DOM-RAMOS-C

sábado, 6 de abril de 2019

14 ABRIL 2019
DOM-RAMOS

3 comentarios:

Paco Echevarría at: 06 abril, 2019 08:54 dijo...

BENDITO EL QUE VIENE (Lc 19,28-40)

El Domingo de Ramos abre la gran semana de la Pascua. Jesús entra en Jerusalén sobre un asno. Los guerreros montan a caballo; el asno, por el contrario, es la cabalgadura de los pobres y de los pacíficos: "Alégrate, hija de Sión. Mira a tu rey que viene, justo y salvador, montado en un asno". Es así como Jesús cumple la profecía de Zacarías, que continúa diciendo: "Destruirá los carros de la guerra, los caballos, los arcos... y dictará la paz a las naciones". El pórtico de la semana de la pasión es la paz.

Al llegar a Jerusalén, el pueblo lo saluda con una expresión que recuerda el saludo con que los sacerdotes recibían en el templo a los peregrinos: "¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! El pueblo conoce a los enviados de Dios y sabe quienes son, de verdad, los hombres de paz. La paz es uno de los dones mesiánicos, pero, como todo don, puede ser aceptado o rechazado por los hombres.
La violencia -tanto la caliente, que derrama la sangre, como la fría, que derrama la dicha- es el reino de la muerte. La paz es el reino de la vida.

Cuando miramos al mundo en que vivimos, el corazón se hiela al ver que, todavía existen hombres y mujeres que enarbolan la bandera de la ira y siembran la muerte, la división, los odios y el sufrimiento. Cuesta trabajo entender que -como dicen- tengan un proyecto para el mundo, a no ser que su proyecto sea sembrar la muerte y extender el desierto. Jesús entra en Jerusalén como un rey de paz, como un portador de paz. La misma que, como luz del alba, empezó a llegar al mundo con su nacimiento tal como cantaron los ángeles; la misma que ahora grita el pueblo; la misma que, como sol en cenit, se derramará sobre la humanidad el día de la resurrección.

La paz es, desde entonces, el saludo del resucitado y, unida a la gracia, el saludo cristiano por excelencia. Pero la paz siempre es un parto difícil. Antes habrá que pasar por una noche oscura. El Gólgota es un paso obligado. Pero el corazón permanece firme -"Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo porque tú vas conmigo"- con la seguridad de que el final próximo será un tiempo feliz -"Habitaré en la casa del Señor eternamente"-. Esa noche oscura tiene tres momentos: el Jueves Santo es el momento del amor; el Viernes, el del sacrificio; y el Sábado, el del ocultamiento. El amor prepara para dar la vida por aquellos a los que se ama; el sacrificio es necesario para afrontar la adversidad con fortaleza de ánimo; y el ocultamiento es la máxima expresión de la renuncia, el signo de que el corazón está absolutamente libre de apegos. Sobre estos tres pilares se construye el reino de la paz.

Si los hombres no aprenden esta canción y callan, las piedras -las ruinas- hablarán y el Mensajero de la Paz seguirá llorando sobre Jerusalén.

Maite at: 08 abril, 2019 17:59 dijo...

Busca el silencio.

Ten alerta el corazón.

Calla y contempla.

Después, empezará a nacer algo nuevo, ¿no lo notas?

juan antonio at: 09 abril, 2019 20:03 dijo...

“Al llegar el tiempo de su partida de este mundo, tomó la decisión de ir a Jerusalén”( Lc 9.51)
Y hemos recorrido con Jesús en estos cinco Domingos, esta subida a la ciudad de Jerusalén, en la que tiene una entrada triunfal a lo pobre, como fue su vida, humilde, por montura un borrico y sin montar, ya que no es violento ni usa la violencia, por acompañantes los que les han sido fieles en lo sencillo, en la escucha de la Palabra, los que han aprendido sus dichos y sus gestos y en la alegría gritan de júbilo al rey, al príncipe de la paz, que viene con la austeridad que le caracterizó en su vida pública.
Esta es la reflexión que hago de la entrada en Jerusalén y la pregunta que me hago es cómo es mi vida de seguidor del Rey de la paz, de la austeridad, de lo sencillo, del que acoge a los débiles, marginados, excluidos ¿lo he encarnado en mi vida?
Vienen días de oración, recogimiento y sobre todo de contemplación de los grandes misterios manifestados en signos visibles que se concretan en una Pasión, Cruz, Muerte y Resurrección que viviremos en alegría y gozo, como hemos vivido la Cuaresma (recordad las recomendaciones del miércoles de ceniza) y los que vienen, porque estos signos no deben abandonar al seguidor de Cristo, porque Él no los abandonó hasta su fin: estuvo con el Padre, perdonó, se sintió solo y acompañado en el dolor y consoló desde el suplicio al arrepentido y a los que le acompañaban.
Meditemos los cantos del Siervo en Isaías, los relatos de la Pasión en los cuatro Evangelios y adoremos a Jesús Sacramentado y la Cruz, en la espera de la madrugada del primer día de la semana, para estallar con la Resurrección en gozo y sentirnos llenos de Dios.
Santa María, Madre de Dios y Madre nuestra, ayúdanos a vivir nuestra Redención, enséñanos a vivir el dolor de nuestra fragilidad y compartir la alegría de la Resurrección, AMEN