CORPUS-C

sábado, 14 de junio de 2025
DESCARGAR

3 comentarios:

Paco Echevarría at: 14 junio, 2025 22:08 dijo...

CUERPO Y SANGRE (Lc 9,11b-17)

Cuentan las Escrituras que Jesús, antes de subir al cielo, prometió su presencia hasta el fin de los tiempos. A partir de aquella hora sigue en medio de los hombres, pero los modos de su presencia han cambiado tanto que resulta difícil reconocerlo. Uno de esos modos es la Eucaristía. Cristo –la Palabra hecha carne– se hace alimento para completar así la unión iniciada en la Encarnación. No may manera mejor de expresar la unión y la transformación de aquello que se une.

Pero la revelación del misterio siempre es enseñanza y –en el caso de la Eucaristía– el milagro de los panes y los peces nos da la clave. Jesús de Nazaret, que ha alimentado el espíritu de la gente con su palabra, quiere ahora aligerar su cansancio y su debilidad con el pan. Alguien –cuyo nombre desconocemos– renuncia a lo suyo y, sin saber el alcance de su gesto, hace posible el milagro. Todos quedaron saciados y aún quedó para saciar a un pueblo –doce cestos, como doce tribus, fue lo que sobró–. El sentido del milagro es evidente: Dios –llevado por la compasión– multiplica la eficacia de la generosidad humana.

Tal vez sea por eso que celebremos el día de la caridad, el día de la exaltación del amor generoso, gratuito, desinteresado, del amor que da y no pide nada a cambio, como el sol, que da su luz sin que podamos darle nada por lo mucho que nos entrega. La Eucaristía es presencia misteriosa de Jesús en medio de su pueblo y, a la vez, profecía, voz de alerta que no cesa de recordar a los suyos que esa presencia es una invitación a amar del mismo modo que él amó –"como yo os he amado"–. Y, por si alguno no quería entender, lo dejó dicho de modo más abierto, con palabras que no se prestan a confusión ni equívocos: "Lo que hicisteis a uno de mis hermanos menores a mí me lo hicisteis".

El misterio de la Encarnación sigue presente: el Verbo se hizo primero hombre en Jesús de Nazaret para que pudiéramos escucharle; luego se hizo pan y vino en la Eucaristía para que pudiéramos ser uno con él; finalmente se ha hecho hombre en cada uno de sus hermanos más pequeños para que podamos amarle y servirle. Cuando dijo "Yo estaré con vosotros hasta el fin del mundo" se refería seguramente a esto y me da la impresión de que es más advertencia que consuelo.


En este día del Cuerpo y la Sangre de Cristo, debemos despertar las conciencias y ser capaces de ver –a través de la custodia levantada en alto– el sufrimiento humano con sus mil rostros. Adorar el misterio es adorar la presencia que contiene y esa presencia no puede desconectarse de la realidad humana que la sostiene.

Paco Pérez at: 17 junio, 2025 17:55 dijo...

CORPUS CRISTI: RESPETAR Y COMPARTIR
Jesús enseñó lo importante que es cumplir con nuestras obligaciones y hacerlo sin establecer diferencias entre las personas receptoras por razones de posición social, sexo, raza, religión… A Él le preocupaba que las personas conocieran al Padre, que vivieran unidas y que no sufrieran.
Con el acto del milagro de los panes y los peces nos enseñó la importancia de recibir el alimento espiritual de la Palabra y el material de los alimentos, sin olvidarnos de acoger a todos.
Pasaron los años y Pablo les recordó que Jesús se reunió con sus amigos en un acto en el que comieron, bebieron y recibieron consejos para el futuro. Él les sugería seguir reuniéndose para recordar y practicar el espíritu de aquella Última Cena del Señor, compartirlo todo y ayudarse pero no convertir aquellas reuniones en actos bochornosos pues los asistentes llevaban a ellas los comportamientos que a diario practicaban, abuso y desprecio hacia los desfavorecidos y sus problemas.
Él les recordó cuales eran sus obligaciones con la pobreza y que retornaran al espíritu de la Última Cena: Unión y ayuda mutua.
Por el Génesis comprobamos que los tiempos cambian pero los comportamientos humanos no y por esa razón los perfectos planes de Dios siempre los estropeamos nosotros. Entonces también tenían normas y Melquisedec, sacerdote y rey, reconoció a Abraham el mérito de su trabajo bien hecho, les ayudó a recuperarse del esfuerzo, le comunicó que Dios había estado a su lado y lo bendijo en su nombre. Éste se lo agradeció y le entregó la décima parte de su logro.
Estos comportamientos prueban que las leyes eran conocidas por todos y que, al ser personas muy creyentes y justas, las cumplían.
Hoy también tenemos leyes pero no damos valor al cumplimiento del deber y, como la creencia esta cogida con alfileres, se retuercen las leyes para que quienes cometen errores queden limpios y no sean castigados.

{ Maite } at: 19 junio, 2025 15:22 dijo...

PAN Y FE COMPARTIDOS
A estas alturas nadie duda de que una nueva sociedad, mucho más justa e igualitaria, sería posible en un mundo globalizado donde el milagro del compartir fuera el pan nuestro de cada día. Pero, el compartir puede y debe impregnar y abarcar todos los niveles de la persona, sin quedarse solamente en el material. Nos cuesta dar de lo nuestro, pero compartir lo de dentro, mucho más. Santa Teresita lo expresaba así: “Los bienes que vienen directamente de Dios, los impulsos de la inteligencia y del corazón, los pensamientos profundos, todo esto constituye una riqueza a la que solemos apegarnos como a un bien propio que nadie tiene derecho a tocar”. Y llegó a ser consciente de esto: “Jesús me ha concedido la gracia de no apegarme más a los bienes del entendimiento y del corazón que a los de la tierra”.

Compartir desde lo hondo la fe, la búsqueda espiritual, los hallazgos y hasta las dudas, los avances y retrocesos, las inquietudes y los sueños, el desierto y el Tabor, multiplica y desarrolla la fe, la esperanza y el amor, la alegría y la paz, el consuelo espiritual y la fraternidad.

Toda la reforma carmelitana y las fundaciones teresianas tuvieron su origen en unos encuentros que la monja Teresa mantenía, en su celda de la Encarnación de Ávila, con otras hermanas y parientes de su confianza. Mujeres que compartían amistad, ideales, sueños de perfección evangélica y entrega a Jesús y a su Iglesia. De esas conversaciones compartidas nacieron no solo conventos, sino también una espiritualidad muy preciada para la Iglesia y para toda persona que busca crecer hacia adentro y en la relación con Dios, en vida interior y en conocimiento de sí, sea cual sea su credo o aunque no lo tenga.

Es el caso, también, de San Juan de la Cruz o Ignacio de Loyola, o tantos otros que compartieron su experiencia de Dios, por propia iniciativa o incitados por otros, y se convirtieron en auténticos mistagogos, maestros espirituales en la hermosa y no fácil tarea de acompañar a quienes buscan luz, guía y apoyo en la subida y bajada del propio Tabor.

La misma Teresa afirma que la caridad crece con ser comunicada. Nos sorprende y atemoriza la capacidad del mal para expandirse y extender sus tentáculos más allá de lo imaginable, pero el bien tiene una facultad aún mayor para hacerlo. Somos vasos comunicantes que, al compartir el aroma y los frutos del bien, ayudamos a su consolidación por todo el orbe; a la construcción del proyecto de Jesús en el presente y en un futuro que necesita de nosotros para empezar a gestarse en el seno de la historia.