4ºCUA-C

sábado, 19 de marzo de 2022
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3 comentarios:

Paco Echevarría at: 19 marzo, 2022 09:16 dijo...

EL RETORNO DE HIJO PERDIDO (Lc 15,11-32)

La parábola del hijo pródigo es, sin lugar a dudas, uno de los textos más hermosos del Nuevo Testamento y una de las claves interpretativas del mismo. El relato gira en torno a tres personajes, los mismos que aparecen al comienzo de la sección. El triángulo formado por Jesús, los pecadores y los fariseos es reproducido por el padre, el hijo menor y el primogénito.

El padre encarna los sentimientos de Dios -de Jesús- hacia el pecador: lo mira como a un hijo equivocado que, buscando libertad y dicha, abandona la casa paterna. Es el dolor contenido, que no hace nada para ser evitado porque hacer algo sería ir contra la libertad, es decir, contra el amor. La postura del padre refleja que sólo se ama desde la libertad y sólo se es libre desde el amor. Esto explica la explosión de gozo cuando el hijo retorna. Ha sido necesario el error para comprender el alcance de la verdad. En el pensamiento cristiano, Dios no ve la culpa, sino el error y está dispuesto a la misericordia tan pronto como el hombre lo reconoce.

El hijo menor -los pecadores con los que Jesús come-, más que malo, es inconsciente. No hay maldad en su corazón. Sólo quiere emanciparse. Su error no es irse de casa, sino disfrutar de la herencia en vida del padre, cosa que la ley no admitía. Es decir: actúa como si el padre ya hubiera muerto. Freud diría que la desaparición del padre es necesaria para el desarrollo del hijo. El Evangelio afirma que sólo se crece desde el amor. Es un espejismo en el que suelen caer nuestros contemporáneos: creer que o el amor sacrifica la libertad o la libertad sacrifica el amor. Lo vemos como si se tratase de dos necesidades excluyentes. La verdad es que el amor representa la plenitud de la libertad y la libertad, la plenitud del amor. Se necesitan mutuamente como las dos manos.

El hijo mayor -los fariseos- representa a los que han hecho de la fidelidad un ídolo. Había obedecido en silencio durante años, se considera leal y cumplidor. La acogida que se tributa al pecador la interpreta como una injusticia contra sí mismo y por eso se niega a participar de la fiesta. Es la autosuficiencia de los justos, que creen más en la obediencia que en el amor. En el fondo de su corazón sólo hay miedo a ser reprochados, a ser cogidos en falta, a fallar. Son los que han hecho de la vida una tarea de cumplimiento de normas y leyes. Olvidan que el verdadero error es no arriesgar, dejando que los miedos gobiernen sus días.

Estamos ante dos posturas igualmente equivocadas: la de aquellos que sacrifican el amor a la libertad y la de aquellos que lo sacrifican a la lealtad. Ninguno de ellos ha descubierto que la vida -la dicha- sólo es posible si se edifica sobre la libertad y el amor y que ambas cosas se necesitan mutuamente.

juan antonio at: 21 marzo, 2022 12:28 dijo...

El Salmo nos dice hoy, “”Gustad y ved qué bueno es el Señor””

Pues esto que nos dice el salmo de esta semana, nos lo explica Jesús con una parábola, pero el salmo además de la bondad de Dios nos dice que gustemos y veamos, dos expresiones que nos hacen ahondar en lo que rezamos con el salmo, que nos hace implicarnos con el texto y que se pone de manifiesto también en la parábola.

Esta parábola es para contemplarla, leamosla, una y otra vez, leamos la hoja, una y otra vez, analicemos los personajes: el Padre Bueno, los dos hijos, el criado y los participantes en la fiestas, analicemos los hechos, la huida, el entrar en sí, la vuelta, los abrazos,besos, vestido, sandalias, anillo, banquete, alegría, disgusto del hijo mayor, noticia de un criado y unos invitados que quizás no sepan de qué va la cosa.

No corramos, no nos demos prisa, veamosla una y otra vez y de nuestra perspectiva de hijo del Padre, menor o mayor, criado o invitados, veamosla desde todos los puntos y viviremos una cosa, el Amor del Padre Bueno, la ternura del Padre Bueno, la alegría de un Dios del que ya Jesús nos dijo que era Padre nuestro, de todos, porque Dios no excluye a nadie, sea lo que sea, lo mate para coger una herencia o lo honre en un cumplimiento frio de los deberes.
He dicho lo mate, y hasta cierto punto esa fue la acción del hijo menor, pues la herencia se produce por morir el Padre.

