DOM-17B

sábado, 21 de julio de 2018

29 JULIO 2018      
DOM-17B

3 comentarios:

Paco Echevarría at: 21 julio, 2018 23:13 dijo...

DE LO POCO Y DE LO MUCHO (Jn 6,1-15)

Juan reaparece este domingo para contarnos el milagro del pan y de los peces. Y lo hace con el estilo que le es propio: lleno de evocaciones y resonancias del Antiguo Testamento. Primero nos muestra la incapacidad de los discípulos para satisfacer la necesidad de la gente -cinco panes y dos peces es mucho para uno, pero poco para muchos-. Luego nos dice que eran cinco mil hombres -cincuenta era el número de las hermandades de profetas: el grupo de los discípulos será un pueblo de profetas-. Y añade que había hierba en el lugar -el Buen Pastor va a alimentar a su rebaño-. El mensaje es evidente: Jesús toma en sus manos la generosidad humana y multiplica por mil su eficacia de modo que los dones del Reino sacien tanto al antiguo como al nuevo pueblo de Dios. La generosidad de los hombres sólo es un signo de la infinita generosidad del Creador.

A la luz de este relato es inevitable pensar en nuestro mundo donde la abundancia de unos contrasta escandalosamente con la escasez de otros, pues, hay pocos que tienen mucho y muchos que tienen poco. En el relato, el joven del milagro renunció a lo suyo y así pudo comer él y todos los demás. Si hubiera pensado que más vale un estómago lleno que cinco mil vacíos, no hubiera habido milagro. El evangelista advierte que Jesús -sólo él- sabía lo que iba a pasar. El joven no midió las consecuencias de su gesto: fue generoso, sin más. Tal vez pensó que no era justo tener de sobra mientras los demás estaban desfallecidos. Tal vez sólo pretendió ser solidario en la necesidad. Jesús da la vuelta a la situación y hace ver que lo que parece pérdida no es sino el principio de una gran abundancia, como la muerte del grano no es acabamiento, sino comienzo de la espiga.

Es penoso que, después de tanto tiempo -casi dos mil años- aún no hayamos entendido la lección y mientras una parte del mundo se muere de hambre, otra hace regímenes de adelgazamiento. En la etapa del desierto Israel aprendió que sólo es necesario lo suficiente y que es inútil -y signo de ambición- acumular. El maná que se guardaba, se pudría. ¿Qué pasaría si un día el mundo fuera un desierto y la humanidad un solo pueblo en el que fuera inútil guardar nada para luego? ¿Para qué serviría la ambición o la competencia? En los primeros siglos los Santos Padres así lo entendieron. Creo que fue el Crisóstomo quien dijo a los cristianos -a los de entonces y a los de ahora- que la ropa que se apolilla en el armario es del que tiene frio y la comida que se pudre en la alacena es del que tiene hambre. Bien sabían entonces que sólo la renuncia hace posible la posesión; que las necesidades de los hombres son más importantes que la posesión de las cosas; y que ser es más hermoso y gozoso que poseer.

FRANCISCO ECHEVARRÍA

juan antonio at: 23 julio, 2018 12:58 dijo...

…. AQUÍ HAY UN MUCHACHO
Hoy empezamos el capitulo sexto de Juan, el dedicado al Pan de Vida que será lectura continuada los próximos Domingos y en este primero, se relata la multiplicación de los panes.
En el relato evangélico Jesús pregunta donde compraría pan para todos los que le seguían, a lo que Andrés le dice, “aquí hay un muchacho que tiene cinco panes y dos peces”.
Vivimos en un mundo donde las carencias son muy grandes, aun en los que aparentemente tienen cubiertas sus necesidades básicas y aún las superfluas, porque efectivamente hay muchos necesitados físicamente, muchos que viven en el dolor de la indignidad de estar sin trabajo ni nada que llevar a su familia, pero hay otros, con todo cubierto y la angustias y las ansias le llagan el corazón.
Por eso la frase del apóstol Andrés interpela, pues yo qué tengo para dar, yo me doy, me entrego, acompaño, consuelo……?.
Parece que esa frase es similar al versículo del Salmo 39, “aquí estoy, Señor para hacer tu voluntad”
Hay un muchacho que tiene cinco panes y dos peces
Y yo que tengo?
La gente espera algo de los que vamos a las Iglesias, de los que nos decimos cristianos, la gente, aun sin quererlo ni decirlo, están deseando llenarse de Dios porque el mundo que nos rodea dice poco y me pregunto si estoy en ese poco porque no hago nada, no comparto mis panes y mis peces, me miro y miro mis seguridades y comodidades, estar cubierto ¡Qué poca confianza en Dios!
Parodiando al salmista recemos
“los ojos de todos están aguardando que yo le dé la comida a su tiempo,
que abra las manos
y sacies sus ansias y angustias.”
Cumpliré con ello la voluntad de construir el Reino, de paz, amor y justicia?
María, Madre de Dios y Madre nuestra, ayúdanos a servir entregándonos a los demás, AMEN


Maite at: 25 julio, 2018 00:20 dijo...

El proyecto de Jesús implica solidaridad, compartir lo que se tiene, mucho o poco. Cambiar el mundo, hacerlo según el proyecto del Reino de Dios, no depende de las obligaciones de los gobiernos, sean del signo que sean. Nadie puede hacerlo por ti. Se construye granito a granito, con lo que todos tenemos. Se consigue con un proyecto de vida personal, solidario con los demás y sobrio. Donde lo importante no es el dinero, sino que nadie pase necesidad.

Es algo que entendió bien el profeta Eliseo, que es capaz de destinar a la gente, lo que le llevaban a él. Es también el proyecto del salmista, el orante, que sabe ver en el Señor, al dador de todo bien, al dispensador de favores. Al origen de todo lo bueno.

En el proyecto cristiano de Pablo también aparece el cuerpo de la iglesia como uno solo, con un solo espíritu, con una sola vocación, un Señor, una fe, un bautismo, y un Dios Padre de todo. Por eso todo es de todos. Nada es solo de uno o de unos pocos. Los bienes son para compartir y repartir. Los bienes son para dar vida, no para quitarla o ponerla en riesgo o en peligro.

Todos tenemos mucho que dar y compartir con los demás. Tenemos nuestra manera de ser, nuestras aptitudes y capacidades, sean las que sean. Y tenemos un estilo de vida por el que optar. Un estilo de vida sencillo que haga ver que los valores son otros que el dinero, que el poseer, que el acaparar. Por eso el evangelio de este domingo pone en cuestión nuestra forma de vida, nuestras prioridades y de modo especial nuestro cristianismo. ¿Queremos ser discípulos o no?