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Estas hojillas, que podéis bajaros, nacieron en la Parroquia de San Pablo (Fuentepiña, barriada obrera de Huelva) y la siguen varios grupos desde hace años en su reflexión semanal. Queremos ofrecerlas desde la sencillez y el compromiso de seguir a Jesús de Nazaret.
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TÚ EN MÍ Y YO EN TI
Si contemplamos el misterio de la Trinidad es para hacerle hueco, espacio y lugar en nuestra vida de cada día. Jesús nos revela el rostro amoroso del Padre y el Espíritu nos recuerda y actualiza todas las palabras y obras de Jesús. Nos lleva, a través de Jesús, al Padre. Nos conforma con él para que, al mirarnos, Dios nos reconozca como hijos.
Y este misterio de amor, que se da y se recibe, pone su morada en lo más profundo de nuestro ser. Es lo que promete Jesús a quienes le aman y guardan su palabra. El mejor cielo para la Trinidad es el de nuestra alma y, desde entonces, ahí encuentra ella el suyo ya en esta tierra.
Decía Santa Teresa que allí donde se halla el rey está la corte. Es decir, Dios nos habita, y en él poseemos, entonces, el cielo. Es lo mismo que afirmará, siglos más tarde, otra carmelita, Isabel de la Trinidad, que aseguraba haber encontrado su cielo en la tierra cuando se hizo consciente de la presencia de Dios en ella. Santa Teresa dibujará todo un recorrido a través de siete moradas interiores, hasta llegar allí donde está el rey, Dios. E Isabel dirá que este descubrimiento iluminó toda su existencia. Estaba segura de poseer, ya en la tierra, lo que nos espera después de esta vida.
Otros místicos, los que más y mejor experiencia de Dios han tenido durante su vida, llegan a percibir que Dios está en ellos y ellos en Dios. Supone la forma más alta de comunión con Dios y en él que se puede alcanzar aquí. Y esta experiencia, lejos de alejarlos de los demás, los lleva a descubrir a Dios igualmente presente en ellos.
Dios, misterio de Amor, nos llama a la experiencia y compromiso del Amor. Un Amor que se entrega, se da, se comunica e irradia por su propia naturaleza. Un amor que, como también describirá Isabel de la Trinidad, nos consume, de manera que toda nuestra existencia se destila gota a gota por la Iglesia. Por todos.
LA SANTÍSIMA TRINIDAD
Nos preocupamos de encontrar una explicación a los misterios y también lo hacemos con la Santísima Trinidad pero al indagar olvidamos que, si no es fácil comprender lo humano… ¿Cómo vamos a comprender bien las cosas de Dios?
Tal vez, lo más aconsejable no sea centrarnos sólo en la comprensión del misterio sino en vivir a diario practicando las enseñanzas recibidas sobre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Después, es posible, que conozcamos mejor la clave del misterio.
El Padre se muestra, desde siempre, en el día a día de las personas y por eso descubrieron que un ser superior estaba detrás de todo, comenzaron a mirar al cielo y surgieron las religiones y los rituales para corresponderle y ganarse sus favores. Esa religiosidad estuvo alejada de la realidad de Dios hasta que el Padre se manifestó a Moisés.
En su momento, nos envió a Jesús-Hombre para que ayudara y enseñara a las personas el verdadero camino, murió, resucitó y, con su Ascensión, retornó glorioso al cielo como Hijo de Dios. Antes de marcharse, nos dejó el Espíritu Santo para que siempre estuviera a nuestro lado ayudándonos.
Si la predicación del Misterio no se hizo o hace acertadamente se entorpece la recepción del mensaje y eso ocasiona que no percibamos acertadamente que Dios es bueno y ama a todas las personas. Opino así porque a los mayores se nos enseñó: [Dios es nuestro Padre, premia a los buenos y castiga a los malos.]… ¿Así era y es Dios?
Siempre fue y es lo contrario, amar a todos igual, aceptarnos totalmente con nuestras virtudes y defectos - aunque lo insultemos-, y nunca discrimina por posición social, raza, religión… ¿Somos nosotros como Él?
La condición humana de Jesús debió facilitar a la comunidad su aceptación y la comprensión del mensaje, rectificar y perdonar las ofensas para que el Padre nos perdone las nuestras, no lo comprendieron y lo rechazaron. Hoy… ¿Lo entendemos o seguimos rechazándolo?
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