DOM-5ºPASCUA-C

domingo, 21 de abril de 2013

28 ABRIL 2013
5º DOM-PASCUA-C

JUAN 13, 31-35: La señal por la que conocerán todos que sois discípulos míos será que os amáis unos a otros

3 comentarios:

Paco Echevarría at: 21 abril, 2013 08:48 dijo...

COMO YO OS HE AMADO (Jn 13,34-35)

Es costumbre humana hablar mucho de aquello que añoramos o echamos en falta para llenar la ausencia con la evocación y el recuerdo. En base a esto, podemos concluir que en nuestro mundo falta mucho amor. Por eso es siempre nuevo el mandamiento de Jesús: amaos como yo os he amado. No era nuevo entonces, ni lo es hoy, el precepto de amar al prójimo como a uno mismo, pero se presta a error, porque, si uno es la medida del amor a los demás, depende de cómo sea uno para que así sea el amor. Jesús corrige esto y se presenta él mismo como modelo. Ya había dicho en otra ocasión que nadie tiene amor más grande que el que da la vida por aquellos a los que ama y que el amor de Dios al mundo le llevó a entregarle a su propio hijo. Con este precepto Jesús establece el fundamento del ser y de la convivencia sobre una nueva base: el amor como entrega, el amor absolutamente gratuito y desinteresado. Está proponiendo la utopía.

Tal vez el problema de nuestro mundo y de nuestra cultura sea creer que el amor así entendido es imposible y haber renunciado al mejor proyecto de vida posible. Proponiendo un amor al otro como el suyo, Jesús está asentando los cimientos de un mundo nuevo y mejor. Ignorar o menospreciar su propuesta conduce al miedo o a la huida. Cuando caemos en el miedo, aparece la competen¬cia, la envidia, la mentira, la manipulación, la ira, la división, el sectarismo... Cuando huimos, nos refugiamos en paraísos imaginarios, en placeres que nunca satisfacen y que tantas veces llevan al vacío o la degradación del ser humano. Frente a la cultura del desamor, el cristiano propone la cultura del amor y de la vida, es decir, se empeña en la construcción de un mundo en el que los hombres se sientan y vivan como hermanos y donde el amor sea el valor que inspire todos los proyectos.

Ese amor será el distintivo de los suyos. Esto quiere decir que, cuando la joya del amor se oscurece, no importa que brillen otras alhajas porque todo huele a falso. Pero si el amor está presente, no importa la carencia de otras cosas, porque el amor da autenticidad y sumo valor a todo lo humano por insignifican¬te que sea. Jesús quiere crear un espacio donde el amor exista como una realización de la utopía. Ese es precisamente el signo que ha de identificar a los cristianos en medio del mundo: demostrar que es posible lo que parece imposible: que Dios es padre y que los hombres pueden ser hermanos. En eso radica la gloria del hombre y la gloria de Dios. Y un último detalle que no hay que olvidar: cuando Jesús habla, antes ya ha hecho. No es hombre de discursos, sino de compromisos. Por eso antes de decir lo que hay que hacer, él ha lavado los pies a los suyos para indicar con ello que el servicio es la manifesta¬ción más clara del amor.


Paco Echevarría

Maite at: 22 abril, 2013 21:27 dijo...

Santa Teresita sitúa la Última Cena, ardientemente deseada por Jesús, en la que llama "la tarde del amor". Y dice que entonces Él se dirige a sus discípulos hablando sin parábolas. Con ternura inigualable, herido por la traición de uno de los suyos al que ha mostrado amor hasta el final, les da su mandamiento nuevo antes de morir en la cruz.

Antes de ahora ya se le había preguntado por el primero de los mandamientos ante el número de ellos que todo buen israelita debía observar. Y Jesús, siguiendo la Escritura, había citado el que manda amar a Dios con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas, y había hecho del amor al prójimo el segundo más importante.

Antes de morir Jesús da un paso más y en su mandamiento nuevo pide a sus discípulos de todos los tiempos amarse unos a otros. Se trata ahora de un amor de amistad que implica reciprocidad. Él mismo, Jesús, es la medida de ese amor que será la señal distintiva de sus discípulos ante todos.

