BAUTISMO-C

sábado, 5 de enero de 2019

13 ENERO 2019
BAUTISMO-C

3 comentarios:

Paco Echevarría at: 05 enero, 2019 23:27 dijo...


EL PREDILECTO
La misión de Juan Bautista era preparar al pueblo para recibir al mesías. Pero eran tan grandes los deseos de la gente que muchos empezaron a creer que era él. Consciente de su papel, no dudó en afirmar que ni era el mesías ni se le parecía. “Yo bautizo con agua (limpio los pecados para prepararle un pueblo bien dispuesto); él os bautizará con Espíritu Santo y fuego” (os dará una nueva vida y os transformará radicalmente). ¡Qué lejos está del protagonismo, la gran tentación de los enviados! Ver la necesidad, poner remedio y desaparecer para dejar que la vida siga su curso. En eso está la verdadera grandeza de los elegidos. Su miseria es pretender eternizarse. Y también su necedad, porque es de necios sentirse indispensables. Sólo Dios es Dios y, cuando un hombre come de la fruta prohibida -cae en la tentación de creerse dios-, sólo logra verse desnudo frente a sí mismo y frente a los demás. Reconocer los propios límites no ha de ser motivo de tristeza y frustración, sino, al contrario, porque es signo de extraordinaria grandeza de ánimo.

Jesús va más allá. Él era el esperado, pero actúa como uno más: se bautiza en un bautismo general, confundido con la gente del pueblo -no hay vergüenza en ello, sino honor- y se retira a orar, como todo el que necesita el auxilio divino. Pero el cielo se abre, el Espíritu desciende sobre él y una voz misteriosa lo proclama Hijo Amado de Dios. El profeta lo había deseado -¡Ojalá rasgaras el cielo y bajaras! (Is 64,1)-. Y el deseo se había visto al fin cumplido. El signo -la paloma- y la palabra -mi Hijo predilecto- se unen para mostrar al mesías. Más tarde él explicará su misión al aplicarse otro texto de Isaías: “El Espíritu del Señor está sobre mí. Me ha ungido para anunciar la buena noticia a los pobres. Me ha enviado a rescatar a los cautivos, a devolver la vista a los ciegos, a liberar a los oprimidos y a proclamar el año de la gracia, el perdón de los pecados”. En adelante toda su vida -sus obras y sus palabras- no será sino un exacto cumplimiento de esta tarea.

Piensan algunos que el Evangelio es agua pasada y que los tiempos piden otras doctrinas y otro mensaje. Yo me pregunto si es cosa del pasado que los pobres reciban la alegría, que los hombres sean liberados de sus esclavitudes, que los espíritus confundidos vean la luz y que los humillados por sus debilidades y errores se sientan perdonados. Seguimos necesitando al Mesías que nos despierte de nuestra somnolencia y nos devuelva la ilusión de un futuro mejor. Él ha cruzado el río delante de nosotros y, desde la otra orilla, nos invita a seguir sus pasos sin miedo a las turbulencias. Jesús no es cosa del pasado porque es la voz de la esperanza.

Terminadas las pasadas fiestas, nos queda por delante un año entero para vivir, día a día, con el espíritu y el mensaje que él anunció, conscientes de que ser sus discípulos no consiste tanto en repetir sus enseñanzas cuanto en vivir conforme a ellas.


juan antonio at: 07 enero, 2019 10:36 dijo...

