3º DOM-C

sábado, 18 de enero de 2025
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2 comentarios:

Paco Pérez at: 22 enero, 2025 17:02 dijo...

LA BIBLIA NOS MUESTRA EL CAMINO
Los judíos, al regresar de Babilonia, comprobaron que todo estaba destruido y que necesitaban levantarlo apoyados en normas pero, como no las tenían, Esdras les leyó el Libro de la Ley explicándoles el contenido, ellos aceptaron y lo proclamaron como la “Santa Ley de Dios” que los guiaría.
Hoy, los cristianos también vivimos esclavizados porque las debilidades de los tiempos nos atan, alejan de Dios y nos toca levantarnos. Ellos lo hicieron partiendo de cero pero nosotros no pues tenemos en la Biblia las enseñanzas de Jesús… ¿Las conocemos y practicamos?
Poco porque hemos recibido una enseñanza sustentada en tradiciones pero no en la lectura explicada de la BIBLIA y en la solución de los problemas de la comunidad.
Jesús, en Nazaret, vivió y se educó como un miembro más de una familia creyente que estaba insertada en un entorno en el que se ayudaban, lloraban y divertían juntos… Esta enseñanza era posible porque en aquellas FAMILIAS se respetaba a los mayores y aprendían de ellos y del entorno porque todo era sencillo. Cuando Jesús comenzó a evangelizar les puso ejemplos con las experiencias aprendidas en esos años de vida silenciosa.
Lucas comunica que dio prioridad a los problemas de los pobres, los cautivos, los ciegos, los oprimidos y que se manifestó como el ungido… ¿Coinciden nuestras preocupaciones con las suyas? ¿Tratamos correctamente los problemas ajenos?
Creo que no valoramos acertadamente que haya personas que arriesguen su vida para encontrar en otros países un puesto de trabajo que les haga vivir con dignidad a ellos y sus familias. Si las personas del lugar no les dan una acogida favorable es porque aún no tienen asimiladas las palabras con las que Jesús marcaba sus prioridades.
Pablo nos enseña qué debemos hacer con una comparativa entre el cuerpo humano, un conjunto de órganos diferentes que contribuyen a su funcionamiento, y la Iglesia, grupo de personas que deben actuar unidas a Jesús al ser hijos del mismo Padre.

{ Maite } at: 24 enero, 2025 15:55 dijo...

LOS QUE RENUNCIAN A LA VIOLENCIA
Lo que más llamó la atención de la lectura de Isaías que hizo Jesús en la sinagoga fue que mutilara el texto y, de modo especial, las palabras referentes a la venganza de Dios.

Lo cierto, es que Jesús podía haber utilizado el texto completo. Se habría granjeado la simpatía de todos los presentes y habría leído al gran Isaías como Dios manda. Pero él pone en valor su propia experiencia de Dios y su escucha profunda de los más desvalidos, frágiles y vulnerables de la sociedad. No, el Dios que él conoce y al que ha buscado desde lo más hondo y en todas las cosas, no es un dios cruel que busca venganza. Es un dios que se encarna, pero no un hombre al uso. Es padre y madre, compasión y misericordia.

Cada uno de nosotros, cristianos, estamos llamados a ser otros cristos; a seguir el mismo camino que Jesús, a hacer nuestro su proyecto del reino. A ser luz y libertad para todos, a proclamar, de palabra y de obra, el año de gracia del Señor todos los días del año y todos los años. Nosotros vivimos el hoy y el ahora de ese tiempo privilegiado y, desde ahí, podremos irradiarlo a los demás.

¿Cómo llevarlo a cabo? Mediante una escucha profunda de todos, especialmente quienes más lo necesitan. Saliendo de nosotros mismos para acoger al otro, sin ofrecer consejos que nadie necesita, ni soluciones que no están en nuestras manos, ni recetas mágicas; sino compañía, empatía, solidaridad y comprensión.

Tejiendo relaciones que ayuden a crecer, sin condenar a nadie a una dependencia estéril y perniciosa. Respetando profundamente los ritmos de los otros, sin pretender cambiarlos ni mejorarlos a nuestro gusto y antojo.

Disculpando los errores y equivocaciones propias y ajenas, alentando a proseguir el camino con esperanza, sin detenerse en el pasado ni agobiarse por el futuro; viviendo el hoy y ahora de un tiempo de gracia.

Apostando por un talante positivo, agradecido, abierto, libre en las cosas grandes y pequeñas de cada día; renunciando a las exigencias del ego y cultivando la generosidad en la entrega y el don de nosotros mismos.
Siendo de los que renuncian a la violencia física, verbal y de cualquier tipo, para que todos puedan florecer allá donde nosotros estemos.