3ºDOM-PASCUA-C

domingo, 27 de abril de 2025
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3 comentarios:

Paco Echevarría at: 27 abril, 2025 08:21 dijo...

PECES (Jn 21,1-19)


Jn 21 narra la tercera aparición del resucitado según la tradición recogida por este evangelista. Él sitúa la escena a la orilla del lago de Tiberíades y su relato nos recuerda lo que, en los sinópticos, se cuenta sobre la pesca prodigiosa. Es una pieza breve, pero perfectamente construida. Es como un auto sacramental en tres actos: el primero narra el esfuerzo inútil de los discípulos; el segundo se sitúa cerca de la orilla: siguiendo las indicaciones del extraño que les ve llegar, consiguen una pesca sorprendente; finalmente -como último acto- tiene lugar el desayuno a la orilla del lago. Pero -como es frecuente en los evangelios- más importante que el relato es la dinámica simbólica del mismo.

Los discípulos -la comunidad cristiana- hacen su tarea del mejor modo posible: hacen lo que bien les parece, pero bregan en la oscuridad -es de noche- y su esfuerzo resulta inútil. En la aparición anterior les había encomendado la misión de perdonar los pecados con la fuerza del Espíritu. Tienen que sacar a los hombres -peces- del dominio del pecado y de la muerte -mar-. Pero no vale cualquier modo, ni el resultado es cosa del ingenio humano.

El segundo intento tiene lugar por indicación de Jesús a plena luz. Sólo cuando siguen las indicaciones de Jesús -cuando son fieles a su enseñanza- logran resultados. La pesca es sorprendente: 153 peces grandes. 50 es el número de miembros de las comunidades de profetas. 3 es el número que designa lo divino. 153 designa a las comunidades cristianas primitivas multiplicadas por la fuerza del Espíritu y extendidas a todo el mundo. A pesar de lo cual la red no se rompe: la unidad de las Iglesias permanece a pesar de la multiplicidad.

Finalmente tiene lugar la comida que les ha preparado. Jesús ofrece un pez y les pide que traigan de los que ellos han pescado -da lo suyo, se da a sí mismo, y espera que ellos hagan otro tanto-. Es la culminación de la misión: el encuentro, la comunión. Evidentemente hay aquí una alusión a la eucaristía.

La vida cristiana se desarrolla siempre en el ámbito de una comunidad que, animada por el Espíritu, se afana por construir el Reino de Dios en el mundo. Pero es importante seguir las indicaciones del Maestro. Cuando ha olvidado su mensaje y han prevalecido otros intereses, el esfuerzo ha sido inútil y hasta contraproducente. El fruto de la misión depende de la docilidad a su palabra. Quien la ignora pesca en el lugar equivocado. Si, por el contrario, la Iglesia es dócil a esas enseñanzas, el resultado de su esfuerzo desborda todas las previsiones. Ser fiel a esto es su misión y no debe importarle los vientos contrarios de la historia. Jesús ya lo advirtió: “¡Ay de vosotros cuando el mundo os alabe! ¡Alegraos cuando os ataque y persiga porque eso es lo que han hecho conmigo!”.

FRANCISCO ECHEVARRIA

Paco Pérez at: 29 abril, 2025 20:32 dijo...

