DOM 23-C

sábado, 31 de agosto de 2019

8 SEPTIEMBRE 2019

DOM 23-C

4 comentarios:

Paco Echevarría at: 31 agosto, 2019 08:17 dijo...

VALOR Y SENSATEZ (Lc 14,25-33)

Al contrario de lo que suele hacerse, Jesús no habla a quienes le siguen de las ventajas, sino de los inconvenientes del seguimiento. Es consciente de que muchos de sus acompañantes no saben realmente dónde se están metiendo. Sus palabras suenan a exageración y máxima exigencia: no puede ser discípulo suyo quien no pospone lo más querido de este mundo. Quien se vincula a Jesús no puede tener otras ataduras. Él tiene que ser lo primero. Es verdad que no dice que haya que abandonar a la familia. Pero deja claro que hay que estar dispuesto a hacerlo.

El mundo en el que vivimos es un mundo de arreglos, pactos y compromisos. Lo cual no tiene por qué ser malo, siempre que no exija renunciar a los propios principios. Irenismo se llama eso de transigir en aras de la tranquilidad. Significa paz falsa y, tarde o temprano, como todo lo falso, se quiebra. Pero tal vez, hoy día, el problema peor no sea que se dejen de lado los propios principios –lo cual supone que se tienen–, sino no tener principios. La cultura actual ha hecho de la utilidad uno de los valores fundamentales y no parece que entren en esa categoría los valores éticos y morales que son la fuente de la que brotan los principios que luego se concretan en normas de conducta. Hoy muchos van a lo que salga. Actúan en cada momento según se les antoja, según su conveniencia, beneficio o disfrute, sin importarle las consecuencias que de ello se deriven para sí o para los demás.

En este contexto, las palabras exigentes y radicales de Jesús suenan a exageración. Pero ¿no ocurre con harta frecuencia que reaccionamos de la misma manera cada vez que alguien hace una opción que compromete radicalmente su vida? Cada vez que alguien abraza la vida religiosa o contrae matrimonio o forma una familia numerosa aparece el chistoso de turno que expresa en voz alta lo que muchos piensan en voz baja: que es una barbaridad en estos tiempos asumir compromisos semejantes. Olvida la sociedad pragmática y utilitarista que los grandes hombres lo son gracias a sus grandes decisiones. La falta de compromiso y de decisión sólo crea espíritus mediocres.

Esto no quiere decir que una gran decisión no deba ser sopesada. Sería insensatez y grave error decidir sin medir las propias fuerzas. Por eso Jesús, después de exigir renuncia a todo, invita a pensar en la propia capacidad. Es una necedad empezar a construir una casa sin tener los medios necesarios o emprender una guerra sin conocer el poder del enemigo. Los lanzados terminan o haciendo el ridículo o derrotados. A quienes le siguen, Jesús pide renuncia y prudencia porque la recta conducta se edifica sobre la reflexión y el valor. No todos tienen capacidad para cargar con la cruz y subir con el Nazareno hasta el calvario. Muchos sólo pueden mirar y lamentarse. Quienes se sientan llamados y capaces pueden considerarse unos elegidos. Pero la elección, más que un honor, es una carga.

Francisco Echevarría

juan antonio at: 01 septiembre, 2019 12:31 dijo...

