DOM-31C

sábado, 22 de octubre de 2022
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3 comentarios:

juan antonio at: 27 octubre, 2022 07:38 dijo...

Dm. 31 C 30 Oct. 2022

Esta semana el tema central de las lecturas es la salvación por la misericordia de Dios, incluido Pablo que nos habla de la dignidad de nuestra vocación.

El relato evangélico es digno de muchas reflexiones, pero sobre todo es el encuentro de Jesús con un pecador que le buscaba.

Los personajes del relato son Jesús, la gente que le acompañaban, un publicano, Zaqueo y de nuevo aquella gente que critican a Jesús.

En ese orden entran en el relato, bello y emotivo, pues nos narra la búsqueda de Jesús por un hombre pecador que no tiene miedo al ridículo para ver al que busca, la mirada de Jesús que lo desconcierta al autoinvitarse en su casa y la conversión de Zaqueo que devuelve en abundancia lo que a otros quitó.

Hoy ha llegado la salvación a esta casa: no es solo que Zaqueo devuelva lo injustamente adquirido, sino que Zaqueo se sienta “”salvado””, para mi entender algo más que una simple devolución, no yo restituyo y además la mitad de lo que lo que es mio: llega mucho más allá, es una salvación integra de la persona.

Como enseñanza tenemos que ver qué mensaje nos trae el relato y no es otro que Jesús se encuentra con quien lo busca, con quien tiene interés, y así Jesús va primero y hay que ver cuál sería la dicha de Zaqueo – que no se dice – cuando escucha a Jesús su deseo de comer con él.

Nos recuerda las palabras del Apocalipsis (3,20) “mira que estoy a la puerta y llamo…”

Jesús te busca, me busca y puede que yo esté sordo o ciego o no quiera ver o no quiera oír, pero Él está ahí, esperando para verte y autoinvitarse a tu casa, espera y espera y yo, tú, nosotros los que nos llamamos cristianos qué hacemos?, bajamos de nuestra comodidad para abrirle las puertas de nuestro corazón?.

Siéntete buscado por Jesús, lo que que es igual, amado por Jesús, que te espera a que abra las “”puerta y entraré a su casa y comeré con él y él conmigo””,tendremos la intimidad que me ofrece sin pedirme nada a cambio, ¿seré yo, como Zaqueo, quien me desprenderé de lo que me sobra, todo aquello que engañosamente mi corazón ha tramado, rencor, soberbia, egoísmo,…?

Señor, tú has venido a buscar y salvar lo perdido y yo?, más perdido que nadie quiero saber de tí, aunque haga el ridículo, pero buscarte para encontrarme con tu mirada y dejar mis críticas, mis juicios y prejuicios a un lado.

Recemos con el salmista
“Bendeciré tu nombre por siempre jamás”
“El Señor es clemente y misericordioso, lento a la cólera y rico en piedad”

Santa María, Madre de Dios y Madre nuestra, ayúdanos a decir ¡AMEN!


Lucía at: 28 octubre, 2022 18:17 dijo...

A veces la vida puede parecernos una sucesión de escenas, como si estuviéramos viendo una película y sólo fuéramos espectadores. Vemos y no actuamos.
La historia de Zaqueo me recuerda la necesidad que tengo de ser salvada. De ser parte de esa historia, de cruzar al otro lado. Y entonces desde mi lugar seguro y cómodo (detrás de una pantalla, o lo alto de un árbol...) Él me busca, me ve y me llama por mi nombre: Lucía.
Ese encuentro es sobrecogedor, me lleva a bajar de la montaña, a dejar la orilla… Porque no se puede practicar la fe sin que nos vean cuando Él se hace presencia real en nuestra vida. La fe es luz, no puede dejar de brillar, ni permanecer escondida. Algo cambia, todo cambia.
Encontrarme con Jesús hace que deje mis falsas seguridades, que abra poco a poco mi corazón y que sea un poco más capaz de todo. De renunciar, para aspirar a algo mayor. De mirar a los ojos al que sufre, de reconocerle, de llamarlo también por su nombre… Y en medio de las dificultades, reconocer siempre mi pequeñez, dejarme fundir en un abrazo infinito que lo hace todo nuevo. Qué alegría poder recibirlo, como Zaqueo, y reconocer que necesito cambiar algo en mi vida.

Paco Pérez at: 28 octubre, 2022 19:12 dijo...

JESÚS PERDONABA. NOSOTROS CONDENAMOS
En las relaciones humanas nos encontramos con un problema rancio, la incomprensión de unas personas hacia otras. Esta realidad nos empuja a caminar y a vivir solos, aunque estemos rodeados de muchos. Nos está ocurriendo porque al relacionarnos sólo valoramos, al juzgar, la fachada y no husmeamos en el interior, unas veces porque no se nos permite entrar y otras porque no mostramos demasiado interés en conocer qué le pasa a quienes nos rodean.

El verdadero camino de las relaciones humanas lo muestra Jesús caminando por las calles de Jericó, lo hizo rodeado de personas pero éstas no acudieron movidas por impulsos concretos y sólo uno hizo algo diferente para conocerlo, Zaqueo… ¿Dónde estuvo la diferencia?

La mayoría de esas personas podrían ser encuadradas en el grupo humano que siempre asiste como espectadores porque tienen que ocupar su tiempo libre y no porque deseen aprender o conocer algo nuevo que les haga cambiar su vida. Zaqueo acudió porque había escuchado maravillas de Jesús pero él, como no estaba satisfecho con lo que hacía en su trabajo, se sintió atraído hacía Él y Jesús, como supo mirar en su interior, descubrió que estaba arrepentido, lo llamó y le ofreció la oportunidad de cambiar para que fuera feliz.

Dios se muestra compasivo y misericordioso con las personas que modifican su conducta pero, si fracasan, siempre las perdona y les da una segunda oportunidad.

Si Él actúa así… ¿Qué Dios se nos ha mostrado de manera equivocada para que lo hayamos asimilado como un Padre duro que castiga a quienes se desvían y no como el que se acerca paternalmente a Zaqueo o a quienes estaban caídos para escucharlos, levantarlos, curarlos, darles de comer si tenían hambre, abrigarlos si estaban sin ropa…?

¿Vamos a seguir juzgando a otros siguiendo a Jesús, mirando dentro, o como los judíos, fijándonos en las apariencias externas?

La historia suele repetirse y por esa realidad en nuestros días también tenemos publicanos, quienes trabajan en la función pública. Los procedimientos han cambiado pero los efectos devastadores de las tasas e impuestos que se cobran ahora también están empujando a muchas personas a la desesperación y quienes lo causan se justifican amparándose en la legalidad… ¡Lo mismo que hacía Roma en tiempos de Jesús!

El perdón siempre estuvo presente en las relaciones del hombre con Dios pero no logramos entenderlo así porque lo percibimos, erróneamente, como un castigador y no como el autor de todo lo creado, el que sigue cuidando de todo y que misericordiosamente nos perdona para que rectifiquemos el comportamiento equivocado.

Pablo decía que para seguir a Jesús necesitamos tener fe pues con ella podremos ayudar a los demás y también que debemos pedírselo porque así lo glorificaremos y Él nos glorificará a nosotros.
La fe no es un calentón ocasionado por un hecho circunstancial sino el compromiso diario que nos empujará a responder a la llamada que nos hace Dios.

Paco Pérez