LO IMPORTANTE: AYUDAR, COMPARTIR Y DECIR LA VERDAD
Jesús los visitó en el lago y, desde la orilla, comprobó que habían tenido una mala pesca. Como estaban desolados acudió en su ayuda aconsejándoles que no perdieran la fe y que volvieran a intentarlo. Recuperaron la confianza, echaron las redes y tuvieron éxito.
Cuando regresaron Él los estaba esperando y les propuso compartir los alimentos que había preparado.
Jesús, de manera práctica, nos enseña que dar la cara y ayudar al necesitado crea buen ambiente en la comunidad y evita el rechazo.
Los discípulos confiaron en Él, cambiaron de actitud, perdieron el miedo, no se escondieron, divulgaron la “Palabra” y trazaron el camino de la “Iglesia en salida”. Con sus testimonios se formaron pequeñas comunidades cristianas y vivían como hermanos.
Estas evidencias preocuparon a los poderes públicos y ordenaron acciones opresoras contra ellos.
¿Por qué lo hicieron?
Porque, al resucitar Jesús, los apóstoles recuperaron la fe, no se escondieron, predicaron sin miedo y que quienes lo mataron fueran señalados por el pueblo como culpables. El Sumo Sacerdote, para arreglar la situación, llamó a los apóstoles y los acusó de incumplir las normas, ellos lo negaron y afirmaron que las personas deben respetar a Dios antes que a los hombres pues Él resucitó a quien ellos mataron y ellos fueron testigos.
Insistió con las prohibiciones y los soltó.
Como los cristianos rechazaron al emperador como señor del mundo y dijeron que sólo era Jesús “el Señor de Señores”, Roma ordenó persecuciones contra ellos porque perturbaban el orden social pero sólo deseaban seguir en el poder y explotarlos.
Han pasado muchos años y la realidad nos enseña que en el S. XXI los dirigentes políticos todavía ordenan “persecuciones” y, aunque las presentan como legales porque fueron aprobadas, la realidad es que se siguen aplicando con argumentos injustos porque siguen afectando a los más débiles, sólo pretenden recaudar más dinero y así el pobre queda arruinado y el poderoso es más rico.
Por esta realidad… ¿Podemos afirmar que las personas desfavorecidas son los mártires en 2025?
En la TV o la radio comprobamos que en algunos países no comen correctamente y que otros son invadidos sin argumentos válidos porque la realidad nos dice que perderán parte de su territorio, sus riquezas naturales únicas, la destrucción de sus poblaciones y la vida de muchos habitantes.
Estas acciones las impulsan quienes siguen creyendo que son los “señores del mundo”.
Hoy, se nos ayuda a comprender que si aún hay opresores y oprimidos es porque nos siguen gobernando personas egoístas que sólo buscan su interés personal.

{ Maite } at: 30 abril, 2025 23:31 dijo...

ES EL SEÑOR
Este domingo de Pascua continuamos siendo testigos de la dificultad de los discípulos para reconocer a Jesús. Pero uno de ellos, al que el evangelista define como aquel que Jesús amaba, sí le reconoce: Es el Señor.

Decía el Principito, en una frase profusamente citada, que “lo esencial es invisible a los ojos”. El discípulo amado tiene una mirada diferente, contemplativa, más aguda; que penetra más allá de la superficie y descubre lo que permanece velado a los demás. Una mirada que se deja guiar por señales que, de otra forma, no son tales y pasan desapercibidas. Una mirada que ha pasado por el tamiz del amor, y así purificada apunta a lo esencial, a la raíz y fundamento de las cosas. Por eso, en vez de muros y velos atisba y adivina transparencias, y descubre claridades donde otros ojos solo distinguen penumbra y sombras.

Para adquirir una mirada así hay que aprender a escuchar desde lo hondo. Es todo un arte entrenar los sentidos para hacerlos capaces de mucho más, para afinar y aquilatar lo percibido y ver lo que oculta la superficie. Hay que aprender a valorar la soledad interior y el silencio, dando de lado a las primeras y más inmediatas impresiones, relativizando mucho todo lo que procede de la mente, que elucubra y se devana buceando en un mundo fabricado por ella.

El que se sabe amado descubre al resucitado en todos los signos de vida, allí donde esta bulle y late, y se viste de esperanza, de encuentro cálido y amistoso, de comida compartida. Y se convierte en apóstol y testigo de la vida, en cauce de comunión, en presencia discreta pero insustituible. Es el que, en medio de la desilusión y la desesperanza, la frustración y la rutina, destila confianza, ilusión y claridad. El que, cuando los demás no ven sino lo que tienen delante, anuncia: Es el Señor.