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Estas hojillas, que podéis bajaros, nacieron en la Parroquia de San Pablo (Fuentepiña, barriada obrera de Huelva) y la siguen varios grupos desde hace años en su reflexión semanal. Queremos ofrecerlas desde la sencillez y el compromiso de seguir a Jesús de Nazaret.
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HABITAREMOS EN ÉL (Jn 14,23-29)
Dice el Génesis que el ser humano -en su doble condición de hombre y mujer- ha sido creado a imagen de Dios. Venía esto a desmentir el pensamiento egipcio según el cual esa dignidad sólo se le reconocía al faraón, mientras que el resto de los mortales sólo eran vistos como sombra del mismo. Sometidos a servidumbre por ser extranjeros, los hijos de Israel sufrieron y rechazaron esta visión de las cosas que pretendía justificar un sistema político-religioso a todas luces injusto. Por otra parte, había que sumir la fragilidad del ser humano, sujeto a grandes limitaciones, la principal de las cuales es la muerte. Puestos a buscar una metáfora capaz de expresar gráficamente este aspecto de la condición humana, no encontraron otra mejor que la usada por las mitologías orientales: la arcilla.
Decía la mitología mesopotámica que los seres humanos habían sido creados, para comodidad y descanso de los dioses, de esta manera: sacrificaron a un dios rebelde y mezclaron su sangre con arcilla. Israel aceptaba la condición mortal del hombre -la arcilla-, pero negaba que hubiera en él un componente divino -la sangre-. En su lugar pone el aliento divino para indicar así que la vida del hombre es un don de Dios. De esta manera, elabora un pensamiento que supera los planteamientos de las mitologías de su tiempo: todo hombre -viene a decir- es imagen de Dios, pero ningún hombre es divino, si bien la vida que posee es un don del cielo.
Viene todo esto a propósito de lo dicho por Jesús -“Haremos morada en él”-, ya que su pensamiento representa un importante avance con relación al Génesis, ya que, al ver al hombre como templo de la divinidad, va más allá de ver a Dios como modelo del hombre. Dios no es una realidad exterior y distante, sino que está profunda e íntimamente unido a su obra.
Las consecuencias de esto pueden verse en diversos órdenes: la dignidad humana encuentra en Dios su fundamento último; la religión pasa de tener el eje en algo exterior -el templo- a ser una vivencia interior -el corazón-; la vida humana es un valor indiscutible; todos los seres humanos son iguales...
El complemento de esta enseñanza viene expresado por las tres palabras que Jesús añade: amor, verdad y paz. No un amor cualquiera, sino el amor de Dios, que es fuente de amor auténtico porque él mismo es amor; no una verdad cualquiera, sino la verdad completa que sólo el Espíritu de Dios puede comunicar; no una paz cualquiera, sino la que permite una vida sin inquietudes ni miedos.
Tal vez alguno crea que el mensaje evangélico está fuera de lugar por anacrónico y poco realista. Sin embargo, sigue siendo la mejor garantía del respeto a la dignidad humana ya que, para Jesucristo, el hombre no es sólo la imagen de Dios, sino que -gracias a la fe- es además su hijo.
Francisco Echevarría
AMOR, VERDAD Y PAZ. LOS PILARES DE LA CONVIVENCIA
Para Jesús, quienes cumplen sus normas es porque le aman, aman al Padre y Él los ama también. Ocurre cuando, por amor a los demás, todo está en perfecta armonía, es el pilar que sustenta nuestro actuar en todos los ámbitos sociales y con él hacemos una consistente cadena que nos ayuda a permanecer unidos.
Quienes aman a Jesús guardan su Palabra, la cumplen, el Padre los ama por ello y, al final de los tiempos, los acogerá. Los que no lo aman es porque no la guardan.
Anunció su muerte como buena y necesaria pero no como una catástrofe porque les ayudaría a comprender que es una marcha temporal junto al Padre pues regresaría cuando se cumplieran sus palabras, los hechos futuros y la venida del Espíritu Santo. Se despidió dejándoles la PAZ verdadera y previniéndolos sobre los peligros que hay detrás de la PAZ que proponen los hombres.
Después de Jesús, la evangelización no se hizo con el mismo criterio y eso ocasionó confusión al pueblo… ¿Por qué?
Porque no unificaron el mensaje, unos propusieron abrirse para dar solución a los problemas de la sociedad pero otros deseaban continuar con las prácticas que venían de Moisés.
Dios, para evitar las equivocaciones, les fue mostrando el camino poco a poco para que aprendieran a rechazar lo que no era religión y practicaran sus propuestas. Su obra se completó con la participación de Jesús, el Espíritu Santo y la Iglesia.
El Apocalipsis muestra el cumplimiento del plan de Dios, el camino para el futuro, el papel relevante de la Iglesia y el sentimiento de seguridad que comunica a quienes acuden a ella.
También, el verdadero sentido del culto al sustituir el santuario material tradicional, al que ellos acudían, por el nuevo y definitivo: […el Señor Dios todopoderoso y el Cordero].
Finalmente, aconseja alumbrarnos con la luz que nunca se agota: [… la gloria de Dios la ilumina y su lámpara es el Cordero.].
TÚ ME HABITAS
Guardar la palabra del Señor es hacer de ella un ancla que se afianza en el alma, allá en lo más hondo, y ahí se establece y permanece. Entonces ilumina, acompaña, rectifica, orienta, mueve, consuela; va germinando y transformándolo todo, adquiere vida propia. Pone en nosotros su morada y nos habita. Ha echado raíces.
Todo es fruto del amor. El que no ama no siente la necesidad de saborear, rumiar, alimentarse de la palabra. No puede interiorizar aquello que es incapaz de escuchar, y no puede encontrar en la palabra ni alimento, ni ilusión, ni pasión, ni fuerza, ni luz.
Saberse habitado da calor y color al día a día, y hace que todo, lo más cotidiano, se convierta en un pequeño milagro de vida y de luz. Lo bello resplandece más y mejor, lo bueno se refleja en todas las cosas y personas, y hasta la oscuridad se lee en clave de claridad. Se encuentra un arcoíris y un brillante resquicio de cielo azul después de cada tormenta.
Un corazón así esponjado es fácilmente movido e inspirado por el Espíritu, al que no opone resistencia, e irradia la paz que recibe y que acaba informando todo su ser, desde dentro. Por eso, busca siempre el consenso, la suavidad en todo conflicto, aliviar las cargas y liberar de toda angustia y servidumbre.
Saber que tú me habitas me descentra de mí y me centra en ti. Me hace más fuerte en mi debilidad, más feliz en medio de la prueba, más serena cuando todo amenaza ruina, más humana y fraterna.
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