DOMINGO 20-B

domingo, 12 de agosto de 2012
19 AGOSTO 2012
DOMINGO 20-B

JUAN 6,51-58. Mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida.

DESCARGAR DOM-20B

3 comentarios:

Paco Echevarría at: 12 agosto, 2012 21:08 dijo...

EL SENTIDO DE LA VIDA (Jn 6,51-58)

El momento culminante del diálogo de Jesús con los judíos sobre el tema del pan de vida es cuando declara abiertamente que en él -en su humanidad, en su carne- Dios se está manifestando y que la aceptación de esto es la única garantía de una vida para siempre. El escándalo de aquellos hombres se torna en desconcierto: “¿Cómo puede darnos a comer su carne?”. Es decir: ¿cómo pretende que le aceptemos como Dios en forma humana? Pero Jesús, en lugar de suavizar el planteamiento, lo radicaliza aún más: "Si no coméis mi carne -si no aceptáis que soy la manifestación humana de Dios- y no bebéis mi sangre -beber la sangre es aceptar el proyecto de vida que él propone-, no tenéis vida en vosotros". La vida verdadera -en cualquiera de los mundos-sólo es posible si se acepta lo que Jesús es y lo que anuncia. Será en su muerte, en su entrega suprema, donde esto se manifestará plenamente.

El evangelista escribe para una comunidad que celebra frecuentemente la Eucaristía, es decir, el sacramento -el signo- en el que se realiza místicamente ese acto profundo de comunión con Jesús por la aceptación de su ser -carne/pan- y de su vida -sangre/vino-. La Eucaristía no es, por tanto, el recuerdo simbólico de un hecho ocurrido en el pasado -la muerte de Jesús-, sino un memorial, es decir: la celebración aquí y ahora de su entrega. Evidentemente estamos ante el misterio, es decir, ante una realidad oculta que sólo se puede percibir con la mirada interior.

La Eucaristía es el encuentro con el Señor de la Vida. El pan y el vino -la persona y la vida, el ser y el existir- también son un misterio de encarnación, pues en ellos, Dios se hace humano para que la humanidad tenga acceso a él. Pero, dado que Dios es amor y el amor se expresa en la entrega, la Eucaristía es la celebración del misterio del amor: de Dios a los hombres -"Tanto amó Dios al mundo que le entregó a su Hijo"- y de los hombres entre sí -"Amáos los unos a los otros"-. Llegados a este punto vemos claro el discurso de Jesús: lo que salva, lo que da la vida verdadera es el amor que cristaliza en la entrega.

Una vida de desamor y de egoísmo no es vida, sino una muerte lenta porque genera tal cantidad de sufrimiento, frustración y dolor al que padece este mal y a quienes lo sufren a su alrededor que la vida pierde sentido y el vacío se instala en el corazón. Por el contrario, abrirse al amor es como arrojarse a un mar de plenitud y de sentido porque es sumergirse en Dios.

Hay quienes piensan que el cristianismo está contra la vida y uno se pregunta de qué cristianismo hablan, porque ¿hay algo más vital que el amor? Más cierto me parece que es el inmanentismo reinante el que genera una cultura de la muerte y narcotiza las mentes y los espíritus con sucedáneos de felicidad, dando lugar, a la larga, sobre todo en los más jóvenes, a la conciencia sentida de que la felicidad es imposible.
Francisco Echevarría

Maite at: 14 agosto, 2012 15:02 dijo...

A muchos de nosotros nos suenan,desde muy niños, estas palabras de Jesús. Eso nos ha privado, en muchos casos, de descubrirlas y experimentar en nuestra vida lo que significan. Hemos hecho costumbre de eso de alimentarnos con el Cuerpo y la Sangre de Jesús, y olvidamos con facilidad qué es y a qué nos compromete.

Comer la Carne de Jesús y beber su Sangre nos hace entrar en el contexto de la Última Cena, cuando Jesús lava los pies de sus discípulos. Es asimilarse a Él y vivir como vivió Él. Hacer nuestra su Carne y Sangre compromete a entregar la vida como Él, hasta la muerte y muerte de cruz, hasta el último aliento y sin casarse con ningún tipo de poder.

Comer la Carne de Jesús y beber su Sangre nos sitúa también en el seno de una comunidad de hermanos que no nos pueden ser indiferentes. Todos comemos del mismo pan y bebemos del mismo cáliz; todos estamos llamados a ser servidores los unos de los otros y a recorrer juntos, como seguidores de Jesús, los caminos de la vida.

Comer la Carne de Jesús y beber su Sangre nos lleva a la más íntima comunión de amor con Él que se puede dar. ¿Hay mayor amor que hacerse carne de nuestra carne y sangre de nuestra sangre? Somos el tabernáculo que se ha dignado escoger y en que desea habitar. Por eso el Padre, al mirarnos, reconoce en nosotros al Hijo.

Frapelo at: 18 agosto, 2012 15:49 dijo...

La sociedad habla de CRISIS cuando no hay dinero, siempre fue así. Ahora se especula y, además, los culpables dicen tener la pócima mágica para corregir el mal. La realidad es que no se hace lo que realmente nos arreglaría algo el problema, imitar a Jesús en la escena del templo y expulsar a quienes nos llevaron hasta donde estamos.
Se habla, en términos económicos, de que desembocaremos en una UE de dos velocidades porque hubo países que se preocuparon más que otros de buscar la solución para sus problemas.
En el “HECHO RELIGIOSO” también se conoce la palabra CRISIS. Yo diría que nada en ese peligroso río desde hace mucho tiempo.
Si nos centramos en la EUCARISTÍA, el tema que nos ocupa, comprobaremos que el ENFOQUE también camina a DOS velocidades. El que hoy se da en la hojilla es un fiel reflejo del espíritu que nació en el Cenáculo, el verdadero… ¿Por qué no se planteó desde siempre esa realidad al pueblo llano? ¿Por qué se nos ha presentado otro confundiendo al receptor?
Se practicaba el verdadero sentido de la Eucaristía en las primitivas comunidades cristianas, porque estaban próximos a los hechos. Ya sabemos cómo acabó aquella práctica… ¿Por qué no se purificó el ACTO en vez de anularlo? ¿Por qué se implantó después la práctica del formato actual el cual, a su vez, ha sufrido modificaciones con el paso de los años?
Cuando el oficiante y los cristianos nos limitamos a la velocidad de “misa y ollas” el clima para que prospere la PALABRA de Dios no es el adecuado. Hacen falta clérigos convencidos de que el camino que recorremos no nos lleva a buen puerto y que hay que empezar a caminar como Jesús nos enseñó, nunca es tarde para comenzar.
Muy importante, también, es que el cristiano se sienta INCONFORMISTA y que busque de manera incesante la VERDAD, está en la Biblia y ahí la recibiremos LIBRE de las manipulaciones de los hombres, unas veces de manera interesada y otras porque fueron educados, ellos también, de manera errónea. Si entramos en ella con el corazón limpio Dios nos mostrará el VERDADERO CAMINO.