DOM-24-B

domingo, 6 de septiembre de 2015
13 SEPTIEMBRE 2015
DOMINGO- 24B

Mc 8,27-35. Tú eres el Mesías. El Hijo del hombre tiene que padecer mucho.

3 comentarios:

Paco Echevarría at: 06 septiembre, 2015 16:17 dijo...

EL CAMINO DE LA RENUCIA (Mc 8,27-35)

Cuando emprende el viaje que culminará con su muerte en Jerusalén, Jesús exige a los discípulos que se definan sobre él. La pregunta que les formula es la gran pregunta que todo cristiano ha de hacerse: ¿Quién es Jesús para mí? Es verdad que -a nivel humano- podemos distinguir entre la persona y la tarea, entre el ser y el hacer. Pero no así en el caso de Jesucristo. Creer en su persona -como el Hijo de Dios- es creer en su misión -como salvador-. Creer en él y creerle a él van necesariamente unidos. Eso fue lo que Pedro no entendió. Creía en Jesús como Mesías, pero no aceptaba el camino del Mesías: ser condenado a muerte, ser ejecutado y, más tarde, resucitar. Se resistía a aceptar que el sufrimiento -el fracaso, la humillación y la muerte- es el modo de llegar a la vida. En definitiva: el problema de Pedro era rechazar el camino de la humildad como camino de salvación. Es la misma propuesta que le había hecho el diablo en el desierto: convertir las piedras en pan, utilizar el poder del mundo y manifestarse gloriosamente en el cumplimiento de su misión. Es satánico procurar la eficacia y éxito a cualquier precio. Pedro era hijo de su tiempo y de su pueblo y esperaba -como todos- un mesías guerrero, que fuera la manifestación del poder de Dios en favor de Israel. Pero Dios tiene otros planes y otro modo de hacer las cosas.

Y, para evitar equívocos, muestra el camino del seguimiento. Sólo puede ser de los suyos quien está dispuesto a la renuncia, a aceptar la cruz que ello conlleva y seguir sus pasos hasta el final. El principio es bien claro: quien se aferra a la vida la pierde; sólo se salva quien la entrega. Es el camino del Mesías y también el camino de la vida, que es tanto como decir, el de la dicha y la felicidad verdaderas. La vida -como la semilla- sólo tiene sentido cuando se pone al servicio de una meta mejor. Sólo así el grano se convierte en espiga y la vida logra un “para qué”, es decir, un propósito, un sentido, una meta. Con frecuencia olvidamos que no es el origen sino la meta lo que alumbra nuestra existencia. No es saber por qué estamos aquí, sino conocer para qué hemos venido al mundo lo que da valor a la lucha diaria y al esfuerzo continuo. A los jóvenes se les suele preguntar erróneamente ¿qué esperas de la vida?, cuando la verdadera pregunta -la que señala el camino verdadero en las encrucijadas, en los momentos de las grandes decisiones- es ¿qué espera la vida de ti? Algunos piensan que todo es azar y -por ello- capricho de un destino ciego y muchas veces cruel. Yo creo que es más bien providencia de un Dios que nos espera detrás del horizonte y nos anima a recorrer el camino sin dudar y sin desfallecer. La vida no es fácil -porque es grande la lucha que conlleva el vivir-, pero no tiene por qué ser absurda. Sólo quien posee un “para qué” supera el absurdo del “por qué”. Sólo quien conoce la meta soporta la dureza del camino. Jesús va por delante dando ánimo y ejemplo. Sólo nos queda seguir sus huellas.

FRANCISCO ECHEVARRÍA

Maite at: 09 septiembre, 2015 12:20 dijo...

Pedro contesta por todos a la pregunta clave de Jesús: ¿quién decís que soy yo? Pero su respuesta se identifica con una imagen que no tiene nada que ver con Él. Por eso se escandaliza cuando Jesús intenta explicarles que tiene que padecer mucho. En ese momento Pedro no acepta tal mesías.

