28º Domingo Ordinario - B

viernes, 2 de octubre de 2009
11 Octubre 2009

Sabiduría: En comparación con la sabiduría, tuve en nada a la riqueza.
Hebreos: La palabra de Dios juzga los deseos e intenciones del corazón.
Marcos: Vende lo que tienes y sígueme.


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Juan García Muñoz.

3 comentarios:

{ Paco Echevarría } at: 02 octubre, 2009 06:00 dijo...

RIQUEZA Y MÉRITO (Mc 10,17-30)

Uno de los pilares del Judaísmo era la ley del mérito, según la cual el bien futuro del hombre y su salvación eterna dependen de cómo sea su vida en el presente. La salvación venía a ser el salario merecido del esfuerzo. La pregunta que un desconocido le hizo un día a Jesús - “¿Qué tengo que hacer para alcanzar la vida eterna?”- responde a esa mentalidad y la respuesta que él le dio sigue la lógica del momento: "Cumple los deberes con el prójimo". La contestación del interesado -"Es lo que he hecho hasta ahora"- indica que estamos ante alguien que aspira a más.

A partir de ese momento, el encuentro con Jesús adquiere un valor especial. El maestro de Nazaret le hace la propuesta del seguimiento: "Deja todo aquello en lo que has puesto tu corazón, sé generoso con los necesitados y sígueme". Renuncia, generosidad y seguimiento. Dejar los apegos, abrirse a los demás y aceptar el ideal de Jesucristo. Son los tres elementos que configuran la identidad del discípulo.

No era eso lo que esperaba aquel hombre y se marchó desoyendo la invitación de Jesús. Éste aprovechó entonces la ocasión para dejar las cosas claras a sus seguidores en este punto. Debió desconcertarles su enseñanza porque la mentalidad del momento era que las riquezas son un don de Dios, una bendición, y, por tanto, un signo de su predilección. Él, tomando un dicho de la época, dice que es imposible aceptar el Reino de Dios cuando el corazón está atrapado por la riqueza. La opción del cristiano -la fe- supone una escala de valores diferente de la que domina en el mundo. La riqueza en cualquiera de sus formas -económica, política, social, cultural...- es siempre un bien perecedero y emplear la vida en aumentarla sólo es una forma de desperdiciar la existencia. La única riqueza que merece la pena y que dura para siempre es la generosidad. A algunos esto puede parecerle un ideal imposible, pero Dios puede cambiar radicalmente el corazón y hacer ver que la riqueza no es meta, sino medio. Quien no comprende la verdadera naturaleza de las cosas materiales está condenado a ser esclavo de ellas.

En este punto interviene Pedro en nombre de los Doce para recordarle que ellos sí le han seguido. Jesús le responde completando su enseñanza: no se refiere sólo a la riqueza material -al dinero-, sino a todo aquello que da seguridad en este mundo: familia y patrimonio. La seguridad del discípulo sólo se encuentra en Dios y el bien supremo no es cosa humana ni de este mundo. Sólo quien comprende esto es capaz de la renuncia, de la generosidad y del seguimiento. Una vez más centra la atención en lo esencial y sus palabras nos recuerdan la pregunta que hizo en otro momento: “¿De qué le sirve a un hombre ser el dueño del mundo si pierde la vida?” (Mt 16,26). En lo tocante a la vida, lo que verdaderamente importa es el resultado final porque de él depende el valor y el sentido de cada cosa. En definitiva: la gran pregunta sobre el vivir es "Y todo esto ¿para qué?". Según sea la respuesta así será la existencia, y conviene atinar en la respuesta, pues quien ignora la meta es muy probable que equivoque el camino.

Francisco Echevarría

José Mora Galiana at: 02 octubre, 2009 13:27 dijo...

EL TEMOR A LA IGUALDAD

El mensaje del Nuevo Testamento nos transmite, en las palabras y hechos de Jesús (rcogidos en Mc.10, 1-12), la exigencia de la igualdad entre la mujer y el hombre como condición de Justicia, y la igualdad también en su responsabilidad respecto del amor.

