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Estas hojillas, que podéis bajaros, nacieron en la Parroquia de San Pablo (Fuentepiña, barriada obrera de Huelva) y la siguen varios grupos desde hace años en su reflexión semanal. Queremos ofrecerlas desde la sencillez y el compromiso de seguir a Jesús de Nazaret.
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5 comentarios:
Lo que cuenta es el corazón
Los escribas eran los expertos legales de aquel tiempo y, con frecuencia, actuaban como abogados. Consti¬tuían una clase social satis¬fecha de sí misma, prestigiada y piadosa. Esto se manifestaba en su forma de vestir, en el trato que recibían públicamente y en el lugar que se les reservaba en actos oficiales. ¬Pero todo era fachada. Pura imagen. Su modo de actuar con los pobres indicaba que su corazón no era tan digno como parecía su exterior. Cuan¬do una viuda tenía problemas, ellos le ayudaban en los tribuna¬les a cambio de algún tipo de contribución. Pero, dado que las viudas eran uno de los colectivos más pobres de Israel, eso significa¬ba aprovecharse de la necesidad de los demás. Jesús dice que serán juzgados con dureza.
En la vida -en la sociedad a la que pertenecemos- es frecuente encontrar personas que dan mucha importancia a la imagen, a lo exterior, a lo que se ve. Les importa mucho la apariencia, lo que piensan los demás, el juicio de los otros. Olvidan que la verdadera identidad de un hombre está en su interior. Si quieres saber la talla de un ser humano no le midas de la cabeza a los pies. Mide su corazón.
E¬so es lo que hace Jesús. Tiene un modo de mirar a las personas que le hace percibir el interior. De ahí que ponga a los discípulos en guardia frente a los escribas: eran como una casa de hermosa fachada, pero ruinosa en su interior. Y a la vez dirige la atención de éstos hacia la viuda que está depositando una pequeña limosna en el templo. En el patio destinado a las mujeres, frente a la sala del tesoro, había trece cepillos en forma de trompeta para recoger las limosnas ordenadas por la ley y las voluntarias. Junto a ellos había un sacerdote que indicaba en qué cepillo había que echarla según la cantidad y el destino que quería dársele. Por tanto, todo el mundo podía ver quienes daban más y quienes menos.
Jesús observa el movimiento de la gente y repara en una viuda que deposita su limosna en el cepillo de los pobres, de los que apenas daban. Con su palabra pone de relieve la verdadera dimensión de aquel gesto. Viene a decir que lo grande es pequeño cuando el corazón es mezquino y lo pequeño, grande, cuando es generoso. No es la cantidad lo que cuenta, sino la calidad del corazón. No hay cosas pequeñas ni pequeños detalles cuando la medida de las cosas se toma en el corazón. Tu vida, por tanto, valdrá lo que valga tu generosidad, aunque tus posibilida¬des sean insignificantes. Y al revés: por muy grande que pueda parecer tu vida, es nada si tu interior está vacío.
Nuestro querido hermano Juan Antonio, ya no podrá dejarnos sus reflexiones evangélicas en este blog. Ha fallecido y ya está en el regazo del Padre. Desde aquí nuestra gratitud por sus comentarios sencillos y profundos. Intercederá por nosotros para que sigamos con constancia y alegría el seguimiento a Jesús de Nazaret. Mil gracias de nuevo, amigo.
No conocía a Juan Antonio personalmente pero, por sus reflexiones, lo recordaré como una persona buena y de sólidos principios cristianos.
Lamento tu marcha amigo y deseo que estés donde todos deseamos estar cuando nos llegue el momento de rendir cuentas... ¡Junto al Padre!
DAR MÁS QUE NADIE
Aprendemos, de la viuda del Evangelio y la de Sarepta, a dar no lo que nos sobra, sino incluso lo que necesitamos. Eso es dar más que nadie.
Dar y compartir nuestros bienes es bueno, darnos a nosotros mismos con todo lo que tenemos, aún mejor. Dar y compartir nuestro tiempo, nuestros conocimientos, nuestras habilidades y talentos supone salir de nosotros mismos y asumir que no hemos recibido nada para aprovechamiento exclusivamente personal. Somos, más bien, vasos comunicantes llamados a dejar que todo aquello que creemos poseer fluya al servicio y para bien de todos. De lo contrario, lo que creemos poseer será como agua estancada que acaba pudriéndose.
