el año de gracia del Señor.
Y añade, “”Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír””

Es llevado por el Espíritu y es el Espíritu quien le ha ungido y con esta fuerza proclama qué es el Reino de Dios que él trae a la humanidad, la bondad, la liberación, la restauración de la dignidad de las personas, el enseñar los misterios de Dios a todos los que quieran prestar su adhesión, es decir, a todos los que crean en Él, en el Padre que le ha enviado con la fuerza del Espíritu.

Este es el mensaje que nos trae el texto evangélico, el proyecto de Jesús de empezar el Reinado de Dios en esta tierra bendita que estamos destruyendo, hoy, no entonces, y este es nuestro proyecto luchar por el Reinado de Dios, por llegar a los débiles y frágiles de la humanidad, a los desposeídos de todo, de salud, trabajo, techo……, ¡Cuántas necesidades! Y lo peor de todo es que no las vemos y aún así nos seguimos llamando, “”seguidores de Jesús”” porque vamos a Misa, rezamos, damos calderilla y nos ponemos muchas medallas, de la Virgen, del Señor… con mil títulos, pero no vivimos el Reino de Dios, no construimos el Reino de Dios.
“”Hoy se cumple esta escritura que acabáis de oír””, hoy y cada día es un hoy, cada hora es un hoy, cada instante es un hoy que tenemos que vivir en plenitud de sintonía con el Señor y construir su Reino, Reino que tendrá su plenitud en la plenitud de la Vida, pero que su inicio es aquí, ha empezado y en cada “”hoy”” tiene sus responsables esta tarea que llevamos siglos y lo dice el autor de la hoja, al final de la tercera pregunta “”Tenemos que ocupar el puesto de Jesús y ayudar a otros””
“”Hoy se cumple esta escritura que acabáis de oír””
Recemos con el salmista “que te agraden las palabras de mi boca y llegue a tu presencia el meditar de mi corazón””, pues todo lo que pensemos, hagamos o digamos, tiene que salir de nuestra oración, donde pedimos la presencia, el acompañamiento del Señor en nuestro actuar “”y sabed que Yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin del mundo””
A quien vamos a temer? Pues a nosotros mismos……para empezar…..
Santa María, Madre de Dios y Madre nuestra, enséñanos a decir, de verdad, ¡AMEN!

Maite at: 19 enero, 2022 21:59 dijo...

Hay una diferencia sustancial entre la primera lectura y el evangelio de este domingo. En el libro de Nehemías la gente escucha la lectura de la Ley con devoción, y se emociona hasta las lágrimas. Todos reciben con veneración un código de conducta que les da seguridad a la hora de poner en práctica la voluntad de Dios. El salmista refleja los sentimientos que la Ley despierta en el corazón de un buen israelita, fiel observante de los preceptos.

Jesús, en cambio, busca un pasaje determinado que habla de gracia y liberación para los últimos y afirma encarnar todo lo que está escrito; todo menos las palabras de condena y desquite. Hoy, aquí y ahora, dice, se cumple esta palabra. Y habla con la autoridad del Espíritu. Pronto se verá que sus palabras no recibirán la misma acogida que las de Esdras, y su auditorio no se emocionará hasta las lágrimas. La dureza de la Ley, una Ley que tampoco los más celosos eran capaces de cumplir, había cerrado los corazones que tanto la defendían. Suele pasar…

Sería saludable hacer una prueba de antígenos que determinara hasta qué punto estamos contagiados de cristianismo. Se trataría de colocarse en uno u otro auditorio, el de Esdras o la sinagoga de Nazaret, y distinguir dónde nos encontramos más a gusto. No vale hacer trampa y dar por sentado que voy a elegir a Jesús. ¿Puedo, de verdad, ponerme en pie en la sinagoga y proclamar en voz alta, con su determinación y su fuerza, las mismas palabras? ¿Me siento enviado/a cada día a evangelizar de esa manera, me muevo proclamando por ahí el tiempo de gracia del Señor? Si das positivo, enhorabuena.

Bienvenido al club de los contagiosos que forman un solo cuerpo y que beben de un solo Espíritu. Donde todos se sirven unos a otros y se preocupan unos de otros. Esa es la ley.