CORPUS-A

sábado, 6 de junio de 2020
14 JUNIO 2020
CORPUS-A

3 comentarios:

Paco Echevarría at: 06 junio, 2020 09:11 dijo...

EL PAN DE LA VERDAD (Jn 6,51-58)

Son dos los días en que la Iglesia celebra de modo especial la Eucaristía: el Jueves Santo, que conmemora la institución de la misma, y la fiesta del Corpus, centrada en el misterio de la presencia de Jesús. Este año se nos lee un fragmento del discurso del pan de vida pronunciado por Jesús después de la multiplicación de los panes. La gente lo había visto resolver sus problemas y consideró que era el líder que necesitaban, así que decidieron elegirlo rey. Pero no eran esos los planes de Jesús. Por eso se quitó de en medio. Cuando dieron con él, les habló muy claro: “El pan que yo puedo daros -vino a decirles- es el pan del cielo, la vida para siempre. Para eso es necesario comer mi carne, compartir mi vida, asumir mis ideales. Pero no es eso lo que vosotros queréis”. La reacción de la gente fue abandonarlo. Sólo quedaron los Doce.


Fue un momento importante en el ministerio de Jesús. Hasta entonces la gente lo buscaba por su poder. Cuando empieza a plantear exigencias desde su mensaje, le dan la espalda. La pregunta que la Iglesia ha de hacerse en cada momento es: ¿De qué se trata: de tener a las masas con nosotros o de predicar el evangelio de Jesús, aunque eso signifique quedarse en cuadro? Viendo el modo de actuar de Jesús, la respuesta parece evidente. Y es que, a diferencia de quienes fundamentan su poder en los votos, la Iglesia tiene una misión que ha de cumplir a tiempo y a destiempo, con el viento a favor y en contra. Adaptar el mensaje a las conveniencias de cada tiempo y grupo con tal de que se queden es ser infiel a su Señor y al pueblo que pretende conservar. La demagogia queda para quienes buscan estar siempre en la cresta de la ola a costa de lo que sea, no para quienes tienen la misión de navegar por los mares del mundo.

El compromiso de la Iglesia y de cada creyente es con la verdad, porque sólo ella libera y salva. Su tentación es adorar los poderes de este mundo y sacrificar la verdad en el altar del éxito y la popularidad. No está en mundo para que la quieran, la valoren y la admiren, sino para que la oigan cuando anuncia el mensaje de Jesús. Ése es el verdadero servicio y bien que puede hacer a la humanidad. Puede que al principio muchos la abandonen, también dejaron a Jesús y ¡eso que hacía milagros!, pero ella no puede abandonar su misión.

Cuando la Eucaristía pasee por nuestras calles, tendremos que preguntarnos si el paso de Jesús-Eucaristía por la ciudad significa la acogida de su palabra en los corazones de quienes acuden a contemplarlo; si celebramos su presencia y la vigencia de su mensaje o, por el contrario, todo es ausencia. Sólo el pan de la vida da vida al mundo. Si la Iglesia lo olvida, pierde su razón de ser.

juan antonio at: 10 junio, 2020 11:56 dijo...

Este año me pregunto qué festividad, qué Corpus Christi vamos a celebrar y pienso que es el verdadero, la celebración en que adoremos en “espíritu y verdad” a Jesús Sacramentado, hecho pan y vino para que lo comamos y bebamos, en comunidad, como nos dice González Faus en la Hoja, no olvidemos el gesto, que es compartir y no nos quedemos en el rito
Este año que estamos compartiendo tantos y tantos dolores, de enfermedad, de necesidades, de trabajo, de olvidos, de no despedidas de los seres queridos, año en que deberíamos ser conscientes de lo que nos pasa y que olvidamos en aras de la libertad y no de la vida, debemos de celebrar a Jesús Sacramentado en una adoración silenciosa y llena de amor, amor a Él y a los hermanos, pues si nos olvidamos de éstos, nos olvidamos del primero y no celebramos nada.
Este año dejaremos los oros y los oropeles, las flores, el verde del campo, la pompa y el lujo, para adorar a Jesús sin más, bueno, no, en los hermanos, pues Caritas ha escogido este día como celebración, como llamada de atención de que tenemos que “”compartir” y como decíamos y si los olvidamos no celebramos nada.
Hemos de ser sinceros con nosotros mismos y ver qué celebraciones hemos tenido y debemos tener.
Nos dice que esta epidemia nos va a dejar un antes y un después, pero creo por las irresponsabilidades que se ven, que no va a ver más que la diferencia de la necesidad y esta no la queremos ver, queremos salir corriendo a las playas, a los lugares de expansión y ocio, legitimo, sí, pero no olvidemos qué celebramos el pan partido y compartido.
Celebramos, como decía la semana pasada, otra fiesta del Amor y esta es la Adoración del Amor de Dios hecho carne en el pan y el vino, nos está invitando a la participación intima de Dios, si de verdad compartimos, en comunidad, el gesto de comer y beber la Vida y la Vida eterna, seamos custodias vivas en nuestro entorno, siendo testigos de Jesús y, como Él decía, sino creen lo que digo, creerán por las obras ¡Cuánto tenemos que aprender de los Evangelios!.
Santa María, Madre de Dios y Madre nuestra, ayúdanos a compartir nuestras pequeñas cosas que harán que compartamos también las grandes, nosotros, AMEN

Maite at: 10 junio, 2020 22:06 dijo...

El confinamiento que todos hemos sufrido con motivo de la pandemia ha sido una oportunidad para revisar nuestra celebración y nuestra vida eucarística. Hemos tenido la suerte de poder seguir la Eucaristía por televisión o internet, hemos guardado un auténtico ayuno eucarístico, y todo ello nos ha obligado a preguntarnos qué es lo esencial de nuestras celebraciones.

He podido escuchar y contemplar a mi alrededor y en mi ambiente distintas posturas, y la mayoría de ellas se orientaban a la devoción particular e íntima. A considerar la Eucaristía como un derecho. Me he dado cuenta de que todo se focaliza en torno al momento de la comunión.

La hojilla que tenemos la suerte de compartir comenta muy bien qué es la Eucaristía, su belleza e importancia, y los riesgos que conlleva convertirla en un mero rito, en una serie de normas de obligado cumplimiento.

Nunca viene mal recordar y considerar que la Eucaristía pierde todo su sentido si cada uno de nosotros, creyentes y seguidores de Jesús, no somos urgidos, en cada Eucaristía, por las palabras de Jesús y no las hacemos nuestras en el día a día: Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. No para quedarnos a solas con nuestra comida y bebida espiritual, Cristo en nosotros, sino para hacernos más y más conscientes de nuestro camino cristiano como pan partido y repartido, como vida entregada a todos. Una existencia exprimida gota a gota para que todos tengan vida en abundancia. Para que allí donde estemos nosotros nadie tenga hambre o sed de calor humano, de misericordia, de amor. De justicia o reconciliación.