DOM-4ºADV-A

domingo, 15 de diciembre de 2013
22 DICIEMBRE 2013
4º DOM- ADVIENTO-A

MATEO 1,18-24: José: el hombre que colocó el honor de Dios por encima de su propio honor

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3 comentarios:

Paco Echevarría at: 15 diciembre, 2013 08:40 dijo...

LAS DUDAS DE JOSÉ (Mt 1,18-24)

En el último domingo del Adviento, como un preludio de lo que va a celebrarse en los próximos días, aparece la figura de José. Está desposado con María y, sin haber convivido con ella, descubre el embarazo. Pero es un hombre justo y, por ello, proyecta desaparecer, en lugar de convertirse en padre de un hijo que no le pertenece. En el sueño se le revela el misterio con el que se encuentra y la misión que se le ha encomendado: poner el nombre de Jesús –Dios salva– a un niño que es el Enmanuel –Dios con nosotros–.

Hay, en el relato, un dinamismo interno que va desde las dudas del justo hasta la obediencia, pasando por una doble revelación. En la primera, el ángel le desvela el misterio que se esconde tras el nacimiento de ese niño: es obra del Espíritu y tiene la misión de salvar al pueblo; en la segunda, el profeta desvela el misterio que ese niño representa: es Dios con nosotros. Ambas revelaciones unidas significan que Dios se hace presente en medio de los hombres para salvarlos.

Es el último paso hacia la celebración del misterio de la Navidad. Su sentido es evidente: sólo los justos –los humildes y misericordiosos– acogen el misterio de la presencia salvadora de Dios en medio de los hombres porque sólo ellos comprenden y aceptan esa presencia. No es propio de la mentalidad humana que la grandeza se muestre con humildad y sencillez, sino todo lo contrario: solemos revestir lo miserable con apariencia de grandeza. Pero no es ese –por lo que se ve– el estilo de Dios, al menos del Dios revelado en Jesucristo. Y es así, no para que conozcamos el misterio que él es, sino para que descubramos el misterio que somos nosotros.

Esa es la clave para entender el prodigio de la Encarnación: Dios se reviste de humanidad para revestir al hombre de dignidad. Por eso, Mateo, al hablar del fin de los tiempos, podrá decir que el Señor de la vida y de la muerte reunirá a todos los hombres como juez y separará a aquellos que trataron a sus semejantes con el respeto que se debe a Dios de aquellos que no lo hicieron. Cuando Jesús dice: “Tuve hambre y me disteis de comer... estuve enfermo y me cuidasteis... estuve en la cárcel y no me olvidasteis...” está cerrando la revelación del misterio de la Encarnación: Dios se hace hombre y se queda en cada hombre para que cada uno entienda quién es él y quiénes son los demás.

La Navidad está cerca, si bien el misterio que ella anuncia nunca ha estado lejos. Si el mundo acogiera ese misterio, muchos de los males que sufrimos –y de los cuales no pocas veces culpamos a Dios– estarían resueltos porque los valores que prevalecerían en el mundo de los hombres serán aquellos que pertenecen a la esencia misma de Dios: el amor, la generosidad, el respeto, la solidaridad, la misericordia, la bondad... La Encarnación ya fue, pero el Adviento nos advierte que aquello que sucedió hace 20 siglos hoy se sigue repitiendo. Celebrar lo que fue en el pasado sólo tiene sentido en la medida en que se le descubre en el presente, en la medida en que la fe reconoce la presencia permanente del Misterio. No se trata de mirar el misterio que tiene lugar en el cielo, sino el que sigue ocurriendo en la tierra; no es contemplar la encarnación histórica del Hijo de Dios en Jesús de Nazaret, sino la encarnación permanente del Hijo de Dios en los hijos de Dios.

Maite at: 16 diciembre, 2013 21:05 dijo...

José y María me han enseñado mucho sobre Dios y han desmontado muchas falsas imágenes que tenía de Él. De ellos he aprendido que cuando Dios irrumpe con fuerza en la vida de alguien la cambia por completo y no la hace más fácil.