Santa Teresita consideraba que no tenía mucho que ofrecer a sus hermanas de comunidad, de modo especial a aquellas que le resultaban más difíciles en la convivencia. Encontró que podía ofrecer siempre la más encantadora de sus sonrisas a cada una de ellas, su afecto y empatía, su tiempo, su comprensión y misericordia, su oración al percatarse de sus faltas. Pensaba que cualquier artista se ve satisfecho cuando recibe halagos por sus obras, y concluyó que a Jesús, artista de las almas, le gustaría recibir alabanzas y acciones de gracias por sus criaturas menos dotadas, a los ojos de Teresita, para la convivencia diaria en una pequeña comunidad. Se aplicó a ello, y cuando se veía obligada a trabajar o coincidir con algunas de las hermanas más mortificantes para ella, buscaba todos los dones y cualidades que debían, sin duda, poseer y se las ofrecía a Jesús.
Aún hay algo más, a su juicio, que debemos compartir con los demás y dar gratuitamente. Son las luces recibidas en la oración, las palabras e ideas ingeniosas, los pensamientos sublimes que otros pueden querer, incluso, apropiarse y hacer suyos. También esto hay que dar sin pensar en la desapropiación que nos pueda suponer.
Dar incluso de lo necesario puede llegar a consistir en vaciarse, en hacer donación de nosotros mismos, de todo lo que consideramos nuestro más allá de los límites de la posesión material. Y esto es aún más difícil. Si así lo hacemos estaremos en camino en pos de Jesús, que se vació a sí mismo del todo para todos, haciendo de su existencia misma una pro-existencia para los demás.
Pero, cuidado; no podemos dar y compartir para figurar, quedar por encima, obtener beneficios o cuidar y cultivar la propia imagen para el reconocimiento de los demás. Eso desvirtuaría de raíz nuestra pretendida y falsa generosidad. Teresita llevó la suya hasta el punto de querer practicarla aun en el caso de que el mismo Dios no pudiera verla. Suele ser un consuelo pensar y creer que, aunque nadie sea consciente de nuestras buenas obras, Dios no pierde detalle de ellas. Teresita da un paso más en la pureza y rectitud de intención, en la gratuidad. De hecho, ni siquiera las viudas de Jerusalén y Sarepta estaban ciertas de la mirada de Dios, y dieron todo lo que tenían para subsistir. Más que nadie.
Y un recuerdo agradecido a nuestro hermano y compañero Juan Antonio, por su tesón y generosidad para colaborar en la hojilla con sus comentarios, trabajados y generosos, y por el don de su amistad y cercanía.
EL GENEROSO COMPARTE. EL OSTENTOSO ENGAÑA
Daban culto a Baal quienes creían que les regalaba los alimentos pero Elías, con el milagro de la harina y el aceite, les probó que Dios premia la generosidad de quienes comparten con el necesitado lo poco que tienen, que el Señor no abandona a quienes realizan buenas obras y que los dioses no realizan acciones benefactoras.
Jesús los prevenía sobre el comportamiento falso de las personas que buscan ocupar los primeros puestos o de quienes realizaban actos generosos para que los trataran como personas buenas.
En contraposición a esos comportamientos les habló del ejemplo de la viuda, es mejor dar lo único que tenemos que un poco de lo mucho que nos sobra… ¿Seguimos sus enseñanzas?
No, porque aún hay muchas personas atrapadas en la pobreza y, aunque las razones que los empujaron a ella sean diferentes, viven así porque la injusticia social está presente en los modelos administrativos que rigen los destinos de los pueblos, impulsados por el egoísmo de quienes mueven los hilos de la economía mundial para favorecer los intereses del capital. Así, las personas son arrastradas a vivir sin techo y de limosna.
En tiempos de Jesús los mendigos frecuentaban las inmediaciones del Templo porque entonces dar limosna era una práctica religiosa bien vista y quienes acudían les ayudaban. Él no prohibía ayudarles, denunciaba las prácticas ostentosas, les proponía que ayudaran en situaciones complicadas y les desaconsejaba hacerlo a diario porque así no se soluciona la pobreza al ocultarse la verdadera causa que la ocasiona: No desmontar los sistemas administrativos injustos que impiden la distribución correcta de la riqueza.
Mantener al pobre en situación de ayuda permanente le genera dependencia, inacción, pérdida de la libertad y tristeza porque así siempre estará encadenado a la indigencia. Ocurre en nuestros días por culpa de los gobernantes que nos regalamos al votar, personas que administran lo ajeno con el rigor contrario que requiere el cargo, despilfarrar de manera irresponsable lo público y no aprobar planes de futuro serios que generen trabajo, bienestar social y felicidad.
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