DOM-2ºPASCUA-C

miércoles, 3 de abril de 2013

7 ABRIL 2013
2º DOM PASCUA-C

JUAN 20, 19-31

3 comentarios:

{ Dani } at: 03 abril, 2013 11:31 dijo...

LAS DUDAS DE TOMÁS (Jn 19,19-31)

Estaban escondidos y asustados y Jesús se les mostró extendiendo ante ellos las manos y mostrando el costado. Eran los trofeos de su victoria. Ellos, al verlo, se llenaron de alegría. Es el sentimiento que invade a todo el que se encuentra -en medio de sus dudas y temores- con el Señor de la vida. El primer rasgo de un cristiano es, precisamente, la alegría, ya que ella es el brillo del amor. Pero una alegría que nadie puede quitar porque no procede de nada que alguien pueda darnos, sino de algo más profundo.

Después de tranquilizarlos, los envía a cumplir su misión en el mundo: la misión de perdonar. Para ello les entrega su Espíritu. Y es que la misión de perdonar excede con mucho las posibilidades humanas, como bien decían los fariseos a Jesús. La Iglesia no cree tener por derecho propio el poder de absolver o no la culpa. Sólo Dios es Señor del perdón. Pero ella ha recibido una misión que de anunciar el perdón. Esa fue la gran lección de la cruz: la violencia y el odio desatados contra él en su pasión no consiguieron descabalgar a Cristo de la montura sobre la que entró en Jerusalén: la paz y el amor incluso al enemigo. Por eso murió perdonando, aunque algunos, después de veinte siglos, aún sigan odiándole por ello.

Todo esto va precedido del saludo de la paz, el principal de los dones del Mesías. Paz, alegría y perdón: ¡Hermosa trilogía para un mundo demasiado carente de las tres! La misión del cristiano, como la de Cristo, es anunciar a un mundo, castigado por la violencia, la paz más profunda y valiosa: la del corazón; entregar la dicha más auténtica a un mundo entristecido, que oculta su insatisfacción en una compulsiva búsqueda de placeres; y liberar de la angustia de la culpa a quienes han olvidado el concepto de pecado, pero no se han podido liberar del sentimiento que conlleva la connivencia con el mal.

Tomás representa a todos los escépticos, a todos aquellos que sólo creen en lo que puede verse y tocarse, a los que hacen gala de ser prácticos y positivos. Sólo creen en la verdad de los sentidos. Lo cual es bien poco. A éstos Jesús les dice: “Dichosos los que crean sin haber visto”. No está hablando de falta de rigor o ingenuidades. Habla de que hay otra realidad tan presente y comprometedora como aquella que creemos conocer. Ignorar esto no es cosa de sabios, sino de engreídos.

Más aún: sólo es verdadero sabio quien sabe ver siempre más allá, quien no se deja engañar por la apariencia, quien busca en todos y en todo el espíritu que anima a cada ser. Tal vez la fe no sea -como en otro tiempo se creyó- una debilidad del ignorante, sino una necesidad, un valor, para la supervivencia. Han pasado los años, al menos eso parecía, en que los creyentes casi teníamos que pedir disculpas por creer y ser aceptados sin ironías ni menospre¬cios. Hoy la fe es un don que ofrecemos al mundo con la paz, la alegría y el perdón.

Maite at: 03 abril, 2013 18:29 dijo...

Antes de decir: hemos visto al Señor, todo era muerte y miedo en torno a los discípulos. Se mantenían ocultos y encerrados, eran ovejas sin pastor que se sentían amenazados por lobos que ansiaban descuartizarlos.

Estaban juntos, pero no unidos, hasta que apareció Jesús en medio de ellos, como fuerza aglutinante, y vivo. Y les hizo entrega de los dones de la Resurrección: la paz, su paz, y el Espíritu Santo, que los revestía de autoridad. Les enseñó las manos traspasadas por los clavos y el costado abierto por la lanza para que supieran que no era un fantasma, una ilusión, sino el mismo que habían visto colgando de la cruz.