El texto dice “la parte de la herencia que me corresponde”” cuando debía decir que me correspondería.

Gustad y ved qué bueno es el Señor

Gustemoslo, paladeemoslo, como alimento sabroso, como manjar enjundioso o como dice el salmo de hoy 41:

Mi alma tiene sed del Dios vivo:
¿cuándo veré el rostro de Dios?

Y ese rostro de Dios lo vemos todos los días, y hasta el hijo menor y mayor lo vieron: que lastima que la parábola no nos cuente qué pasó si el mayor entró o no a la fiesta pero en consonancia tendríamos que decir que entró, que se alegró y la razón?, pues porque Dios no puede hacer distinciones entre buenos y malos entre cumplidores y dilapidadores aun de su alma, Dios como ese Padre sigue esperando, sigue mirando los caminos por los que nos dispersamos para ver tú, mi, regreso.

Estamos en el desarrollo del Padrenuestro, pienso yo, que ya nos dio Jesús como oración y estamos en la vivencia del Reino de Dios, como nos indica el autor de la hoja: pues que es ese Reino sino el Amor de Dios, su ternura, su Vida derramada entre sus hijos, hijos de los que como hermanos nos tenemos que ocupar y aquí entra la creatividad de cada uno, pero tenemos que tener nuestra parte responsabilidad, no nos podemos cruzar de brazos.

Recemos el salmo, oración del contemplativo, parte esta que no debemos de olvidar, acción, pero contemplación también y alabanza a Dios nuestro Padre Bueno revelado por el Hijo con la fuerza del Espíritu, cuya alabanza debemos rezar con el Gloria al…., cuantas veces podamos, pues hay ratos en que vamos de aquí para allá y si lo llenamos de esas oraciones pequeñas que llamamos jaculatorias, empezando por el Gloria, la presencia de Dios nos llenaría de Vida en plenitud.

Santa María, Madre de Dios y Madre nuestra, ayúdanos a decir ¡AMEN!



Maite at: 22 marzo, 2022 22:43 dijo...

Es verdad, Jesús tiene el corazón del Padre, y ahí acoge a “todos los publicanos y pecadores” que se acercaban a escucharle. Todos los que un buen día pidieron su herencia y se marcharon de casa, de la casa del Padre, y dilapidaron lo que eran y tenían, poco o mucho. Acabaron al margen de la ley, del templo, de los demás, de Dios… Pero escuchaban a Jesús, y se acercaban a él. Seguramente porque no los apartaba, ni despreciaba, ni rehuía como los demás. Y porque sus palabras y obras les invitaban a volver a casa, a la casa del Padre; a hundirse en su regazo con la certeza de encontrar ahí sus brazos y sus besos, sus caricias y sus lágrimas de alegría. Porque nacía en ellos la esperanza de que el Padre estaba esperando que volvieran.

Y es cierto, los fariseos y los escribas tienen el corazón del hijo mayor. Toda la vida en la casa del Padre, siendo irreprochables y guardando la ley a rajatabla. Y cuando Jesús acoge a publicanos y pecadores murmuran escandalizados. Tanto cumplir, tanta piedad y nunca han conocido ni experimentado el amor incondicional, la misericordia, la reconciliación ni el perdón. Solo han cosechado dureza de corazón y tinieblas en el alma. ¿Cómo van a reconocer en los otros a los hermanos menores que han vuelto a casa? ¿Cómo van a querer hacer fiesta por ellos?

Cómo se ensoberbece el yo cuando se cree irreprochable y, a la vez, qué duro y qué frágil se vuelve. Duro, porque es incapaz de perdonar; frágil, porque ser testigo de la acogida al que falló le corroe las entrañas y le encierra, más y más, en su torre inexpugnable de cristal.

Probablemente, un hijo menor que volvió a casa tiene muchas más posibilidades de ser un buen padre que el hijo mayor que nunca se fue de ella, pero tampoco estuvo nunca, aunque no lo supiera. Para dar amor y perdón incondicional, para abrazar como el padre de la parábola, para esperar a un hijo perdido como él, basta con haberlo experimentado en carne propia. Eso sana cualquier herida, hiere de muerte cualquier yo y hace de cualquier hijo un buen padre.