Nos jugamos mucho en la respuesta que damos a la pregunta de Jesús: el sentido de nuestra vida y la manera de vivir. Y es necesario responder desde la experiencia vital, única y personal; no vale hacerlo desde imágenes, doctrinas o teorías recibidas.

Encontrarse con Jesús es conocer al que se abajó hasta la muerte, y muerte de cruz; al que no hizo alarde de su divinidad, sino que pasó por uno de tantos; al que vino a servir y no a ser servido; al que entregó su vida por todos después de pasar haciendo el bien.

Quien conoce a Jesús no puede sino seguirle y para ello ha de negarse a sí mismo, cargar con todas las consecuencias del seguimiento y perder la vida por el Evangelio.

Santiago nos dice que quien cree en Jesús da fruto en sus obras. Si no es así, esa fe está muerta. Experimentar a Jesús en la propia vida más allá de imágenes recibidas, transforma, mueve. Las teorías, por hermosas que sean, no producen obras, son estériles.

Cuando preguntan al salmista por su Dios rompe a cantar por qué le ama, y va desgranando en cascada todo lo que Dios ha hecho por él: le ha escuchado en sus peores momentos, le ha liberado de sus noches más oscuras, ha sido benigno, justo y compasivo con él, le salvó cuando estaba sin fuerzas. Y tiene la seguridad de que caminará en presencia del Señor en el país de la vida. Ése es Dios para él.

Quien no ha visto al siervo de Isaías, no conoce a Jesús. Quien sigue pensando que Dios tiene algo que ver con el poder, el triunfo, el éxito según este mundo, no puede responder a la pregunta de Jesús.

juan antonio at: 12 septiembre, 2015 12:04 dijo...


La Palabra de Dios nos trae el final del capítulo ocho de S. Marcos, en los medios de su relato evangélico y nos trae la formulación de la gran pregunta de Jesús ¿Quién soy yo?
Y empezaron con las generalidades, de un profeta, Juan el Bautista..... y vosotros ¿quién decís que soy yo?
Esta pregunta ayer como hoy nos la repite Jesús, no solo este Domingo, sino cada día, cada instante de nuestra vida, en la que decimos que somos cristianos y llevamos una vida lánguida, de pasotismo religioso, quizás dentro de una sola religiosidad popular que no cala en nuestra vida, en la superficialidad, en las afueras de lo que el Evangelio debe significar para nosotros.
Pedro respondió, pero empañó a continuación su respuesta porque sus miras estaban en algo que no era, que no era el camino de la Cruz que Jesús le había manifestado.
Este camino equivocado puede ser el mío, el tuyo, el de todos cuando nos apartamos de sus enseñanzas y éstas fueron muy claras, déjalo todo, toma tu cruz y vente conmigo y entonces podrás saber quién es Jesús, pues es el hambrientos, el desnudo, el sediento, el inmigrante, el enfermo, el encarcelado, el que huye perseguido, el que no tiene nada de nada y lo sabremos cuando cubramos sus necesidades: cuando demos nuestra compañía en la soledad de una enfermedad, cubramos sus desnudeces, satisfagamos su hambre y sus sed, lo acojamos sin mirarle el color ni la religión, la limpieza o la suciedad, cuando visitemos a los encarcelados dándoles una cercanía de alguien que lo quiere como es, como persona digna de toda consideración, en definitiva lo sabremos cuando nuestro amor supere a nuestro egoísmo, lo demás.........., pues que cada uno le ponga el nombre que quiera.
Contestemos cada uno, en la intimidad del dialogo constante con Jesús, quien es Él para nosotros, para mí y para ti, con los Evangelios en la mano, por ejemplo con la lectura de las bienaventuranzas, que nos traía S. Mateo ayer y si lo quieres, pregúntate quién eres tú para Jesús, quizás pueda ayudarte.
María, Madre de todos los hombres, dentro de nuestra debilidad, de nuestras caídas, ayúdanos a decir AMEN