María se vio encinta cuando estaba desposada con José. Había dicho sí a Dios, un sí que vinculaba del todo a José, ignorante de que María había sido elegida para ser la madre del Mesías.

He aprendido mucho contemplando a José, que era bueno y justo según los evangelios, sumido en un mar oscuro de dudas sin fondo, con tinieblas espesas envolviendo su alma, sin resquicios que dejaran entrever la luz. Porque él quería ser fiel a los dos: a María y a Dios, y al ver a su esposa encinta esa doble fidelidad se le antojaba imposible de conciliar. Verdaderamente Dios no pone las cosas fáciles.

Pero sí estaba con María y José, sosteniendo y mostrando el camino a seguir, sin ahorrar por ello esfuerzo ni oscuridad, y apelando a su libertad para responder y entrar, como protagonistas, en su plan de salvación. Un plan que, la verdad, no ofrecía muchas garantías.

María y José me enseñan a decir sí a Dios, a confiar en Él a ciegas y a fondo perdido, aun cuando todo a mi alrededor parezca oscuro y sin sentido. Que para Él nada es imposible y se complace, solo Él sabe por qué, en escribir la historia de la salvación con instrumentos pobres, pequeños y débiles.

Me enseñan que Dios está conmigo pero pide mi colaboración, y que sea yo quien haga camino al andar. Y quiere que ponga en juego mi libertad y mi voluntad para poner toda la carne en el asador en su plan de salvación. No importa si tengo o puedo poco; lo quiere todo del todo.

María y José me enseñan que Dios cambia el rumbo de mi existencia, que deja de estar en mis manos para pasar a las suyas. Que mi vida no es mía, sino suya, y que eso es, con mucho, lo mejor. Aunque rompa todos mis esquemas y me tenga que apoyar solo en la fe, la esperanza y el amor.

Juan Antonio at: 18 diciembre, 2013 10:15 dijo...


Las lecturas de esta semana tienen un especial significado de fe, confianza en Dios, que a pesar de nuestras reticencias, sigue confiando en el hombre, en tí y en mí, en nosotros y nos ofrece la salvación.
Así en la primera lectura nos ofrece la desconfianza del rey que no quiere pedir una señal a Dios, so pretexto de no tentarle, y Dios a pesar de ello le dice que una virgen nos dará la salvación, una virgen embarazada será el camino de Dios a la tierra como hombre, nos dará por ello la Vida, la Esperanza, la alegría final de nuestra salvación, plena con el nacimiento del Niño Dios.
Este día, 18 de Diciembre, la Iglesia celebra la fiesta de la Expectación del Parto, más conocida como la fiesta de Nuestra Señora de la Esperanza, previa a ese nacimiento que nos hará entrar en el Reinado de Dios, en la esperanza de la redención del hombre, en la esperanza de que cada uno recobremos nuestra dignidad de Hijos de Dios, con Jesús que desde ya inicia el camino al trono de la Cruz.
María de la Esperanza, como nos llena con tu gozo sencillo de mujer sencilla, de niña entregada a los más altos designios de Dios ¡Qué lección para nosotros! Para nosotros que racaneamos tanto a Dios, que le regateamos, le chantajeamos, si me das te daré, si me curas te pondré unas miserables velas, ¡desgraciados de nosotros! Miremos más alto y veremos esa estrella que nos está anunciando la llegada de nuestro Dios, hecho hombre para que el hombre se haga Dios.
Una virgen embarazada será la señal y un esposo humilde aceptarán la voluntad de Dios, lección para nosotros que ni buscamos ni aceptamos la voluntad de Dios, que quieren que todos los hombres se salven, que todos los hombres sean hijos de Dios, que todos los hombres, curados de nuestras miserias seamos hombres con la dignidad que Él nos consiguió.
Busquemos a Dios, con nuestras manos inocentes, con nuestro corazón limpio y con esa confianza de los niños lanzados sin miedo a los brazos de nuestro Padre Dios y así, subiremos al Monte santo, a la Casa del Señor.
¡Ven, Ven Señor no tardes!