7º DOM-C

sábado, 15 de febrero de 2025
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2 comentarios:

Paco Echevarría at: 15 febrero, 2025 08:47 dijo...

LOS DISCÍPULOS DE JESÚS (Lc 6,27-38)

Junto con las bienaventuranzas, posiblemente sea Lc 6,27-28 uno de los textos del Nuevo Testamento que mejor recoge el pensamiento específicamente cristiano sobre las relaciones humanas. La segunda parte del sermón, que el evangelista pone en boca de Jesús, agrupa una serie de dichos suyos difíciles de aceptar. Sus palabras parecen más una utopía que una propuesta ética. Según este pasaje evangélico, son cuatro las notas que definen a un discípulo de Cristo: el amor al enemigo, la renuncia a los propios derechos por amor, la capacidad de verse a sí mismo en el otro y la compasión, que es un sentimiento propio de Dios.

El amor al enemigo consiste en devolver bien por mal: hacer el bien al que nos odia, bendecir al que nos maldice y orar por el que nos injuria. Este ideal resulta humanamente imposible si se considera un asunto privado entre cada uno y su enemigo. Pero, si incluimos al Maestro, la cosa cambia y el sentido del texto viene a ser que todo el que mantiene con Jesús una relación profunda y comprometida ama necesariamente a su enemigo y lo trata como a un hermano. Sólo se puede amar al enemigo si se le ve como a un hermano.

El asunto de la mejilla, el manto y la reclamación sugiere que las enseñanzas que siguen se sitúan en el contexto de un tribunal. Vienen a decir: cuando tu enemigo proceda contra ti injustamente, cede tus derechos y nunca procedas contra nadie. La verdad es que -en estos tiempos de tanta violencia- resulta un mensaje demasiado difícil de aceptar. Pero así son las cosas.

La regla de oro -tratar a los demás como queremos que ellos nos traten- es una norma ética que también se aplica al enemigo. Si éste pasa necesidad, hay que echarle una mano. Su validez, por tanto, está fuera de duda, aunque haya quienes piensan que es no se puede aplicar. El Evangelio es como una receta: sólo se sabe lo buena que es cuando se cocina, pero hay quienes -con sólo leerla- creen que no da resultado.

El último rasgo del discípulo es la compasión. En este caso, Dios es el punto de referencia. Se manifiesta en cuatro comportamientos: no juzgar, no condenar, perdonar y dar con generosidad. La compasión es uno de los sentimientos más genuinamente humanos, cuando el corazón está sano. Su ausencia indica un corazón herido, una herida vieja.

Al leer este pasaje de Lucas y proyectar su luz sobre nuestro tiempo, es inevitable sentir una cierta desazón por la lectura del mismo tan acomodaticia que, con frecuencia, hemos hecho los cristianos. Alguien ha dicho que el Evangelio está por estrenar y yo añadiría: desgraciadamente. Porque ¡qué distinto sería el mundo, si las palabras del Maestro de Galilea hubieran calado -no ya en el mundo- sino en el corazón de quienes nos llamamos discípulos suyos!


Paco Pérez at: 18 febrero, 2025 18:26 dijo...

LA VIOLENCIA GENERA DOLOR Y EL PERDÓN PAZ
Siempre hubo violencia y, como consecuencia, dolor y lágrimas… ¿Hemos cambiado esta realidad?
No, porque cuando el egoísmo llama a nuestra puerta y se la abrimos, pasa y nos destroza la convivencia pues no sabemos limar las asperezas que los causan.
Las huellas rancias de esta realidad las encontramos en el texto de Samuel. El rey Saúl deseaba acabar con David porque tenía éxitos y éste, para salvar su vida, tuvo que huir. Una noche entró en la tienda del rey, mientras dormía, pero no lo mató porque Dios lo había elegido y él, persona fiel y respetuosa de sus normas, nos enseñó con su gesto a perdonar y vencer al mal.
Pasaron los años, Roma ocupó Israel, el pueblo judío no aceptó los abusos y los rechazó… ¿Por qué ocurrió esta realidad?
Por la violencia que allí había debido a la confluencia negativa persistente del comportamiento deplorable de quienes tenían algún poder: Los ricos y quienes dirigían la religiosidad del pueblo vivían como reyes pero abundaban los pobres; los poderes políticos y militares, con violencia e impuestos, los maltrataban y los celotas les respondían con violencia porque los romanos los encarcelaban, crucificaban y vendían como esclavos.
Los celotas esperaban el Reino de Dios pero con una estructura terrenal que les permitiera someter a los otros pueblos. Aceptaban la monarquía, el Templo, los sacerdotes y la sinagoga como instituciones necesarias pero reconocían sus errores y les proponían cambiar. Odiaban a los romanos y a los judíos que colaboraban con ellos y esperaban que el Mesías solucionara sus problemas.
Vino Jesús y les propuso amar, perdonar y ayudar al necesitado -lo contrario- pero lo rechazaron porque el egoísmo de aquel entorno buscaba obtener éxitos materiales con sus luchas.
Para luchar por la salvación, cambiaremos lo que no funciona y en Lucas se nos propone reflexionar sobre lo que venimos haciendo y lo que debemos hacer, plantearnos cómo pensamos tratar a los necesitados y decidir qué opción debemos tomar.