5ºDOM-PASCUA

domingo, 17 de abril de 2016
24 ABRIL 2016

5ºDOM-PASCUA

3 comentarios:

Paco Echevarría at: 17 abril, 2016 19:58 dijo...

COMO YO OS HE AMADO (Jn 13,34-35)

Es costumbre humana hablar mucho de aquello que añoramos o echamos en falta para llenar la ausencia con la evocación y el recuerdo. En base a esto, podemos concluir que en nuestro mundo falta mucho amor. Por eso es siempre nuevo el mandamiento de Jesús: amaos como yo os he amado. No era nuevo entonces, ni lo es hoy, el precepto de amar al prójimo como a uno mismo, pero se presta a error, porque, si uno es la medida del amor a los demás, depende de cómo sea uno para que así sea el amor. Jesús corrige esto y se presenta él mismo como modelo. Ya había dicho en otra ocasión que nadie tiene amor más grande que el que da la vida por aquellos a los que ama y que el amor de Dios al mundo le llevó a entregarle a su propio hijo. Con este precepto Jesús establece el fundamento del ser y de la convivencia sobre una nueva base: el amor como entrega, el amor absolutamente gratuito y desinteresado. Está proponiendo la utopía.

Tal vez el problema de nuestro mundo y de nuestra cultura sea creer que el amor así entendido es imposible y haber renunciado al mejor proyecto de vida posible. Proponiendo un amor al otro como el suyo, Jesús está asentando los cimientos de un mundo nuevo y mejor. Ignorar o menospreciar su propuesta conduce al miedo o a la huida. Cuando caemos en el miedo, aparece la competen¬cia, la envidia, la mentira, la manipulación, la ira, la división, el sectarismo... Cuando huimos, nos refugiamos en paraísos imaginarios, en placeres que nunca satisfacen y que tantas veces llevan al vacío o la degradación del ser humano. Frente a la cultura del desamor, el cristiano propone la cultura del amor y de la vida, es decir, se empeña en la construcción de un mundo en el que los hombres se sientan y vivan como hermanos y donde el amor sea el valor que inspire todos los proyectos.

Ese amor será el distintivo de los suyos. Esto quiere decir que, cuando la joya del amor se oscurece, no importa que brillen otras alhajas porque todo huele a falso. Pero si el amor está presente, no importa la carencia de otras cosas, porque el amor da autenticidad y sumo valor a todo lo humano por insignifican¬te que sea. Jesús quiere crear un espacio donde el amor exista como una realización de la utopía. Ese es precisamente el signo que ha de identificar a los cristianos en medio del mundo: demostrar que es posible lo que parece imposible: que Dios es padre y que los hombres pueden ser hermanos. En eso radica la gloria del hombre y la gloria de Dios. Y un último detalle que no hay que olvidar: cuando Jesús habla, antes ya ha hecho. No es hombre de discursos, sino de compromisos. Por eso antes de decir lo que hay que hacer, él ha lavado los pies a los suyos para indicar con ello que el servicio es la manifesta¬ción más clara del amor.


Paco Echevarría

juan antonio at: 18 abril, 2016 19:43 dijo...

El Evangelio no tiene palabra demás, palabras vanas, todo él es digno de toda nuestra consideración, de que lo hagamos vida, de que sea nuestro norte y guía en nuestra vida de seguidor de Cristo.
Pero el Evangelio de esta semana, podíamos decir que encierra, como dice la hoja, los estatutos de esa comunidad que Jesús va dejar constituida, es como dice también, el testamento de Jesús.
“Os doy un mandamiento nuevo, que os améis los unos a los otros. Que como yo os he amado, así también os améis vosotros los unos a los otros”
Jesús, como relaciona la hoja en la última parte, no solo lo dijo si no que en ese breve tiempo de su vida pública, lo demostró y podemos ver en esa larga relación la vida y hechos de Jesús.
Y Él quiere que ese amor sea nuestra seña de identidad, “ en eso conocerán que sois mis discípulos”
Si somos sinceros con nosotros mismos, debemos examinar nuestra vida de cristiano, de seguidor de Cristo y ver si ese amor es el núcleo de nuestra persona, primero, y de nuestra vida de seguidor de Cristo, si dicen que somos cristianos porque amamos con actitudes concretas, con hechos o porque estamos apuntado a tal o cual asociación, hermandad, etc…..
Si tuviéramos siquiera un poco de ese amor que se nos pide, las parroquias estarían llenas de colaboradores, Caritas con suficientes fondos para atender las necesidades de los más débiles, nuestro trabajo, nuestras ocupaciones serían de otra manera, nuestras relaciones, ………… y aquí cada uno vea donde puede hacer concreto ese amor, seña de nuestra identidad, porque si no es así, todo sería, nada.
Pidamos la misericordia de Dios, pues el Señor es bueno con todos, como nos dice el salmista, y sin Él no podemos hacer nada, pongámonos en sus manos y digamos con María, hágase en mi según tu voluntad, teniendo los ojos bien abiertos y los oídos atentos para ver la voluntad de Dios en nuestro día a día.
María, alégrate, porque tu Hijo vive y es, también, nuestra alegría, AMEN



Maite at: 20 abril, 2016 21:39 dijo...

En los Hechos de los Apóstoles se nos narra la vida de las primeras comunidades cristianas, con sus luces y sus sombras, sus desafíos y vicisitudes, con esa frescura de los principios y la lucha por encontrar caminos para asimilar y difundir algo tan nuevo como el evangelio de Jesús.

Son comunidades de hermanos donde se toman decisiones, se ora y se cuentan las maravillas que Dios va obrando entre los gentiles. Son comunidades en las que mirarnos para no perder un estilo propio en aras de estructuras tal vez excesivamente piramidales y jerarquizadas, que pueden hacer perder de vista la llamada dirigida a cada bautizado a anunciar el evangelio desde el seno de una comunidad de creyentes.

Jesús da un mandamiento nuevo para una nueva comunidad: la de sus discípulos. El mandamiento del amor es también la señal que los identificará. La medida del amor es el mismo Jesús.

Ese amor de unos con otros hará posible el cielo nuevo y la tierra nueva donde no habrá muerte, ni luto, ni llanto, ni dolor; la morada de Dios con los hombres.

Contemplamos los principios de nuestras comunidades cristianas para revitalizar en nosotros el don del Espíritu. Vivimos un presente siempre marcado por la urgencia de vivir el amor entre nosotros como Jesús nos ama, hasta dar la vida en el servicio y buscando el bien de todos, hermanos e hijos del mismo Padre. Y en la esperanza de un universo nuevo bendecimos con el salmista el nombre del Señor, y nos gozamos en su misericordia y bondad, con el deseo, hecho oración, de que venga a nosotros su Reino.