3ºDOM-PASCUA

domingo, 3 de abril de 2016
10 ABRIL 2016

3ºDOM-PASCUA

3 comentarios:

Paco Echevarría at: 03 abril, 2016 20:58 dijo...

PECES (Jn 21,1-19)


Jn 21 narra la tercera aparición del resucitado según la tradición recogida por este evangelista. Él sitúa la escena a la orilla del lago de Tiberíades y su relato nos recuerda lo que, en los sinópticos, se cuenta sobre la pesca prodigiosa. Es una pieza breve, pero perfectamente construida. Es como un auto sacramental en tres actos: el primero narra el esfuerzo inútil de los discípulos; el segundo se sitúa cerca de la orilla: siguiendo las indicaciones del extraño que les ve llegar, consiguen una pesca sorprendente; finalmente -como último acto- tiene lugar el desayuno a la orilla del lago. Pero -como es frecuente en los evangelios- más importante que el relato es la dinámica simbólica del mismo.

Los discípulos -la comunidad cristiana- hacen su tarea del mejor modo posible: hacen lo que bien les parece, pero bregan en la oscuridad -es de noche- y su esfuerzo resulta inútil. En la aparición anterior les había encomendado la misión de perdonar los pecados con la fuerza del Espíritu. Tienen que sacar a los hombres -peces- del dominio del pecado y de la muerte -mar-. Pero no vale cualquier modo, ni el resultado es cosa del ingenio humano.

El segundo intento tiene lugar por indicación de Jesús a plena luz. Sólo cuando siguen las indicaciones de Jesús -cuando son fieles a su enseñanza- logran resultados. La pesca es sorprendente: 153 peces grandes. 50 es el número de miembros de las comunidades de profetas. 3 es el número que designa lo divino. 153 designa a las comunidades cristianas primitivas multiplicadas por la fuerza del Espíritu y extendidas a todo el mundo. A pesar de lo cual la red no se rompe: la unidad de las Iglesias permanece a pesar de la multiplicidad.

Finalmente tiene lugar la comida que les ha preparado. Jesús ofrece un pez y les pide que traigan de los que ellos han pescado -da lo suyo, se da a sí mismo, y espera que ellos hagan otro tanto-. Es la culminación de la misión: el encuentro, la comunión. Evidentemente hay aquí una alusión a la eucaristía.

La vida cristiana se desarrolla siempre en el ámbito de una comunidad que, animada por el Espíritu, se afana por construir el Reino de Dios en el mundo. Pero es importante seguir las indicaciones del Maestro. Cuando ha olvidado su mensaje y han prevalecido otros intereses, el esfuerzo ha sido inútil y hasta contraproducente. El fruto de la misión depende de la docilidad a su palabra. Quien la ignora pesca en el lugar equivocado. Si, por el contrario, la Iglesia es dócil a esas enseñanzas, el resultado de su esfuerzo desborda todas las previsiones. Ser fiel a esto es su misión y no debe importarle los vientos contrarios de la historia. Jesús ya lo advirtió: “¡Ay de vosotros cuando el mundo os alabe! ¡Alegraos cuando os ataque y persiga porque eso es lo que han hecho conmigo!”.

Maite at: 05 abril, 2016 18:58 dijo...

Hace unos años, en un país de América latina, el obispo, español de unos setenta años, contó, en un retiro masivo de sacerdotes, que había sido ateo hasta los sesenta. A esa edad viajó a España para hacer ejercicios espirituales, y durante esos días afirmaba haber oído en su interior la triple pregunta del Señor: ¿me amas? Comprendió entonces que todo lo que sabía de Dios estaba en su cabeza, pero no había bajado a su corazón.

Si no hay encuentro personal y trato de amistad con Jesús vivo se nos puede ir la vida en trabajar con esfuerzo, a oscuras y sin fruto, aunque lo hagamos siempre por el Señor.

Los ojos del que ama son los que reconocen a Jesús en la orilla, en su Palabra y en el fruto recogido cuando está entre nosotros.

Para Pedro fue una experiencia muy dura encontrarse frente a frente con Jesús y sostener su mirada mientras le preguntaba, por tres veces, si le amaba, después de las tres negaciones de la pasión. Para poner en sus manos a sus ovejas y corderos Jesús solo necesita estar seguro de su amor. Lo demás vendrá por añadidura.

Hoy podemos preguntarnos por nuestra tarea evangelizadora, por nuestro testimonio, por nuestro compromiso de seguidores de Jesús, ¿nos mueve el amor a él, que nos empuja y orienta? ¿Ponemos todo de nuestra parte, pero olvidamos a Jesús, vivo, a nuestro lado?

Escuchemos al Señor preguntar: ¿me amas? ¿O es tan raro que desee y pida mi amor? ¿Creo que soy importante para él?

Y repitamos la hermosa jaculatoria de Pedro: Señor, tú sabes todo, tú sabes que te amo, aunque le hayamos negado otras veces y nos haya vencido el sueño cuando teníamos que velar. Aunque hayamos deseado cien veces, y más, estar por encima de los demás, aunque nuestros grandes deseos se hayan quedado en palabras bravuconas y se nos hayan escapado las obras.

El Señor sabe todo eso y que, por encima de todo, pese a todo y con todo, queremos amarle.

juan antonio at: 06 abril, 2016 19:20 dijo...

En el Evangelio de esta semana Juan nos presenta la tercera aparición de Jesús a sus discípulos, pasaje que podemos decir que es el del encuentro con el Señor porque éste nos está esperando.

Los discípulos estuvieron pescando toda la noche y no cogieron nada, pero se fiaron de la palabra de Jesús, aunque sus ojos y sus corazones no lo reconocieron y en medio del gozo de la gran pesca, surge la palabra clave de aquel que tanto amaba Jesús “es el Señor”.

Aquí está la clave de nuestra vida como cristiano, encontrar al que sale a nuestro encuentro, al que nos está esperando y sin embrago no vemos porque las cosas de la vida, las preocupaciones, las ansias de satisfacer muchas cosas que no son necesarias o prioritarias, la abrumadora tarea de sobrevivir en lo material, sin alzar los ojos para encontrarnos con Jesús que nos busca en el hambriento, sediento, desnudo, enfermo, extranjero, preso, y tantos y tantos sufrientes de hoy andando por esos caminos buscando la dignidad perdida de su vida, su familia, su vivir, simplemente.

Todos son el Señor, todos los que nos rodean, todos los que nos piden y los que en silencio llevan su necesidad, los que están llorando su dolor, su soledad, su humillación, “es el Señor” y nos lo dice a gritos, nos lo hace ver con su presencia, pero pasamos de largo.

Es el señor y nos está esperando para mandarnos a la misión que esta semana se presenta en ese dialogo entre Pedro y Jesús, “apacienta mis ovejas”, misión que solo la presencia de Jesús resucitado puede dar eficacia y que olvidamos con el mismo ritmo que el paso de los días.
Recemos con el Salmista, “”Escucha, Señor, y te piedad de mí; Señor, socórreme, cambiaste mi luto en danzas; Señor, te daré gracias por siempre.

María, alégrate, porqjue Cristo, tu Hijo, ha resucitado, Amen, Aleluya