De todos es sabido el contexto patriarcal, teórico y práctico, que ha dominado nuestra vida de tradición judeocristiana e islámica y también grecoromana: el hombre, cabeza de familia; el primogénito, varón; los hombres a estudiar, las mujeres, a callarse..., a la cocina y a planchar los pantalones de los hermanos (así hasta la década de los 70). La simbología de la serpiente aplicada a la mujer ya sabemos el daño que ha hecho en nuestras mentalidades y discriminaciones.

Parece que no nos habíamos enterado de un mensaje claro: Moises había dado dominio del hombre sobre la mujer en lo relativo al divorcio, por la terquedad, por la dura cerviz de los hombres de un pueblo y por el hecho de una sociedad claramente machista.

Jesús, ante el caso del divorcio, lo que pone de manifiesto como responsabilidad ética es la falta de amor.

Dios nos creó hombre y mujer, comunidad humana. No cabe, pues, discriminación, si nos confesamos hijos de un mismo Padre. Tampoco cabe, en consecuencia, acepción de personas, ni privilegios, ni discriminaciones racistas, ni divisiones entre "nacionales" y extranjeros"; "libres" y "esclavos" (eso es tradición pagana o, en su caso, tradición veterotestamentaria). En ese punto, desde nuestra perspectiva actual, la Carta de los Derechos Humanos supone un gran avance, siempre que se garantice la igualdad efectiva.

Marcos, a renglón seguido nos mostrará a Jesús defendiendo el derecho de los niños y niñas...De ahí lo importante de referirnos también a la infancia; a que niños y niñas, jugando juntos, sin tapujos, sin prejuicios ni distancias, nos revelen la grandeza de que somos una sola carne, una sola raza humana, una sola realidad vital: animales humanos capaces de sentir, de jugar,de pensar y de amar. Es una referencia a lo ingenuo, a lo transparente, a lo espontáneo, en contra de toda doblez. Pero es, sin duda, el establecimiento de un derecho.

Por eso, precisamente, la necesidad que tenemos de educar nuestras capacidades, en el caso del amor, sobre todo la voluntad de amar y la fuerza del espíritu que tenemos, para no deteriorar ni romper lo que, por la fe en Dios (que es amor) es uno o una: la unión en el amor (la familia -con la correspondiente importancia del derecho de los niños-), y la Comunidad Humana (tan difícil de construir sin amor).

Es más, si creemos que Dios nos crea y nos santifica a todos los seres humanos, descubrimos también que tenemos un origen común. ¿A qué, pues, tanta diferencia? ¿No será que tenemos miedo a la igualdad por egoismo personal y por soberbia inconfesable?

Sabemos que la Justicia implica conjunción de libertad e igualdad. Sabemos, además, en el ámbito religioso, que el amor nos hace iguales. ¿Romperíamos lazos de unión si de verdad nos presidiera el amor?

Si hay amor no tiene sentido el divorcio.

Si hay desamor, entonces, al menos, tiene que prevalecer el sentido de la justicia: la igualdad de la mujer y el hombre ante la Ley. Pero la Ley sólo nos revela nuestra debilidad: el desamor, fruto seguro de la terquedad, la incomunicación, la soberbia o el egoismo.

Una vez establecido con claridad el principio de la igualdad, entonces, y sólo entonces, quien repudia al otro es el que actúa mal, el que se tuerce y tuerce el camino, el que expone al otro al adulterio. Pero lo principal y supremo es el amor, en igualdad y en libertad.

Reconocerlo sería muy importante incluso para recomponer el amor... y, en caso de no ser posible, actuar al menos con justicia.

José Mora Galiana

José Mora Galiana at: 05 octubre, 2009 19:53 dijo...