Pero faltaba Tomás, y cuando se unió a ellos le repetían lo que ahora salía a chorros de sus labios y corazones: hemos visto al Señor. Pero Tomás lleva grabada a fuego la muerte del Maestro y la soledad y desamparo que les ha dejado, y no puede creer. Es sincero, y a pesar del testimonio unánime, lleno de fe y alegría, abrumador, de sus compañeros no puede creer. No lo disimula y necesita ver las manos de Jesús y meter sus dedos en los agujeros de los clavos y la mano en su costado.

Ocho interminables días tardó Jesús en volver donde sus discípulos. Ocho días en los que Tomás no podía participar del gozo y la esperanza de los demás, no podía compartir su fe. Nadie le rechazó por ello, pero todos deseaban que Tomás viera al Maestro como le habían visto ellos, que volviera a la vida como ellos y el aliento de la muerte que tenía metido en el alma huyera para siempre.

Otra vez llegó Jesús estando cerradas las puertas y se puso en medio, que es su lugar entre los discípulos. Otra vez llegó con su paz y se dirigió a Tomás pidiéndole su dedo y ofreciendo sus manos y costado, invitándole a la fe.

El evangelista no dice que Tomás tocara a Jesús, le bastó con ver y oír y su incredulidad se derritió como la nieve bajo el sol. Ocho largos días había perseverado en ella, bastó ver al Señor para que cayera. Necesitaba experimentar por sí mismo lo mismo que los otros, y nadie se lo echó en cara. Tomás pronunció entonces una de las confesiones más hermosas que se pueden dirigir a Jesús: Señor mío y Dios mío. Desde aquel momento se convirtió en un evangelizador.

Fue entonces cuando Jesús se refirió a nosotros al decir: dichosos los que crean sin haber visto. Palabras que resuenan en las que Pedro escribió más tarde: no habéis visto a Jesucristo y lo amáis; no lo veis y creéis en Él; y os alegráis con un gozo inefable y transfigurado, alcanzando así la meta de vuestra fe: vuestra propia salvación.

A Tomás, que dudó de la Resurrección del Señor, le llamamos hoy Santo Tomás. Y a Pedro, que negó tres veces al Maestro, San Pedro.

El evangelista nos dice que Jesús hizo muchos otros signos. Él ha escrito algunos de ellos para que creamos, y para que creyendo tengamos vida.

Juan Antonio at: 07 abril, 2013 22:22 dijo...

Hoy quisiera expresar mi reflexión sobre el versiculo del Evangelio que nos dice que Tomás no estaba con los discipulos, no sólo los doce sino ese grupo más numeroso que eran los discipulos, como se dice al principio de este Evangelio.
No dice el Evangelio porque no estaba Tomás, sinembargo nos dice que los disicipulos estaban encerrados por miedo a los judios.
Cuantos bautizados de hoy no están en la comunidad eclesial, en el Pueblo de Dios, cuantos no se han enterados de la Resurrección, cuantos huyen por miedo, decepción, , por......
Yo pienso en todos esos que hemos excluidos de la Comunidad por nuestros actos, por nuestro estilo de vida, quizas cumplidor de reglas y preceptos, pero vacio del único mandamiento de Jesús, el amor, amor que es la esencia de Dios y amor que es nuestra esencia, pues somos semejante a Él.
Si nosotros no vivimos con alegria la Resurrección de Jesús, si nos ven con esa tristeza que nos suelen achacar, con esa indiferencia ante tantos crucificados de hoy y de siempre,¿Cómo van a creer?
No sólo nos dirán que necesitan tocar, palpar, sino que necesitan que nuestras vidas le den testimonio de eso que decimos y esa es la razón del envío que Jesús nos hace
¿le haremos caso alguna vez, algún día en nuestra vida?