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sábado, 1 de febrero de 2025
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1 comentarios:

{ Maite } at: 04 febrero, 2025 17:39 dijo...

REMAR MAR ADENTRO
Jesús nos impulsa a remar mar adentro. Eso nos hace alejarnos de las orillas conocidas en que transcurre nuestra vida; donde encontramos la seguridad y la comodidad que tanto nos gustan. Donde se hallan nuestras anclas, esas que nos mantienen amarrados, bien sujetos y estables, lejos de los riesgos y las zozobras que conllevan.

Jesús siempre nos desinstala y nos insta a profundizar, a ahondar, a partir, a alejarnos de los caminos familiares, tantas veces recorridos; y nos llama a lanzarnos en alas del Espíritu, en busca de más peces, allende los mares. Solo así, en el despojo de todo lo adquirido con el paso del tiempo, nuestra mirada adquirirá un nuevo brillo. Nuestras manos anhelarán otra pesca. Nuestros corazones se abrirán a la novedad del reino y nuestros brazos podrán acoger, con pasión, ilusiones sin estrenar que apenas sabíamos que estaban ahí.

¿Cómo dejar nuestras orillas y remar mar adentro? Hace falta ser conscientes de la mirada de Jesús que busca la nuestra. Dejar que suba a nuestra barca, en vez de empeñarnos, contra viento y marea, en bregar solos, por nuestra cuenta, en los mares procelosos de la vida.

Hemos de abrirnos a su Palabra, la brújula que nos orienta e ilumina y abre caminos en el mar. Necesitamos confiar en él, con la certeza de que nunca nos dejará a la deriva ni a merced de olas más fuertes que nuestra barca, pobre y pequeña.

Hemos de adentrarnos en aguas desconocidas en tiempos intempestivos, sin miedo, con él a bordo, confiados en la abundancia de peces que aguardan que echemos las redes. Hemos de formar un buen equipo de pescadores, coordinados y seguros, los unos de los otros; haciéndonos espaldas, al decir de Santa Teresa, para arrastrar con fuerza las redes entre todos cuando sea necesario; para remendar las redes, heridas del trabajo, y reponer fuerzas en el calor de la amistad compartida. Todos unidos, todos remando a una, con la esperanza de lograr una pesca mejor.

Cuando Dios llamó a Isaías, este le contemplaba, majestuoso en el templo; temeroso y apocado ante tanta magnificencia. Jesús pasa, y nos mira. Nos llama en medio de nuestras tareas. Se hace uno de nosotros, en nuestra orilla. Con él a bordo de nuestra barca, se puede remar más adentro con la confianza de llenar las redes como nunca.