HACIA LA CIUDAD SANTA
"LIGEROS DE EQUIPAJE"
(Mc. 10, 17-30)

Camino de Jerusalén, le pregunta un joven -que tenía muchas posesiones- a Jesús, tras reconocerlo como Maestro Bueno: ¿Qué hacer para alcanzar la vida eterna? La respuesta no deja de sorprender a los propios discípulos, en quienes Jesús, a pesar de todo, confía porque confía en Dios Padre, único Maestro Bueno.

Todo el Evangelio de Marcos nos va aleccionando o catequizando sobre el caminar mesiánico de Jesús en contraposición a la mentalidad reinante. También hoy sabemos, incluso sociológicamente hablando, cuál es la mentalidad dominante, y cuáles los valores que prefieren la mayoría de la juventud:ganar dinero, prestigio, seguridad, y vivir bien, junto a la exigencia de realización personal.

En contraposición a esa mentalidad imperante y a esas tendencias, ya el prólogo del evangelio de Marcos nos muestra la necesidad de acoger el mensaje de conversión de Juan el Bautista, quien nos indica el camino a seguir, Jesús "Hijo de Dios".

En la primera parte, ante el referente establecido, se producen dos reacciones contrarias: la de escribas y fariseos (1,14-3,6); y la del pueblo (3,7-6,6a); y la reacción titubeante de los discípulos. Por eso, en la segunda parte, Jesús se esfuerza en mostrar cuál es la senda que hay que tomar en cada una de las cuestiones que se van planteando en la vida.

En el tema del Matrimonio nos remitía al amor y a la igualdad de la mujer y el hombre. En el tema de la riqueza nos remite al desprendimiento y, a algo más, a revertir la historia en favor de los pobres.

En efecto, para alcanzar la vida eterna no basta con cumplir la ley positiva establecida respecto al prójimo. Esta Ley sabemos cuál era: No matar; no cometer adulterio; no robar; no dar falso testimonio; no estafar; y honrar al padre y a la madre. Excelente el quehacer y la tarea que, al parecer, cumplía el joven rico, que gozaba de propiedades y de dinero. Digamos que era un ciudadano bien formado y honrado. ¿Se le podía pedir más todavía?

Jesús, desde la exigencia del amor que el proclama, indica que falta algo: la opción por los pobres.

La Iglesia actual recuerda a este respecto que la voluntad de verdad, el espíritu de sabiduría -ante la realidad cruel de las desigualdades del mundo-, es lo realmente valioso y que, frente a ello, la plata vale lo que el barro (Sabiduría 7, 7-11).

En este sentido, es verdad, la palabra de Dios, lo que se nos revela auténticamente como tal, lo que nosotros descubrimos como tal, es más tajante que una espada de doble filo que penetra en lo más hondo de la unión entre el alma y el espíritu (Henreos 4,12-13), es decir, en nuestra propia conciencia.

En nosotros está el seguir o no seguir esa propuesta. Los discípulos se asustaron. ¿Cómo seguir así, con esa visión de las cosas, hacia Jerusalén, la "Ciudad Santa"?

¿No es ese planteamiento subversivo, también en el mundo actual, dominado por quienes detentan el poder y por las personas y entidades más ricas del mundo?

¿no es ese planteamiento subversivo incluso para nosotros?

Imaginemos que se abordara por ejemplo la "justa distribución de las rentas" -tema ya tratado en 1958 por el que fuese Obispo de Huelva, D. Rafael González Moralejo, entonces Obispo Auxiliar de Valencia-.

¿Cuál sería la respuesta cristiana?

A nosotros de contestar individualmente, como personas, como ciudadanos y como creyentes.

¿Acaso nos resulta difícil imaginar por qué mataron a Jesús en Jerusalén, en la "Ciudad Santa" del "Reino de Dios"?

Jesús dijo que había que entrar por la puerta de la muralla sin excesivo equipaje en los camellos. Hacia la "Ciudad Santa", siguiendo a Jesús, hay que ir "ligeros de equipaje.