Un amor semejante solo nace de raíz del amor de Dios y no está en nuestra mano ni esfuerzos alcanzarlo. Solo quien experimenta en su vida, en su pecado y fragilidad, en sus heridas y limitaciones el amor de Dios puede amar así a los demás y ser amado de igual manera por ellos.

Jesús ama entregando la vida por los suyos, haciéndolos sus amigos y haciéndose su servidor. Pasa por sus vidas curando cegueras y parálisis, liberando de la opresión del pecado y la enfermedad, limpiando lepras e inmundicias, aliviando con su mirada, su contacto y la luz de su palabra.

Cuando el amor es mutuo cada uno desea lo mejor para el otro, no hay competiciones ni rivalidad, envidias ni celotipias. Los éxitos y logros de cada uno son los del otro, y lo mismo las cualidades y capacidades. El amor de amistad relativiza y olvida con facilidad los fallos y equivocaciones, los límites y la fragilidad del otro, comprende y disculpa siempre. Un amigo no carga nunca a su amigo, arrima el hombro para llevar juntos las cargas de los dos. Es el amor del Reino de Dios.

Un amor así nos hace custodios unos de otros, guardianes de nuestros hermanos y hace crecer lo más bello y mejor que hay en nosotros.

Un amor así entre todos, que gasta y se desgasta, que se entrega y nos hace a todos servidores unos de otros es la señal de que somos discípulos de Jesús, y es inteligible para todos los tiempos, culturas, edades y lugares. Y no hay otra.

¿Qué hacer para vivir un amor así, como el suyo? Hay que encontrarse personalmente con Él, y tratar de amistad a diario con Jesús, dejarse alimentar por su Palabra, su Cuerpo y su Sangre, y enamorarse de Él. Irá creciendo más y más en nuestra vida y en nuestro interior, siendo el Maestro, el Señor y tu Amor. Entonces será Él quien ame en ti a los demás y para ti será fácil dejarte amar.

Juan Antonio at: 30 abril, 2013 19:04 dijo...

En este Domingo, puede parecer dulce y tierno, melifluo podríamos decir, pero entiendo que es una de las páginas más exigente de todo el Evangelio, o mejor dicho y que los teólogos me reprochen, es el Evangelio mismo: OS DOY UN MANDAMIENTO NUEVO, QUE OS AMÉIS UNOS A OTROS,…. COMO YO OS HE AMADO….. EN ESTO CONOCERÁN TODOS QUE SOIS MIS DISCÍPULOS.
Creo que no hemos hecho vida estas palabras de Jesús, no ha calado todo lo hondo que ella merece, que nuestra alma no se ha llenado de ella, que nuestra vida no está marcada por el amor, que nuestras actitudes ante los demás, no son propias de quien tiene por santo y seña de su actuar el amor.
Si amaramos de verdad, si los cristianos amaramos de verdad, si los cristianos tuviéramos ese sentir inmenso de amar, ¿el mundo sería cómo es? ¿nuestra sociedad seria cómo es?
Un porcentaje pequeño de amor movería montañas, cuanto más si nuestro amor es como el de Jesús, total, pleno, gratuito, intenso, dirigido a todos: sería una bomba muy superior a las que los hombres fabrican para desamarse, sería la bondad irresistible que destruiría todo problema, necesidad, sufrimientos, pobreza, dolor, miserias, todo lo podría, todo lo superaría, todo lo llenaría, todo sería muy distinto.
Nos pueden decir en el siglo XXI, como relata Tertuliano que decían los no cristianos de éstos, “”mirad como se aman””.
Yo entiendo que no y lo digo así porque en los que nos llamamos cristianos, existen divisiones, pero no solo que seamos católicos, protestantes, anglicanos,…., sino entre los católicos, a todas las alturas de nuestra pertenencia, cuantas diferencias, cuantas luchas por cosas que no son nuestras como poder, influencia, dominio, exigencias, es toda una escalera de ansias de llenar, so pretexto religioso, unas metas mundanas que como he dicho “no son nuestras”, de un cristiano.
Seguimos sin leer el Evangelio y menos aún, sin vivirlo
Como todas las reglas, Dios nos ha dado excepciones y de cuando en vez, nos da esas personas santas y nos dice, MI EVANGELIO ES POSIBLE VIVIRLO.