2º-CUARESMA-A

domingo, 5 de marzo de 2017
12 MARZO 2017

CUARESMA-2ºA

3 comentarios:

Paco Echevarría at: 05 marzo, 2017 16:10 dijo...

EL ROSTRO COMO EL SOL (Mt 17,1-9)

De camino a Jerusalén, donde iba a tener lugar la pasión y la muerte en la cruz, Jesús muestra a los tres discípulos más cualificados -Pedro, Santiago y Juan- su verdadero rostro. Lo hace a modo de aviso para cuando llegue el fracaso, de manera que su fidelidad no se resienta. Dicen las Escrituras que la figura de Jesús -rostro y vestidos- se transformó y que la luz -oro y blanco- irradiaba de él como de su fuente. Jesús no es, por tanto, un iluminado, sino el iluminador. En otro lugar y en otro evangelio lo dice claramente: “Yo soy la luz del mundo”. Se refería él, ciertamente, a su doctrina y a su vida, si bien, en este monte, entendemos que se refiere también a su persona.

Y es que a Jesús se le puede mirar de muy diversas formas: centrando la atención en sus palabras -como un maestro-, en sus milagros -como un sanador-, en el modo de entender a Dios -como un líder espiritual- o en su persona -como Hijo de Dios-. La mirada de un creyente es la última y, desde ella, considera todas las demás. No está mal valorar sus enseñanzas -pero Jesús no es un filósofo- o admirar sus milagros -aunque no ha sido el único que ha hecho prodigios- o verlo como un maestro del espíritu -ha habido muchos-. Pero lo que define a un cristiano es creer en su persona: no se cree a Jesús más que en la medida en que se cree en Jesús. Eso fue lo que trató de explicarles a los tres discípulos en el monte. Todo lo que habían visto y oído tenía que ser interpretado desde lo que estaban viendo y oyendo: un ser transformado y una voz del cielo que dice “éste es mi Hijo: ¡escuchadlo!”:

Aquí radica la fuerza de la fe cristiana. No es adhesión a un mensaje, a un sistema de pensamiento, a unas enseñanzas. Es adhesión a una persona. No es -como ocurre entre los humanos- la enseñanza la que legitima al maestro, sino el maestro el que legitima la enseñanza, por eso es más importante creer en su identidad que en sus palabras. Ese es el sentido de la voz que suena desde la nube: “Éste es mi Hijo, el amado, el predilecto: escuchadle”. Primero se dice quién es -identidad-, luego se manda escuchar -mensaje-. Creo que es esto lo que identifica y, a la vez, dificulta la fe cristiana porque, para muchos, es difícil aceptar la idea de un Dios que se hace hombre. Es más fácil creer que un hombre habla en nombre de Dios. Por eso -en medios no creyentes- se valora cada día más la figura de Jesús y se le considera un ser excepcional por sus enseñanzas y sus prodigios; pero se le reduce a la categoría de un ser humano en el que Dios se ha manifestado de un modo especial. Avatar llaman a esto en el argot de la Nueva Era. Para nosotros no es suficiente. Pensamos que sólo se puede creer a Jesucristo si antes se cree en Jesucristo. De no ser así ¿cómo se pueden entender algunas de sus enseñanzas como el amor a los enemigos o las bienaventuranzas?

juan antonio at: 06 marzo, 2017 11:10 dijo...

Este es mi Hijo amado, escuchadle
Las lecturas de esta semana habría que leerla al revés, esto es, empezando por el Evangelio y terminando con el Génesis.
La razón es, desde mi profano parecer, que es Cristo el centro de la Palabra de Dios, se nos propone una fe en una persona real viva, hoy como ayer y como siempre, Cristo, el Hijo de Dios, el Amado, al que debemos escuchar.
Cuantos sermones hemos oídos, cuantas misas, cuantos retiros, cuantos encuentros, cuantos,…… y en todos ellos se nos ha hablado de Cristo, de Jesús Dios y Hombre verdadero, que debe impregnar nuestra vida y ser Él quien viva en nosotros porque hayamos dejado de transformarnos por Él de tal modo que como decía S. Pablo, ya no soy yo es Cristo quien vive en mi, razón de nuestra santidad, llenarnos de Dios para los demás.
Hemos oídos muchas cosas de Jesús, hemos leído muchas cosas, pero la hemos “escuchado” como nos dice la Palabra de hoy?
S. Pablo nos dice que Dios nos salvó y nos llamó a una vida santa, no por nuestros meritos ….. sino por medio de Jesucristo” , este que se transfigura ante los apóstoles para mostrarnos su divinidad aún en su humanidad.
Nuestra escucha tiene que ser de tal manera que al interiorizar el Evangelio, seamos otros Cristos en el tiempo que nos ha tocado vivir, porque Cristo es, ya se ha dicho, hoy como ayer y mañana una persona viva y real y el ambiente de la sociedad de hoy necesita que nuestro testimonio esté vivo y presente, de manera sería, de manera convincente, esto es, que nuestra vida esté empapada de Evangelio, lo demás son zarandajas y zarandongas, algunas veces irritantes.
Y siguiendo los pasos de Abrahán, salgamos fuera, salgamos de nuestra comodidad y de nuestros miedos y hablemos de Dios, primero con nuestra vida y luego con nuestra palabra, pues ya está bien que todo lo dejemos a los sacerdotes y obispos, pues si llenamos de Dios nuestro corazón, tiene que hablar de El nuestra boca.
Santa María, Madre de Dios y Madre nuestra, enséñanos a escuchar a tu Hijo, como tú hacías a lo largo de esos años de silencio, de esos años de guardar esa Vida en tu corazón, AMEN


Maite at: 07 marzo, 2017 20:50 dijo...

Este segundo domingo de cuaresma contemplamos a Abrahán en salida, tal como quiere el Papa Francisco a la Iglesia, las comunidades y a cada uno de los cristianos: en salida, dejando la propia tierra y la casa paterna de la comodidad, la seguridad, las certezas, y asumiendo el riesgo de lo incierto y desconocido, la inseguridad, la pobreza y la esperanza. Es la manera de recibir, y ser nosotros mismos, una bendición.

Para vivir así, en salida, pedimos y esperamos confiados, con el salmista, la misericordia del Señor. Sabemos que sus ojos están fijos en nosotros y que él es nuestro auxilio y escudo.

Vivir en salida es tomar parte en los trabajos del Evangelio, cada cual según sus fuerzas, con la gracia de Dios y el anhelo del Reino en el corazón. Con los mismos sentimientos de entrega de la propia vida y de servicio de Jesús.

Para vivir en salida necesitamos momentos y espacios de Tabor. Contemplar el rostro luminoso de Jesús y escuchar la voz del Padre que nos recuerda que en Jesús tenemos el camino, la verdad y la vida.

Como estamos en salida sabemos que no podemos quedarnos ahí arriba; hace falta, todavía, bajar de la montaña y recorrer el mismo camino que el Maestro. Aún no hemos llegado a la meta y muchas veces sentimos miedo. Jesús no nos deja solos y en la tentación y la prueba nos toca y dice: "Levantaos, no temáis"