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sábado, 19 de julio de 2025
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2 comentarios:

Paco Echevar at: 19 julio, 2025 09:10 dijo...

ORAR (Lc 11,1-13)

La oración es –debe ser– una actividad habitual del cristiano. Pero no están los tiempos para detenerse un poco y entregarse sin prisa a algo que algunos consideran un tiempo perdido. Los mejor intencionados dicen que hay demasiados problemas en el mundo para emplear tiempo en algo que ven como una huida de las dificultades. Otros dicen que no pasa de ser una conversación con un ser mudo que nunca contesta. Los hay que no saben qué hacer en una actividad en que los minutos parecen horas.

Siem¬pre tenemos un pretexto para no orar. Y, sin embargo, es algo esencial en la vida cristiana. Jesús –que sabía mucho de compromiso, de preocupación por las personas y de afrontar problemas– pasaba noches enteras en oración. No le restaba tiempo ni al Padre ni a los hombres. Se lo restaba al sueño. La oración estuvo presente en los momentos más importantes de su vida: en el desierto, en el cenáculo, en Getsemaní y en el calvario. Era para él una fuente de energía para afrontar el reto de cada día.

Las instrucciones que da a sus discípulos son claras: lo primero es situarse ante Dios como ante un padre. Si no se llega ahí, lo que sigue resulta difícil de entender. Y hay que insistir. No es cosa de un rato, sino algo integrado en la vida. A Dios no se le da una propina de nuestro tiempo, sino el tiempo que le corresponde. Incluso los más cumplidores se conforman con poco: damos a la Iglesia la calderilla de nuestro dinero y a Dios la calderilla de nuestro tiempo. Y que la misa no dure mucho.

En cuanto al contenido de la oración, hay que decir que es muy diverso, pero la más humana es la de petición. Pedir significa reconocer la propia indigencia, la propia debilidad –sentirse humano, es decir, humilde–; y es creer que Dios –como buen padre– con una mano nos sostiene y con la otra nos protege. Lo cual no significa que tenga que hacer lo que queremos o pedimos –mal padre es el que da a sus hijos todos los caprichos porque les priva de formar el carácter y de fortalecer el ánimo–. Dicen los místicos que hay que tener mucho cuidado con lo que se pide porque te lo pueden conceder y ¿a ver qué haces luego? Con ello indican que hay que saber pedir.

Y termino con una advertencia a los reticentes: la oración no es sólo un encuentro con Dios; también es un encuentro con nosotros mismos. Miramos demasiado al suelo y olvidamos que se nos permitió caminar de pie para poder mirar al cielo y comprender cuál es nuestro sitio en el mundo. Si hemos sido creados a imagen de Dios, sólo mirándole a él podremos conocernos a nosotros mismos y comprender cuánta dignidad se encierra en cada ser humano. Ya pasó el tiempo en el que se creía que mirar a Dios lleva a olvidarse del hombre. Más bien es lo contrario.

Paco Pérez at: 22 julio, 2025 19:50 dijo...

¿ORAMOS CORRECTAMENTE?
El diálogo entre Abrahán y el Señor nos muestra cómo debe ser el encuentro espiritual de las personas con Él, una conversación amigable en la que le expongamos con humildad y confianza nuestros problemas y nuestras ideas pues sabemos que nos atenderá y será receptivo con nuestras peticiones de clemencia, paciente porque siempre espera nuestro cambio, bondadoso porque nos escucha y justo porque no tiene inconveniente en rebajar sus exigencias antes de emitir su veredicto.
¿Merecemos que nos trate así?
Creo que no, porque Él lo hace como buen padre y nosotros como si fuera el tendero del barrio… ¿Por qué opino así?
Porque cuando lo buscamos le mostramos nuestra lista de necesidades materiales o espirituales, minimizamos nuestros errores, acabamos pidiéndole su ayuda para nuestra problemática y, normalmente, dejamos los problemas del prójimo en un segundo plano o ni se los planteamos.
¿Lo hacemos así o no?
Es posible que todos no oren así, pero muchos sí, y por eso considero que debemos reflexionar sobre ese modelo para evitar que siga siendo un acto mercantil egoísta en el que sólo pedimos ayuda para nuestras necesidades y, a veces, hasta nos atrevemos a proponerle que le pagaremos con demora, es decir, después de haber recibido su ayuda.
También hay personas que dirigen sus peticiones a las imágenes que tienen una particular devoción porque son muy milagrosas y les den solución a sus problemas… ¿Por qué lo hacen así?
Porque recibieron esa creencia de sus mayores o de la tradición del lugar o porque conocen poco de las formas de orar que nos enseñó Jesús.
Una buena orientación la encontramos en Lucas 11, 9-13: [Pues así os digo a vosotros: Pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá; porque quien pide, recibe, quien busca halla, y al que llama se le abre.].
Jesús también nos enseñó cuándo oraba, cómo y en los lugares que lo hacía, también nos propuso hacerlo con el Padrenuestro.