4º Domingo Ordinario - C

jueves, 18 de enero de 2007
28 Enero 2007

JEREMIAS: Relato de vocación de un joven de 19 años.
1CORINTIOS: Quedan la fe, la esperanza, el amor; la más grande es el amor.
LUCAS: Hoy se cumple esta Escritura. Cinco tareas para ayer y hoy.

Descargar Evangelio del 4º Domingo Ordinario - C.

Juan García Muñoz.

3 comentarios:

Anónimo at: 18 enero, 2007 17:13 dijo...

EL RECHAZO DEL MESÍAS (Lc 4,21-30)

Tras escuchar el anuncio de la salvación y del perdón para todos -incluidos los enemigos-, los paisanos de Jesús se sorprenden de que el hijo de José hable de esa forma. Y piden una prueba: quieren ver un milagro para creer sus palabras. Pero él se niega y les enfrenta con su propia historia. Siguen actuando como en tiempos de Elías y de Eliseo: eran muchos los enfermos y necesitados de Israel, pero sólo los paganos se beneficiaron del poder de los profetas. Lo cierto es que, cuando el corazón no está abierto a la verdad, sobran los argumentos. Ante esa denuncia, la reacción no se hizo esperar: le expulsan de la comunidad con la intención de acabar con él, pero Jesús -con la majestad de un ungido por el Espíritu- camina entre ellos y les abandona. Han perdido su oportunidad.

Hoy el ofrecimiento sigue en pie. Cuando miramos a nuestro mundo, no todo lo que vemos es agradable: la vida parece estar devaluada, el ser humano cuenta menos que los bienes materiales y la riqueza, se han desatado los mecanismos de conquista del poder, aumentan las diferencias entre los hombres y entre los pueblos, crece en muchos lugares el hambre y la miseria, se multiplican los medios de evasión de la realidad... Tal vez alguno piense ¡Qué pesimista! y yo digo ¡Qué triste!

Hoy, más que nunca, necesitamos evaluar nuestros esfuerzos para ver si el mundo que hemos hecho es el mejor de los mundos posibles. Yo creo que nos hemos equivocado en bastantes cosas. Occidente -a lo largo de siglo recién superado- ha vivido tratando de hacer realidad los tres grandes mitos de la edad moderna: el mito del progreso -la felicidad es el resultado del progreso económico-, el mito de la razón -sólo lo razonable es real- y el mito de la inmanencia -Dios es un supuesto innecesario-. Pero ¿cuál ha sido el resultado? La humanidad no remonta la crisis económica en la que vivimos y cuyo signo más terrible -la diferencia entre países ricos y pobres con- sigue creciendo; los planteamientos que tratan de explicar la realidad -los discursos globales- han perdido interés porque se ha perdido la fe en la verdad -Pilatos sigue preguntándose en qué consiste-; y el sentimiento religioso, atacado y menospreciado, o bien se ha fragmentado en mil sectas, muchas de ellas destructoras de la libertad, o bien se ha radicalizado dando lugar a los fundamentalismos con su carga de fanatismo y violencia.

Ha llegado el momento de someter a crítica a los maestros de la sospecha que han dominado el pensamiento a lo largo del pasado siglo. Frente a ellos Jesús de Nazaret sigue anunciando la Buena Noticia: el verdadero progreso humano es interior y conduce a la solidaridad entre todos los hombres; el Reino de Dios se construye sobre el amor, la verdad, la paz y la justicia. Creyentes y no creyentes tenemos la oportunidad de escuchar de nuevo sus palabras -la verdad que encierran-, sin dejar que los prejuicios históricos, filosóficos o culturales nos cieguen.

Anónimo at: 18 enero, 2007 17:17 dijo...

LOS OTROS CRISTOS (DOM-4C)

Cuando en una Parroquia céntrica de Huelva se celebraba la Eucaristía de la tarde se acercó de improviso al Belén un joven que cogió la imagen del Niño Jesús y la lanzó al suelo rompiéndola en pedazos. Estupor, consternación, silencio de angustia y lágrimas. El celebrante recogió los pedazos y muy acertadamente indicó que en el mundo había muchos Cristos rotos.

En 1614 el P. Luis Frías en un sermón en Cartagena de Indias predicó: "Es mayor pecado dar un bofetón a un moreno que a un Cristo (señalando al crucifijo que estaba en el altar); imagen viva de Dios, imagen de madera muerta". Fue considerado un nuevo Lutero y enviado a la Inquisición.

¡Que fácil resulta respetar y orar ante las imágenes de nuestros templos! ¡Cómo nos acercan a Dios! Y ciertamente esto es bueno, muy bueno. Ya en siglo VII San Juan Damasceno decía que "la belleza y el color de las imágenes estimulan mi oración. Es una fiesta para, mis ojos, del mismo modo que el espectáculo del campo estimula mi corazón para dar gloria a Dios".

Pero...

¡Que difícil resulta respetar y amar las imágenes viva de Dios -los otros Cristos-, que nos rodean y con las que tratamos! Atribulados, indigentes, enfermos decrépitos, inmigrantes... si además son groseros, sucios o nos quitan nuestro precioso tiempo.

¿Estimulan alguna vez nuestra oración?

San Pablo hoy nos recuerda: "Lo más grande es el amor".

Anónimo at: 19 enero, 2007 22:20 dijo...

Que ironía la de Pablo cuando nos dice "ambicionad los carismas mejores" y poco a poco va desmontando todo el resplandor de aquellos que, a primera vista, pueden seducirnos, para descubrirnos que el carisma mayor es el amor. El doble sentido en Pablo es abundante y da pie a plantearse muchas cosas. Para mí tiene mucha importancia ese "cuando era niño comía cosas de niño". Pese a mi juventud no me cuesta encontrar cristianos que parecen niños de pecho,en los que las palabras ya suenan huecas, que no han dejado arraigar más y más profundamente la fe en su vida. No quisiera hacer lo mismo y pido la ayuda del Espíritu porque creo que llega el tiempo en el que es fundamental mostrarnos seguros de nuestra fe, aunque no este de moda. Porque lo que rechina a este tiempo no es que yo admita que puede ser verdad el mensaje cristiano, sino que lo defienda con autoridad en las obras y en las palabras. Y sin embargo, esa radicalidad no debe estar reñida con sentirnos como niños en las manos del Padre o con respetar los procesos de los demás o el propio. Dificil esta armonía entre adultez y confianza.