SENTARSE
Vivimos en un tiempo en el que lo principal es el tiempo, hay que ganar tiempo al tiempo y así todo es en lo que se llama tiempo real, la información, el conocimiento, el saber antes que el otro, el estar por encima del otro porque he llegado antes en esa búsqueda desenfrenada del éxito, del poder, poder que hoy se dice es la información y nadie se para, nadie se queda sentado pensando aunque sea en sí mismo: la prisa lo invade todo y ello muchas veces, por no decir todas, nos cobra su precio: corremos en la carretera y aumentan los accidentes; corremos en el trabajo, en la búsqueda de clientes, de capital, de ….. y ello se cobra su precio, accidentes laborales, enfermedades profesionales, mentales, fracasos, decepciones, ……
Nadie se sienta y reflexiona y hoy viene Jesús y nos propone sentarnos antes de iniciar el camino, por ejemplo, de su seguimiento y nos proclama esas parábolas del que construye y del rey en la batalla.
Estoy en un Grupo de Lectura Creyente de la Palabra y cuando los miembros del Grupo se expresan sobre lo bonito que es el pasaje que nos ocupa, siempre disiento y digo que el Evangelio no es bonito, el Evangelio es exigente, el Evangelio nos interpela, nos exige una determinada actitud ante la vida y ante Dios, de ahí que nos tengamos que sentar a discernir ¿qué quiere Dios de mi? ¿hoy cuál es su voluntad, qué me pide? Y en consecuencia ver las fuerzas de que dispongo, como me encuentro de ánimo, de salud, de… y buscar a Dios y no solos sino con sabiduría y Espíritu Santo, es decir lo que Jesús nos dice en S. Juan 15, “…porque sin mí no podéis hacer nada”.
Sentarnos en humilde oración, exponiendo nuestras debilidades, nuestras fragilidades y como nos dice el salmo, “enséñanos a calcular nuestros años para que adquiramos un corazón sensato” enséñanos a ver nuestros años y nuestra vida y no hagamos sandeces y “por la mañana sácianos de tu misericordia y toda nuestra vida será alegría y júbilo”, para llegar a esa alegría completa que Jesús nos prometió (J,15)
Sentémonos a estar contigo, como tú estuviste en el templo de niño, hablando Y SOBRE TODO ESCUCHANDO, porque no sabemos dialogar, no sabemos estar no sólo contigo, sino con nadie porque siempre hablamos y hablamos y no escuchamos “cuando oréis no digáis muchas palabras….”, tú nos conoces nos sondeas, estemos contigo como muchos amigos, como muchas parejas, sobre todo mayores, que están uno al lado del otro y no necesitan hablar, no porque se tengan dicho todo, sino porque el amor no necesita palabras, sino estar.
Toda esta sentada nos ayudará a ver y llevar a cabo las exigencias del seguimiento de Jesús, que más que exigencias son actos de amor, amor sobre todas las cosas en una disponibilidad total, que en resumidas cuentas eso es el amor, eso es lo que Tú nos estas exigiendo y aquí tiene que estar nuestro abandono, mi abandono, en tus manos, como Tú te abandonaste en las manos del Padre, cuando más sufrías en la Cruz, sabiendo que Dios no abandona a nadie, más que a aquel que no quiera que Él sea su refugio.
Santa María, Madre de Dios y Madre nuestra, ayúdanos a decir AMEN
(Algún día hablaremos del Dios del Amén (Is 65,16))

Maite at: 03 septiembre, 2019 16:27 dijo...

Tiene razón Juan Antonio. El Evangelio no es para gloriarse en lo bonito sino para aprender, interiorizar y asumir las exigencias del seguimiento de Jesús.

El Maestro es muy claro al respecto: pide desasimiento, es decir, sobriedad en todo, sin apegarse a nada, prioridades claras (o sea el Reino) y reflexión.

El autor del libro de la Sabiduría no es muy optimista acerca de nuestros pensamientos. Opina que somos bastante miopes para ver lo que tenemos delante, y eso hace que dude de nuestra capacidad para conocer la voluntad de Dios. El remedio está en alcanzar la sabiduría de Dios y su Espíritu.

El salmista es un buen modelo de creyente reflexivo que busca la voluntad de Dios. Cuando reflexiona, siempre en tiempo de oración y en su presencia, su memoria rebusca en su historia las huellas de la salvación de Dios, y descubre en él la fuente del gozo y la alegría; su bondad, que hace fructificar nuestras acciones. Quien ora es humilde: conoce su verdad/fragilidad y la verdad de Dios. Sus capacidades y la fuerza de Dios. Con eso está pronto para el seguimiento.

Cuando el Evangelio penetra en el alma y anega las entrañas, la mente y el corazón, transfigura los sentimientos y nos hace salir de nosotros mismos para adoptar los del Padre. Es lo que Pablo sugiere a Filemón respecto a Onésimo, dar una vuelta de campana a su relación con él para hacerla cristiana.

Vicente at: 05 septiembre, 2019 18:02 dijo...

Leyendo el Evangelio de este domingo he pensado en la enorme responsabilidad y sacrificio de los consagrados; pero Jesús no se refiere hoy sólo a ellos sino a todos nosotros. Tenemos miedo, somos egoístas y demasiadas veces acudimos a Santa Bárbara sólo cuando truena.

Dios mío. Sin Ti no podemos.

Ayúdanos a crear una sociedad en la que el sagrario sea la luz más intensa en este mundo de oropeles: cada uno en su sitio, sea sus votos, sea su matrimonio, sus estudios, su trabajo y simplemente en el comportamiento de cada día.

¡Cómo nos engaña el enemigo poniéndonos, ante el miedo, la obsesión por el dinero!

Realmente es la Divina Providencia quien cuida de nosotros y no lo vemos.

Lo primero es: “Amará a Dios por encima de todas las cosas” y lo tristemente constatable es que lo dejamos para el final y, muchas veces, ni eso.

Dios mío, no nos dejes de tu mano. Sé que no hace falta que te lo pida porque Tú ya estás muchos pasos por delante de cada uno de nosotros; pero, te lo pido por Jesucristo: óyeme en esta oración.

Vicente Barreras,