Dejamos atrás veinte y seis años de la vida de Jesús, de dos a veinte y ocho años de su vida, de la que no sabemos nada, salvo el episodio a los doce cuando se quedó en Jerusalén en la peregrinación de aquella Pascua, es decir un periodo de tiempo en el que el misterio envuelve la vida de Jesús, revelándose en su Bautismo, a partir del cual empieza su vida pública, predicando la Buena Noticia.
De ello podemos sacar una primera lección, Jesús no tiene prisa, espera ese periodo de años, no sabemos por qué, para empezar su misión: lo contrario de nosotros que todo lo queremos para ayer, todo es prisa, todo es hacer y corriendo, sin siquiera rezar, sin encomendarnos al Padre y aquí tenemos una segunda reflexión, la oración, pues el pasaje evangélico nos muestra a Jesús orante, “ …. y mientras oraba, se abrió el cielo y bajo el Espíritu Santo sobre él”
Empecemos nuestra vida, nuestro quehacer orando, poniendo el día, nuestro trabajo, nuestro ocio, nuestra jubilación, nuestro todo, en las manos de Dios y a disposición de nuestros hermanos.
Nos bautizaron cuando éramos pequeños, y muchos no hemos dejado las cosas de niño, nos quedamos en aquella formación que nos dieron y nada más.
Somos adultos y tenemos que dejar de ser niños y como tal tenemos que adoptar una postura ante la fe, tenemos que actualizar nuestro bautismo teniendo esa experiencia de Dios, ese encuentro con Jesús para que nos dé su confianza con el Padre y su docilidad en nuestro actuar haciendo su voluntad que debemos discernir cada día en nuestra vida, experiencia de Dios que no es más que reconocer nuestra finitud y abrirnos con absoluta confianza a su Misterio.
Podemos preguntarnos por qué se bautiza Jesús y entiendo que lo hizo para cerrar una etapa en la historia de nuestra salvación, entrando en un bautismo de agua y saliendo de un bautismo en el Espíritu Santo.
Y nosotros al igual que Jesús hemos recibido el Espíritu Santo, para que vivamos nuestra experiencia de Dios que cambie nuestra vida, para que nuestro culto a Dios sea en “espíritu y verdad”, no apagando el Espíritu en nosotros, pues entonces haríamos una Iglesia apagada, vacía que no pueda dar ni comunicar ni saborear la Buena noticia.
Algunos que fueron bautizado, puede que hoy no sepan definir su postura ante la fe, pues se duda de qué nos sirve la fe y es posible que no hallamos pasado a mayor en esa fe, que nos hayamos quedado solamente siendo niño y no hayamos encontrado el Espíritu de Dios recibido y así no nos sentimos acogidos, consolados, perdonados, impulsados a amar y crear vida en medio de la fragilidad, a vivir con plenitud nuestra dignidad humana como Hijos de Dios: todo esto y más que cada uno podemos aportar, lo encontramos viviendo nuestra fe, nuestra confianza, nuestra docilidad en hacer su voluntad, en definitiva, como dice la oración del P. Foucauld, “me pongo en tus manos con una infinita confianza porque tú eres mi Padre”.
Santa María, Madre de Dios y Madre nuestra, ayúdanos a vivir la fe como tú la viviste pues eres “bendita porque has creído”, AMEN

Maite at: 08 enero, 2019 18:37 dijo...

Este es un buen día para escuchar, otra vez, la voz del Padre que nos llama su hijo, su hija, amado o amada. Porque cuando nos mira ve a Jesús en nosotros.

Como él también nosotros hemos sido bautizados con el Espíritu Santo y resuena, sobre cada uno, la misión encomendada al elegido, al que Dios prefiere: hemos sido cogidos de la mano para abrir los ojos de los ciegos, sacar a los cautivos de la prisión y llevar la luz a los que habitan en tinieblas. Con Jesús y como él hemos sido llamados para pasar haciendo el bien con la fuerza del Espíritu, para curar.

Renueva hoy tu propio bautismo que te hace hijo del Padre y discípulo de Jesús. Y gózate y alégrate por ello. Déjate llevar por el Espíritu que te habita y te moverá a ser otro Cristo allí donde estés.

Profundiza en tu relación de amor con el Padre. Si escuchas cada mañana su voz que te llama hijo, ni tus límites ni tu fragilidad te impedirán ser luz para los que más la necesitan.